"El gran error es eludir las instituciones"
Pablo Mendelevich
LA NACION
"Existe una fuerte tradición argentina movimientista y delegativa. No sólo el peronismo; en su tradición histórica, también el radicalismo. La idea es que, una vez elegido, el presidente o la presidenta sienten no sólo el derecho, sino también la obligación de gobernar según les parece mejor, sin restricciones institucionales, que serían simplemente molestias impuestas por el régimen democrático a las que hay que tratar de eludir", dice Guillermo O’Donnell, abogado y doctor en Ciencia Política.
O’Donnell, nacido en 1936, acaba de publicar una serie de trabajos escritos durante los primeros años del último régimen militar. De allí el nombre del libro: Catacumbas (editorial Prometeo).
En esos textos, O’Donnell vuelve sobre sus más célebres aportes teóricos a la ciencia política, en especial al Estado burocrático autoritario. Sus reflexiones sobre la democracia, a la que entonces –a la luz de los procesos de Portugal y de España– trataba como meta apetecible, adquieren ahora un significado especial, y no sólo porque se cumple un cuarto de siglo del repliegue del golpismo. Hace apenas seis meses que O´Donnell volvió a vivir en la Argentina, de donde se había ido en 1979.
Cierto es que fue y vino incontables veces. "Cuando uno se va de esa manera, nunca está del todo en otro lado", dirá ahora. En todo caso, el mundo lo acogió y lo reconoció, de otro modo este argentino doctorado en la Universidad de Yale no habría sido presidente de la Asociación Internacional de Ciencia Política ni saltado entre San Pablo, Notre Dame, Oxford y Cambridge con sus teorías originales e influyentes.
En su casa de San Telmo aún entran y salen los pintores. O´Donnell se excusa por no estar empapado de los pormenores del ajetreo político local, mero atajo para rehusar con cortesía las preguntas que lo incitan a abordar el presente terrenal. Se entusiasmará, sin embargo, al coincidir con Hermes Binner -sin nombrarlo- en cuanto a la necesidad de que las coaliciones partidarias se basen en coincidencias programáticas y no en otra cosa.
-¿Cómo fue trabajar en ciencias políticas durante la dictadura?
-En 1975, con un grupo de colegas llegamos a la conclusión de que se venía un nuevo episodio y que la dictadura militar iba a ser mucho más terrible y decidimos ver si podíamos crear un pequeño espacio de libertad intelectual académica.
-¿Se podía saber, en 1975, que la siguiente dictadura sería "mucho más terrible"? ¿De qué manera?
-Por el grado de violencia y odios que se había desatado de todos lados. Yo había estudiado el período llamado burocrático autoritario anterior, un libro que pude publicar después del "Proceso", y estábamos convencidos de que la reacción represiva sería global y brutal. Me parecía de una lamentable obviedad y daba una terrible impotencia no poder pararla. Una de las grandes cosas de estos 25 años es que se ha interrumpido esa ola de venganzas y contravenganzas, que la gente con suficiente odio, que nunca falta, puede retrotraerlas a las luchas de unitarios y federales. Esa dialéctica llegó a su paroxismo en el período anterior y posterior al golpe.
Afable, con alguna sutil gesticulación que recuerda la cadencia de su hermano Pacho, Guillermo O´Donnell desemboca en la cuestión de los 70 vista desde hoy. "Quiero ser ecuánime", dice. "Creo que el mal absoluto es el hecho de un Estado que se convierte en clandestino y que clandestinizado mata sistemáticamente. Un Estado que al privatizar su violencia se niega como Estado y como público: ése es el mal más imperdonable. Pero también creo que es justo recordar -y en ese sentido el libro de Ceferino Reato ( Operación Traviata ) me parece muy oportuno- que del otro lado se concibieron actos de violencia terribles e injustificables. No fue solamente Rucci: fue Alonso, fue Coria. Había una especie de cruel paradoja, en la cual las organizaciones guerrilleras mataban a algunos dirigentes, mientras la Triple A y después los escondidos del «Proceso» mataban a muchos dirigentes sindicales de base. Es importante recordar que la clase trabajadora fue asesinada a dos puntas. También las organizaciones guerrilleras asesinaron a Mor Roig, que era para Balbín, personal y políticamente, no menos que Rucci para Perón. De manera que los Montoneros asesinan a las personas más importantes y más cercanas a estos líderes de la política argentina; para no contar los horrores de cautiverio y la muerte de Larrabure, y una larga lista. Aunque no sean crímenes de lesa humanidad en el sentido jurídico, es muy importante también recordar y no eximir de culpa de esta horrible violencia a todos sus perpetradores."
-¿Cómo se tramita eso? Porque en la medida en que para la Justicia esos crímenes no son equiparables, los de las organizaciones guerrilleras quedan impunes.
-La impunidad legal no quita el recuerdo. Venimos de un período en el que el nunca más tenemos que aplicarlo a toda esa violencia. Es escalofriante revivir la idealización de la muerte y la violencia que hacían todos. Matar era considerado un valor positivo supremo.
-Hoy, algunos montoneros dicen que se trató de una cuestión "epocal", que ajustaron su modo de lucha a lo que correspondía a la época .
