En una oscura ciudad futura
Burocracia, de Santiago Ambao, narra, con toques de la literatura de Borges y Kafka, una historia en que coinciden una trama policial y la corrupción política
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En la literatura de América latina, la ciudad imaginaria tiene una vasta trayectoria. Argirópolis, Santa María o la Medellín de Fernando Vallejo son apenas algunas de las urbes en las que se cruzan problemáticas ficcionales, políticas, sociales y utópicas y que, últimamente, se han vuelto territorios de extrañeza y de miedo. El argentino Santiago Ambao (Banfield, 1975), radicado en Barcelona, también ha imaginado una ciudad inquietante, aunque sin nombre. Y en ella transcurre Burocracia , novela con la que ganó en 2009 el Premio Joven de Narrativa convocado por la Fundación General de la Universidad Complutense de Madrid.
Isidro Rawson, el protagonista, trabaja desde hace siete años como inspector del Ministerio del Interior. Sumida su vida en un sinsentido crónico, recorre los portales sonoros que comenzaron a aparecer en la ciudad por arte de magia. Ésa es la tarea de los inspectores: constatar la existencia de cada nuevo portal y determinar su grado de interés para la seguridad nacional, confiscar luego la propiedad donde se encuentra y proceder a la instalación de una máquina o persona que se encargará de transcribir todo lo que allí se oye. Los portales aparecen en cualquier lugar (un armario, un baño) y permiten escuchar conversaciones cuyas fuentes se desconocen. La tarea prioritaria del gobierno es encontrar la relación entre los portales y sus fuentes, y para ello las dos áreas que compiten dentro del Poder Ejecutivo (la Inspección General y la Secretaría de Planificación General) invierten millones.
En la ciudad, el aparato burocrático es enorme, tanto como la voluntad de control y vigilancia; la corrupción y los arreglos políticos son moneda corriente y la persecución impositiva, brutal. Es un mundo sin Internet en el que la gente se comunica con servicios postales novedosos. Hay excluidos -gente que perdió la ciudadanía-, burócratas, políticos inescrupulosos, clases acomodadas, incontables empleados estatales, opositores y perseguidos, prostitutas-niñas, todos conviviendo en una ciudad cuya política apunta a la destrucción de la vida y el avasallamiento de los sujetos. La zona de los indeseables se concentra en el otrora bello Barrio Marítimo, donde diariamente una brigada recoge los cuerpos de los ancianos que se suicidan en el río contaminado por las fábricas y plataformas submarinas, cuya luminosidad, aunque siniestra, no carece de belleza. Los inspectores también se suicidan con frecuencia. En esta ciudad tan bien pensada se desarrolla una trama que tiene aspectos desigualmente interesantes. Isidro ve alterada su indolente rutina cuando reaparece su hermano Witold y le pide ayuda para reingresar en el sistema. Isidro ignora que integra una brigada clandestina, los Vanguardistas, que se ha propuesto salvar a las víctimas de la expropiación.
La historia avanza y profundiza la línea policial en paralelo con la corrupción política, y da un giro inesperado que instala nuevas y variadas posibilidades de lectura. Hay que señalar que lo mejor de Burocracia está en lo narrado, no en los diálogos; los personajes tienen aspectos desarrollados desparejamente, y las discusiones literarias que sostienen los Vanguardistas son poco novedosas y hasta innecesarias. Con todo, no se llega a opacar el loable trabajo de Ambao, cuyo texto entabla relación con temas y procedimientos borgeanos (el héroe y el traidor, entre ellos) y cuya ciudad, signada por cierto aire kafkiano, encuentra un digno lugar en la serie de las urbes literarias.
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