Entre la ficción y la historia
Prestigioso historiador, Félix Luna ya había expuesto su capacidad narrativa en la biografía novelada Soy Roca , así como sus dotes de creación poética en considerable cantidad de letras para canciones populares. Ahora se revela como un excelente novelista. Aunque el contexto en que se mueven sus personajes sea el de acontecimientos históricos reales, a veces puntillosamente descritos, Martín Aldama, un soldado de la Independencia es una novela cuya prosa mantiene el rítmico latido de una obra de imaginación tan dinámica como convincente. La historia y la ficción no se excluyen. Félix Luna inventa sin dejar de ceñirse a los hechos, ensambla hábilmente las peripecias novelescas con las históricas sin falsear unas ni otras.
El interés surge ya en la primera página, cuando a principios del siglo XIX en Buenos Aires, durante la procesión del Corpus Christi, la madre del protagonista le señala a uno de los canónigos y dice: "ése es tu padre..." El niño bastardo (él se denomina sacrílego) relata en primera persona, a partir de la terrible confesión de la madre, su historia de soldado voluntario en el regimiento de Patricios y su actuación en las invasiones inglesas, cuyo enérgico rechazo despierta en él y los suyos el orgullo de ser porteños. Siguen los sucesos que desembocarán en los días de mayo de 1810, cuando los porteños pasan a ser árbitros de la ciudad por encima de los poderes del virrey. Mientras tanto, el adolescente Martín se ha hecho amigo del gringuito John O´Brien, que le enseña a hablar en su idioma, y amante de la esposa de un comerciante y espía inglés. Es también por esa época cuando tiene por ordenanza al simpático Nicolás, un negro que por haber servido anteriormente a un poeta, recita versos del Siglo de Oro y, de pronto, hasta un verso de Borges que, naturalmente, como él mismo se lo advierte a Martín, "todavía no ha sido escrito".
La acción avanza al compás de los acontecimientos que van configurando la evolución del país durante la etapa en que la palabra patria se pronunciaba de modo natural y espontáneo. Martín participa en las batallas de Tucumán y Salta, donde crece su veneración por Belgrano, y mientras vive frustrados amores con la tucumana Eulalia, y con Evangelina después, la nación empieza a padecer el cruento alboroto de los caudillos. Hay breves pero agudas referencias al astuto Posadas, a su oportunista sobrino Alvear, al caprichoso Rondeau, al probo y refinado Juan Martín de Pueyrredónü en medio de certeros detalles costumbristas y hasta poéticas descripciones: "una grosería de estrellas caía sobre mí en esa noche apacible y fresca pero llena de pequeños ruidos misteriosos", "la mañana estaba fría como una hoja de acero pero de pronto empezaría el sol a hacer lo suyo. Un olorcito a pasto mojado venía del campo".
Obra de sostenida calidad, escrita con rico vocabulario, Martín Aldama, un soldado de la Independencia traza, sobre el tapiz de la historia nacional entre 1800 y 1820, el dibujo de unos personajes y unas situaciones que mantienen la atención del lector hasta la última página. En la advertencia final, Félix Luna expresa: "No sé si entonces habrá existido alguien parecido a Martín Aldama, pero confieso que durante la redacción de esta obra he llegado a querer a este criollito de San Telmo, hijo sacrílego, porteño acendrado, soldado por voluntad propia, enamorado ingenuo, admirador de Belgrano, partícipe menor de hechos trascendentes y testigo del temprano crecimiento de esto tan amado que es nuestra Argentina".
Félix Luna llegó a querer a ese criollito de San Telmo. El lector, seguramente, también. Haberlo logrado es, quizás, una de las mayores virtudes de la novela.