Deseos encontrados
Con los recursos de la pintura, Manuel Esnoz transgrede la lógica del imaginario pornográfico
Sin sutilezas, la imagen pornográfica no deja de ser una construcción: demanda composición de escenas, actuación, montaje. Incluso guión. Sin embargo, todo en el porno, desde los primerísimos planos hasta la iluminación cruda o la repetición sistemática de gestos, se proclama como una forma neta y rotunda de lo real.
Por su parte, la pintura, aun cuando más decidida parezca a transgredir las insinuaciones de lo erótico, establece una distancia que el registro pornográfico no se puede permitir. El origen del mundo , de Gustave Courbet, y su referencia inevitable: con ese punto de vista, esa escala, esos muslos abiertos y la brutal omisión del rostro, los brazos y el resto de las piernas de la modelo, la tela resulta impactante, perturbadora. Tanto como ostensiblemente extraña al universo de las imágenes "unarias" que Roland Barthes describe, asociándolas a lo pornográfico, en La cámara lúcida .
"Nada más homogéneo que una fotografía pornográfica -señala el semiólogo francés-. Es una foto siempre ingenua, sin intención y sin cálculo. Como un escaparate que sólo mostrase, iluminada, una sola joya, la fotografía pornográfica está enteramente constituida por la presentación de una sola cosa, el sexo: jamás un objeto secundario, intempestivo, que aparezca tapando a medias, retrasando o distrayendo."
En Geometríasexpositive , la muestra que presenta actualmente en Dabbah Torrejón, Manuel Esnoz abreva en el imaginario explícito de lo porno. Lo hace desde su pintura, al permitir entrever aquello que, con toda su lujuria, goce y fantasías puestas en acto, la imagen pornográfica no puede garantizar: el deseo.
En obras como Geometríainternetbiopolítica , Teorema métrico: intervalo y Geometrías: alfombra y cuero , los trazos de témpera, óleo y acrílico aluden al alud de imágenes que pueblan sitios de Internet, revistas y videos. Aparecen cuerpos entreverados, manos oprimiendo y hurgando, miradas puestas en los órganos sexuales o en algún otro punto que raramente coincide con los ojos del partenaire . Gente trabajando. Con la misma diligencia que muestra la mujer de la obra Social-simetría , de overol y casco, las manos aferradas ya no a cuerpos, sino a las palancas de una máquina.
"Huelga decirlo -escribe Marcelo Cohen en el catálogo de la muestra-: la pornografía es indisociable de la pobre economía de la producción y el beneficio. La pornografía es una fantasía de permanencia que se resuelve en repetición."
Esnoz interviene en las huellas de esa eficiente economía corporal trazando zonas de anomalía, promoviendo interrupciones sutiles en la cadena seriada de estímulos sexuales.
"Toda búsqueda realmente obscena se encamina hacia las satisfacciones de la muerte, que suceden y sobrepasan a las del eros", sentencia Susan Sontag en Estilos radicales . Los trabajos exhibidos, en cambio, parecen más concentrados en subvertir el carácter mecánico de cierto registro de lo sexual que en indagar sus aspectos más extremos o subterráneos.
Como si respondieran a la inevitable ausencia de densidad emocional con la que se desarrolla lo pornográfico ("A sus personajes, como a los de la comedia, sólo se los ve desde fuera, en función de su comportamiento", observa Sontag), las pinturas de Esnoz tienen distintos niveles, capas destinadas a superponerse con suma discreción.
El artista corta trozos de tela, los pinta y los pega sobre las composiciones plásticas. Algunos son listones, casi imperceptibles su grosor, apenas levemente desencajados, que erigen un inesperado vallado sobre la escena sexual. Otros irrumpen como bloques de color y obturan la visión de una desnudez plena. También hay intervenciones más ambiguas: un trazo que no interfiere totalmente la escena, pero sí establece un hiato, ese espacio de vacío que inaugura un quiebre en la lógica de la repetición.
En algunos casos la pintura se derrama y chorrea hacia los extremos del cuadro; en otros, esboza promesas de figuras que no terminan de perfilarse, como si se nos indicara que la anterior prolijidad no era tal, que nada se hace límpido o previsible en los derredores de la sexualidad. En Gris y catástrofe , los encuentros sexuales apenas se adivinan; son ventanas informes, abiertas en medio de las tonalidades grises que inundan la tela. Lo porno, definitivamente traicionado. No hay oferta ni exhibición ni promesa de que todo será visto, sino más bien todo lo contrario: escamoteo gozoso; algo que se muestra, pero no.
FICHA.