Dos voces de la historia
No hace mucho tuvimos la satisfacción de señalar en estas páginas la calidad literaria de El delicado umbral de la tempestad , de Jorge Castelli, libro merecedor del Premio LA NACION de novela 2000 que nos descubrió la presencia de un novelista al que auguramos entonces un brillante futuro. Dicho futuro se hace presente en Las campanas de la revolución , última creación de este autor porteño, de 47 años, que obtuvo también, además del mencionado, otros premios en España, Francia y los Estados Unidos.
A lo largo de sesenta y siete capítulos, algunos de apenas dos o tres renglones, Castelli desarrolla un tenso contrapunto entre las voces de dos personajes históricos: el doctor Mariano Moreno, secretario de la flamante Junta de Gobierno, y el capitán de navío Santiago de Liniers y Bremond, ex virrey y héroe de la lucha contra las invasiones inglesas.
El 28 de julio de 1810 la Junta ha dado a conocer el decreto por el cual ordena capturar y ejecutar en el acto a Liniers y a sus compañeros de conspiración. Algunos miembros del elenco gobernante mostraron cierta reticencia ante la medida, pero Moreno, su inspirador, está convencido de que quien se oponga al nuevo gobierno, acosado ya por enemigos externos e internos, debe ser drásticamente escarmentado.
El relato comienza cuando Liniers, aprehendido junto con los suyos cerca de la posta de Cabeza de Tigre, en la provincia de Córdoba, es informado por Manuel Castelli -que ha viajado en representación de la Junta- de que le restan cuatro horas de vida y debe prepararse para morir. En el curso de esas cuatro horas el ex virrey desgrana reflexiones, recuerda fragmentos de su vida y cuestiona severamente a Moreno, a quien ve como una especie de Robespierre al servicio de la Gran Bretaña. Por su parte, Moreno medita sobre el destino de la patria, evoca también instantes de su vida y se esfuerza por convencerse a sí mismo respecto de la decisión de eliminar a Liniers, al que considera un traidor. Son dos visiones y razonamientos antagónicos, aunque asumidos con parejo sentido del honor y la dignidad por sus protagonistas, que al ser recreados en esta original novela alcanzan momentos de una grandeza trágica, especialmente en los parlamentos de Liniers a medida que se aproxima su final.
Las últimas palabras de un capítulo se repiten siempre al comienzo del capítulo siguiente, lo que da continuidad a voces y pensamientos distintos. Destacamos el ritmo, la tensión y el progresivo crescendo de una trama casi inexistente, sólo sustentada en juicios y evocaciones, pero con un interés que emana, sin duda, del logrado tratamiento literario. Hay pasajes como el recuerdo de la escena de amor entre Liniers y Ana Perichon o diálogos, como el de Moreno con su futura suegra y el posterior pedido de la mano de Guadalupe Cuenca, que revelan el notable don narrativo de Jorge Castelli. Capacidad que se manifiesta también, conmovedoramente, en los últimos capítulos, breves y entrecortados, cuando minutos antes del fusilamiento Liniers oye el canto de un pájaro que parte en dos el silencio de la tarde. Allá lejos, en Buenos Aires, las campanas de la revolución doblan esta vez por una muerte que iniciará la interminable historia de sangrientas confrontaciones y desencuentros entre los argentinos.