El otro Argüelles
Cuando el lunes reciba el Konex de Platino, el empresario Marcelo Argüelles verá coronada con éxito una larga carrera en la industria farmacéutica al frente de BioSidus y, también, su callada pasión por la investigación, cuyo último logro fue noticia esta semana con el anuncio de que La Porteña, vaca "prototipo", producirá un 20 por ciento más de leche.
Pero Marcelo Argüelles tiene otra pasión desconocida por el gran público: la del coleccionista de arte y de autos vintages.
Es dueño de una de las más interesantes y valiosas colecciones de arte contemporáneo, que comenzó a fines de los noventa, bajo el sabio consejo de la zarina de las artes en la Argentina, la querida Ruth Bencacar, que nos dejó de manera inesperada en el umbral de este siglo.
Argüelles (55) y Vivi, su mujer, compran obras de Macchi, Porter y Siquier, en entre otros, expresando de esta forma la clara adhesión que sienten por el arte de las nuevas generaciones. Un camino que comparten con otros dos argentinos Hugo Sigman y Juan Vergez, ambos ligados a la industria farmacéutica y grandes coleccionistas de arte. El modelo siguen siendo los suizos de Basilea, ciudad que es cuna del arte y base de los laboratorios más grandes del planeta.
Lo más sorprendente del acervo reunido por Marcelo Argüelles son las banderas argentinas hechas por grandes artistas. Una manera de hacer patria o de mirar alto en el cielo, según se quiera expresar con la nostalgia propia del patio del colegio. Estas piezas excepcionales llevan la firma de artistas consagrados como Batlle Planas, Polesello, Eduardo Costa, Pablo Reynoso, Mónica van Asperen , Marcaccio, Benguria, Bertani, Facundo de Zuviría y, hasta, un escudo nacional hecho con canutillos por Karina Al Azem, conceptual de audaz impronta, casada con Roberto Pettinato y feliz madre de un niño llamado Leonardo.
La insignia que Belgrano nos legó es interpretada por técnicas tan diversas como son las burbujas de vidrio sopladas por Van Asperen; los papelitos voladores de domingo de fútbol en la fotografía de Dino Bruzzone o la inconfundible geometría de Rogelio Polesello.
Hombre de perfil bajo y de una discreción tan asombrosa como su capacidad de trabajo, Marcelo Argüelles disfruta caminando por Art Basel entre las obras de Julian Opie, Lucien Freud y Damián Hirst, pero también en el rodeo de sus caballos cuarto de milla, que también colecciona, en un campo de la provincia de Buenos Aires. Además cultiva arándanos, edita un par de revistas y recorre el mundo para visitar museos de autos y ferias de arte. Su última escala fue Mulhouse, una ciudad enclavada en la triple frontera de Alemania, Francia y Suiza que tiene el mayor museo de autos del mundo. En la colección brilla 100 modelos diferentes de la célebre Bugatti, esa joyita mecánica salida de la mente de Ettore integrante de una familia de genios. Su padre, Carlo Bugatti, firmó los muebles más exóticos y bellos que se conozcan, y su hermano Rembrandt eternizó en el bronce los animales del zoológico de Amberes, para convertirse en un escultor excepcionalmente dotado.
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