El futuro ya llegó
Los años traen cosas buenas y cosas no tan buenas. Con las segundas no es necesario entretenerse; aunque no resulten cómodas, siempre es mejor que lleguen. Entre las buenas, por otro lado, está la perspectiva. Tenía ocho años cuando devaluaron por primera vez la moneda. Un concepto clave de la civilización (es decir, cuánto vale la plata) quedó destrozado con esa experiencia económico-traumática. Desde entonces, vi todo: golpes, corralitos, violencia política, una guerra, inflación desquiciada, pobreza fuera de control, y sigue la lista. Ahora, de pronto, vuelvo a ver a la clase política hablando en futuro, y, lo confieso, me enfurece.
“Vamos a hacer una Argentina mejor”, “La política tiene que madurar”, “Nuestra sociedad se merece una dirigencia mejor” y el “Tenemos que honrar nuestra deuda con la gente” son lemas entre delirantes y ridículos, porque hace cuarenta o cincuenta años decían las mismas cosas, calcadas. Pues bien, ese porvenir del que estaban hablando hace cuatro décadas ya llegó. Es hoy. Es ahora. ¿Y pese a eso siguen hablando en futuro? Pregunto, y es con respeto, aunque también con impaciencia, porque se nos va la vida: ¿tienen una fecha aproximada de cuándo van a hacer todas las cosas que vienen diciendo que piensan hacer?