Conmovedora visita de Juan Pablo II a Francia. El Papa oró en Lourdes con los enfermos
Ante más de 160.000 fieles, pidió el don de la paz y dijo: "Siento con emoción que estoy llegando a la meta de mi peregrinación"
LOURDES.- El Papa, que ya no puede caminar, rodeado de inválidos que lo vitorean como a un héroe, llega en su trono móvil (silla de ruedas) a la Gruta de las Apariciones, el corazón de este santuario mariano, cerca de la una de la tarde.
Ayudado por sus colaboradores, con un esfuerzo sobrehumano, se arrodilla ante la imagen de la Virgen. Está más débil que nunca. Tanto, que casi pierde el equilibrio y flaquea. Sus colaboradores, alarmados, corren en su ayuda y vuelven a sentarlo. Frágil y sufriente, el Papa reza.
Así, con una serie de imágenes escalofriantes, Juan Pablo II, un icono del dolor, conmovió ayer a una multitud de unos 160.000 fieles -muchos de ellos, enfermos como él- que llegaron a este santuario milagroso. Un lugar sobrecogedor donde, al margen de dar un fuerte mensaje de esperanza, el Papa le imploró a la Virgen que el mundo obtuviera el "suspirado don de la paz".
"Que florezcan en nuestras almas sentimientos de perdón y hermandad. Que se depongan las armas y que en los corazones se apaguen el odio y la violencia. Que cada hombre pueda ver en el otro no a un enemigo para combatir, sino a un hermano para recibir y amar, y para construir junto a él un mundo mejor", pidió ante un mar de antorchas el Santo Padre, que por enésima vez no tuvo reparo en mostrar ante el mundo su deterioro físico, algo que emocionó a todos los presentes.
"Sólo un hombre santo como él, que hasta el final es testigo de la cruz de Cristo, puede hacernos sentir tan bien, reconfortados e iguales a los demás", dijo a LA NACION Jean-François Fontenoy, un inválido al borde de las lágrimas, huésped del Accueil Notre Dame, el mismo hogar de enfermos en el cual se alojó el Pontífice.
Peregrino entre peregrinos
La primera jornada de este breve pero intenso peregrinaje para celebrar el 150° aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción -en su 104° viaje internacional, que culminará hoy después de una misa al aire libre-, para el Papa fue agotadora.
Luego de ser recibido por el presidente francés, Jacques Chirac, que lo llamó "peregrino entre los peregrinos", el Santo Padre llegó en papamóvil a este santuario.
Los miles de fieles que lo esperaban a lo largo de un trayecto "blindado", lleno de vallados a raíz de imponentes medidas de seguridad, lo aclamaron como a un verdadero ídolo. "¡Viva el Papa! ¡Juan Pablo II, te quiere todo el mundo!", gritaban cientos de miles de peregrinos, muchos de ellos, en sillas de ruedas.
Tal como estaba previsto, Juan Pablo II se dirigió enseguida al corazón del santuario -la Gruta de las Apariciones-, donde, antes de ponerse a rezar ante la imagen de Nuestra Señora, tomó un vaso de agua milagrosa. Pese a que se cree que ésta puede curar, Juan Pablo II -que padece mal de Parkinson-, lo hizo como una señal de su devoción a la Virgen.
Además de perder el equilibrio y de mostrar un aspecto alarmante, el Papa no pudo leer el discurso que tenía previsto. Dirigido especialmente a los enfermos, éste fue leído por el cardenal francés Roger Etchegaray. "Comparto con vosotros un período de la vida marcado por el sufrimiento físico, pero no menos fecundo, en el marco del proyecto admirable de Dios", decía el mensaje papal.
Más tarde, luego de almorzar y descansar, acompañado por enfermos, voluntarios y médicos, el Papa participó de una impactante procesión, a bordo del papamóvil, en la que se rezó un rosario en forma multitudinaria, con los cinco misterios de la luz en cinco puntos simbólicos del santuario.
Al principio, otra vez delante de la gruta milagrosa, el Santo Padre dijo: "Siento con emoción que estoy llegando a la meta de mi peregrinación", frase que provocó gran revuelo porque enseguida fue interpretada como una alusión al final de su largo pontificado. Tanto es así que el vocero papal, Joaquín Navarro Valls, se vio obligado a aclarar: "Es obvio que el Santo Padre manifestó así sus sentimientos por el viaje a Lourdes, que él tanto esperaba [y que] "la gruta es la meta de su peregrinaje desde Roma a Lourdes".
En un viaje marcado por el sufrimiento del Papa, enfermo entre los enfermos y por un clima de fervor extraordinario por parte de la multitud, la jornada culminó con una impactante procesión "aux flambeaux" (de antorchas), en la que se anunció la fiesta de la Asunción de la Virgen, que se celebra hoy. Fue una procesión de la que el Pontífice, agotado, no participó, pero a la que le dio el puntapié inicial, desde la terraza del hogar de enfermos, cuando pronunció una súplica de paz. Con esfuerzo, voz ronca, y problemas de respiración, le pidió a la Virgen, con toda su energía, el "deseado don de la paz".