Diseñadores fuera de la industria
En la Fundación Proa, una muestra de más de cien muebles proyectados en Alemania en las últimas dos décadas propone un concepto de diseño basado en la reutilización de elementos previamente manufacturados
Iniciamos una jornada de exploración a través de las bodegas de las fábricas y hurgamos en los estantes repletos de los mayoristas, intermediarios y detallistas. [...] en todos hay potenciales piezas de muebles esperándonos. En todas partes, productos semiacabados o manufacturados saltan a nuestras manos, para ser rearmados. [...] Para la fabricación de nuestros productos no precisamos ni cadena de montaje ni máquinas complicadas, ni largas horas de trabajo, exorbitantemente caras, y evitamos a todos los que quieran compartir nuestros ingresos."
Con la contundencia de un manifiesto, un grupo de alumnos de diseño industrial de la Escuela Superior de Bellas Artes de Berlín proponía, en el marco de un taller dirigido por Andreas Brandolini, Jasper Morrison y Joachim Stanitzek en junio de 1984, una alternativa al diseño industrial de producción masiva. Un nuevo concepto de sencillez, calidad y expresividad eran las búsquedas centrales de esos diseñadores.
Esta visión, de prolífica resonancia en el diseño industrial alemán de las últimas dos décadas, reúne varias tendencias estéticas que van de la sátira del estilo pequeño burgués de los años cincuenta -una forma de citacionismo- a propuestas cercanas al bel design. Un panorama de esta producción, delineado por más de cien piezas, se está exhibiendo en estos días en la Fundación Proa.
Entusiasmado con la calidad de la exhibición, el arquitecto y diseñador Ricardo Blanco, profesor y director de las carreras de Diseño Industrial y Diseño de Mobiliario de la UBA, organizó una serie de coloquios en los que se debatieron algunos aspectos del diseño contemporáneo, su contexto y su relación con el arte. Previamente, Blanco mantuvo una entrevista con La Nación acerca de estos y otros temas.
-Algunos muebles exhibidos en esta muestra parecen desafiar la competencia del usuario, en el sentido de que éste debe tomarse el trabajo de descifrar su funcionalidad. ¿Qué intencionalidad hay detrás de esta decisión?
-Creo que hoy en día el diseño superó bastante la instancia meramente comunicacional de la producción. Muchas veces digo que hay un usuario, que es el que se relaciona con los objetos por su uso; un consumidor, que es el que utiliza los productos que la industria hace; y un "fruidor", que es el que busca el objeto diseñado. Hoy no somos solamente usuarios. El diseño actual ha quebrado algunas barreras. La gente entra en relación con él sabiendo que puede encontrarse con un objeto hermético. Así y todo, muchos siguen recurriendo al paradigma tradicional del objeto que funciona, y cuando ven este tipo de propuestas dan un paso atrás, porque todavía éstas no están institucionalizadas culturalmente.
El diseño alemán reciente cuestiona la superabundancia de los productos de la industria. No plantea un reciclaje, sino la reutilización de lo que le sobra a la industria. Si quisiéramos hacer una comparación en el terreno del arte, diríamos que algo de ready mades hay en estos objetos. La operación, sin embargo, no consiste en encontrar una chatarra y usarla de otra manera, sino en crear un nuevo objeto a partir de desechos industriales.
Hoy la industria de los países desarrollados ha resuelto muchos problemas elementales. En estas obras se repiensa la utilización y el gasto del material, se opina sobre el consumo. Y si bien en los años ochenta los alemanes todavía no estaban tan preocupados por la ecología -sino, en todo caso, por la macroecología, la guerra fría, etc.-, esta tendencia ecologista se ha acentuado cada vez más. Por otra parte, en general, la estética que tienen los alemanes cuando salen del diseño cool , prolijo, es muy fuerte. Su tradición expresionista está muy viva.
-Bauhaus y Ulm, sin embargo, son corrientes que divergen de esta tradición.
-Eran otras problemáticas. El diseño alemán de los últimos años ha puesto en evidencia que no hay un universo único para el diseño, como todavía parecía proclamarlo Ulm. Inclusive ocurre eso con el bel design italiano. Recién con Memphis se produce el gran quiebre. Lo que puede ser interesante de esta exposición para el común de la gente es que manifiesta la amplitud de discursos que puede haber en el diseño industrial actual.
-La diferencia entre arte y diseño está dada por la funcionalidad, sostiene usted. Pero en algunos casos, ese límite está determinado sólo por el contexto.
-Es cierto que hay una zona en la que arte y diseño se superponen. Dentro de la propia teoría del diseño aparecen estos cuestionamientos. Al desfuncionalizar un objeto, se puede transformar en obra de arte. Pero también se podría dar la operación contraria.
-El hecho de que Nuevo diseño alemán se presente en una sala de exposiciones también está cuestionando esos límites.
-Hay una tendencia de diseño que se acerca mucho al arte, pero eso no quiere decir que reemplaza al diseño de producción industrial, como el de la empresa Braun. El título Nuevo diseño alemán no me parece el más feliz. Es nuevo por novedoso, pero no porque reemplace a lo anterior.
-¿Cómo influirá esta muestra en los diseñadores argentinos?
-Creo que va a ayudar a mostrar que el diseño no es sólo alta tecnología. Y aporta datos y formación como para que algunos empresarios puedan darse cuenta de que ciertos elementos de productos ya utilizados pueden dar nuevos productos si se los utiliza ingeniosamente.
-¿Qué piensa de la propuesta de que el diseñador se convierta en productor?
-No me convence mucho, porque así los diseñadores diseñarían menos y los productores desaparecerían. La tarea del productor es demasiado compleja como para que la asuma el diseñador. Apenas podría diseñar unos pocos objetos, porque el resto del tiempo debería dedicarlo a la producción.
-Muchos de los objetos de esta muestra remiten a una estética industrial. ¿Eso responde a algún tipo de imaginario social alemán?
-Esta estética, en boga en los años ochenta, también fue aplicada por los ingleses. Una estética de la ruina, de la destrucción, asociada al día después, a los efectos de la bomba. Hay en ellos una cierta agresión que le hace pensar al usuario que no se trata sólo de muebles, sino también de objetos que cuestionan una realidad, que proponen una estética y un concepto. Tienen una lectura política fuerte, muy afín, por otra parte, a todo el arte y la cultura alemanes.
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