Arte | Muestras. El alma al desnudo
Las obras de Marcia Schvartz que exhibe el Muntref dejan ver la coherencia de una artista audaz que solo se parece a sí misma
Marcia Schvartz ocupa con su muestra El ánima todas las salas del Museo de la Universidad de Tres de Febrero (Muntref). El campus universitario de Caseros reafirma con esta exposición, curada por Gabriel Levinas, los aciertos ya acreditados en el rescate de Gertrudis Chale y las muestras antológicas dedicadas a Demetrio Urruchúa, Antonio Berni, Carlos Gorriarena. Marcia Schvartz se enrola en esta línea creativa de indeleble imagen argentina.
Esta marca de origen persistió a pesar de los años vividos en el exilio durante la última dictadura militar. Marcia (Buenos Aires, 24 de marzo de 1955) era muy joven y ya había desechado los estudios en la Escuela de Bellas Artes. Pasó rápidamente por los talleres de Aída Carballo, Ricardo Carreira y Luis Felipe Noé, para recalar en sí misma para siempre.
Los ánimos cambian pero el ánima permanece. Integrada por obra inédita, reciente y de años anteriores, la muestra testimonia la coherencia interna de esta artista intrépida, audaz, provocadora. Pero no debe creerse que Schvartz busca la provocación deliberada, aquella que otrora -dicen- espantaba al burgués. Ella, sencillamente, lo ignora. Como se desentiende también del discurso esotérico, plagado de citas, o del mercadeo de buena parte de la crítica actual.
Schvartz tomó partido y es el de la vida precaria, cotidiana, de seres anónimos, marginados por la sociedad, la miseria, o la autoexclusión de poetas y locos, sus prójimos. De esta cantera surge la imagen de la artista, sin concesiones, con fuerte probabilidad de sobresaltos. Y vaya si los sobresaltos imantan El ánima . En el piano nobile del Muntref, Levinas dispuso las últimas obras que alternan cerámicas, técnicas mixtas, collages , imágenes figurativas y abstractas que no se evaden del espíritu testimonial de una época aciaga. Schvartz no narra, presenta en imagen viva lo palpable y lo onírico, el mito y la realidad.
En el subsuelo se exhiben producciones de décadas anteriores, lo que permite confirmar la precoz madurez de Schvartz. Con legitimidad, conviven los desenfados asumidos por los protagonistas del under porteño, teatral o plástico, y la falta de opciones más íntimas para el "groncho" que se asea en la pileta del patio del inquilinato ( El baño del morocho , 1989).
El dibujo atraviesa cada período y desde las obras iniciales resuelve la figuración en términos propios. Alguna crítica habla de deformación expresionista. Se trata, sin embargo, de lenguaje personal; las licencias anatómicas que reclama la mímesis verista son sustituidas por la razón plástica. En la muestra proliferan los hallazgos de verdadera pintora. Se dan en Riachuelo (técnica mixta, 2006) y en los retratos a carbonilla iluminada sobre arpillera. Desde la monocromía y el trazo definidor, Schvartz traza un arco hacia el brochazo casi abstracto de Riachuelo . El paisaje boquense, tanguero, raigal es tanto una transfiguración de lo real como un estado del alma prefigurado por Amiel.
Los escalofríos tanáticos remiten a la realidad aciaga y al mito que conjura el miedo desde la metáfora. Violentos escorzos -la "divina desproporción", advertida por Arturo Carrera-, criaturas vociferantes, furias viscerales son la raíz de la serie Erinias . El mito griego y la pintura negra de Goya rondan alrededor de estas imágenes de formas y colores estremecedores.
También la materia concurre y se rebela en estas obras. Schvartz se identifica con las texturas del cardón, la corteza, la lana, la arena, las caracolas y conchillas que sobrecargan las imágenes precedentes de la serie "guaranítica". Este diálogo entre la materia que revela su potencia y la imagen significante, metafórica y confesional ilumina los entresijos, las entrañas de la historia nacional reciente y de la condición humana. Es la versión de Marcia Schvartz, esta marciana tan irremediablemente argentina.
FICHA.
adn*SCHVARTZ
lanacionar