-Es cierto, pero el hecho de que gente adulta, que arrastraba a muchos jóvenes, participara de eso, aunque lo hicieran otros, no los exime de responsabilidad. Cierta madurez personal y colectiva lleva a asumir la crítica histórica de que los argentinos hemos encontrado excelentes motivos para matarnos unos a otros, desde los unitarios y federales.
-La democracia de este cuarto de siglo funcionó en ese aspecto, pero a la vez algo falló. ¿Tenemos una democracia deficitaria?
-La base de todo esto está en una fuerte tradición argentina movimientista y delegativa. No sólo el peronismo; en su tradición histórica, también el radicalismo. Esta concepción movimientista totalizante lleva a patrones de democracia delegativa, democrática porque las autoridades resultan de elecciones razonablemente limpias. Pero la idea es que una vez elegido, el presidente o la presidenta sienten el derecho, si no también la obligación, de gobernar según les parece mejor, sin restricciones institucionales, que serían simplemente molestias impuestas por el régimen democrático a las que hay que tratar de eludir, cooptar, anular, hacerlas lo más inefectivas posible, para que el Ejecutivo elegido decida frente a sí lo que mejor le parece para el país, bien o mal, en mala o buena fe. Esa forma de concebir el poder es intrínsecamente antiinstitucionalista.
-¿Y se apoya en la renovación de sucesivas emergencias económicas y en las excepcionalidades?
-No le viene nada mal la declaración de la emergencia, pero yo agregaría que está esa idea de que "yo gané, entonces tengo derecho a dirigir el país de acuerdo con lo que a mí me parece, y vos que perdiste lo único que podés hacer es esperar hasta las próximas elecciones a ver si ganás, y tal vez tengas derecho de hacer las cosas inconsultas que yo hago hoy". El enorme desafío de la política argentina es superar esta visión.
-¿Qué debería hacer la oposición?
-Todo partido o toda coalición de partidos, esté gobernando o no, lo que debería hacer es coincidir en bases programáticas. Oímos todo el tiempo frases de que hay que mejorar la calidad institucional, combatir la pobreza, que hay que mejorar la distribución del ingreso; son frases legítimas pero vacías, casi lugares comunes. Quien las dice no está diciendo nada. Mi sueño sería que, en próximas elecciones, los partidos presenten programas. ¿Cuáles son las grandes cuestiones que a nosotros nos importan? Cinco o seis. Respecto de eso vamos a hacer a, b, c, d? directamente o por intermedio del Legislativo. Mi sueño incluye que tanto los que perdieron como los que ganaron acepten observatorios en los cuales existan sectores respetables de la sociedad civil que observen y vayan marcando los intentos reales de cumplimiento o no de esos programas.
-Sin embargo, parecemos estar en las antípodas de esa idea. ¿Se acuerda de cuando Menem dijo "si hubiera dicho lo que iba a hacer no me votaba nadie"?
-El cinismo de Menem no es ninguna novedad. Pero otra cosa que hay que reconocerle a cualquier gobierno es que, aunque haya hecho con la más sabia previsión un programa de gobierno claro, que invite a votarlo (cosa que, aclaremos, ningún gobierno ha hecho), un mundo cambiante impone nuevas cuestiones frente a las cuales los gobiernos tiene la responsabilidad colectiva de tomar decisiones. Contra eso, mi sueño es que los partidos compitan en la Argentina sobre la base de programas mucho más específicos.
-No tenemos partidos políticos fuertes y prevalecen liderazgos de factura mediática. ¿Cómo hace en este contexto para revalorizar las plataformas?
-El de la personalización de los líderes políticos es un tema mundial, aunque se manifiesta con más severidad en la Argentina. De todas formas, a mí me impacta cuánta gente joven hay dentro de los partidos y, si fueran convocados, seguramente estarían dispuestos a donar tiempo y esfuerzos para hacer algo mucho más programático.
-¿Cree que la Argentina necesita un sistema bipartidista con un fuerte partido de centroizquierda y otro de centroderecha, como se ha dicho tantas veces?
-No, no me parece. No le tengo miedo al multipartidismo, un sistema en el que coexisten partidos con un mínimo de votos. Los sistemas multipartidarios expresan mucho mejor la complejidad de una sociedad.
-También se repite en forma insistente que el presidencialismo es poco menos que el culpable de los males argentinos. ¿Cree que hay que ir hacia un sistema parlamentario?
-No, no estoy de acuerdo con eso. El presidencialismo puede sobrevivir muy bien. Y me cuesta mucho imaginarme un sistema parlamentario hasta que no hayamos digerido estas tradiciones de las que hablábamos. Prefiero un presidencialismo institucionalizado.
El personaje
Guillermo O´Donnell
Doctorado: Ciencias Políticas
Edad: 72 años
Origen: es argentino
Trabajos destacados: aportes teóricos sobre Estado burocrático-autoritario y sobre las características de los procesos de transición a la democracia; desarrolló conceptos como democracia micro y democracia delegativa.
En el exterior: fue presidente de la Asociación Internacional de Ciencia Política
Parentesco: es hermano de Mario (Pacho) O´Donnell