El castellano como puente a la consagración mundial
Por Claudio Magris
La Historia universal (que Hegel descanse en paz) no es el Juicio Universal, y mucho menos lo es el éxito. Si Nievo no ha obtenido en el mundo lo que se merece, peor para el mundo. Y es interés de este último -de los hombres, de los lectores- más que de Nievo, que llegue por fin su hora. Puede ser que la reciente y espléndida versión de José Ramón Monreal, publicada con gusto finísimo por la editorial Acantilado de Barcelona, sea el signo de que esta hora se aproxima. No es casual que esto suceda en España, hoy y desde hace algunos lustros, el país culturalmente más receptivo y abierto del mundo, dispuesto a reconocer la genialidad de otros en formas incluso alejadas de su propia tradición, menos esclavo de ese blablá mediático-cultural.
La novela fue saludada con entusiasmo por Jesús Ferrero de El País, que ha puesto en evidencia la extraordinaria capacidad del texto de captar la profundidad y la extensión de la vida. Diarios y blogs, a menudo más atentos que el papel impreso, han hablado de ello. Ha sido celebrada por la "conflagración de significados y destinos" en la palabra del protagonista que cuenta su vida y por particulares momentos de gracia como "el retrato fulminante de Napoleón". Ha sido subrayada la capacidad -cada vez menos frecuente- de "catarsis" que la novela consiente. Javier Rodríguez Marcos ha puesto en evidencia, siempre en El País, la transformación histórica de Italia y especialmente en Europa -una transformación que es la base de la modernidad- y que la novela sabe captar y relatar. Otros, como Patricia Morodo, han señalado la copresencia del drama, de la serenidad irónica y de la levedad con que se representa la tragedia, que es un signo de su grandeza. Vaya a saber si una de las lenguas más difundidas del mundo, como el castellano, terminará por contribuir sustancialmente al reconocimiento mundial que la novela se merece.
[Traducción de Alejandro Patat]
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