Etapas de un Movimiento
Los tres peronismos. Estado y poder económico 1946-1955/ 1973-1976/ 1989-1999 , de Roberto Sidicaro, propone al lector, ante todo, un bosquejo del itinerario de esa singular empresa político-social e ideológica que dominó la escena argentina en la segunda mitad del siglo XX: el movimiento peronista. En busca de un eje o vector que atravesara esa experiencia histórica tan variada, tan polifacética y tan difícil de reducir a los esquemas explicativos en boga, el autor ha preferido ocuparse de manera más específica de las relaciones entre el Estado y las clases propietarias en cada una de las etapas en que el peronismo se hizo cargo de la dirección del país, relegando a un papel más secundario, pero en absoluto irrelevante, los contenidos discursivos y los mecanismos de movilización que, sin lugar a dudas, constituyen algunos de los aspectos más significativos de la impronta peronista.
En tal sentido, uno de los aportes más notables de Los tres peronismos puede encontrarse en la rigurosa síntesis teórica y bibliográfica emprendida por Sidicaro -uno de los sociológos de trayectoria más reconocida en el tema en el ámbito nacional-, tarea verdaderamente abrumadora si se considera la profusión de interpretaciones, de críticas y de apologías que el movimiento peronista ha producido y provocado entre intelectuales, militantes, políticos, economistas y expertos de la más diversa formación ideológica y profesional. Por cierto, el carácter central que otorga Sidicaro al problema de las relaciones entre Estado y clases propietarias en la Argentina del siglo XX (problema que sobrepasa en mucho la esfera de las interpretaciones sobre la historia argentina, e incluso las reflexiones sobre los orígenes y características del peronismo) le permite situar su tema en el esquema más amplio de los debates académicos sobre el destino y las aspiraciones del capitalismo, argentino y mundial, entre la Segunda Guerra Mundial y los inicios del tercer milenio.
Así pues, observa Sidicaro, después de haberse presentado como una continuación mucho más legítima, consensual y popular de los modelos económicos de la década de 1930, desarrollados por los gobiernos conservadores para enfrentar los rigores de la crisis y de la guerra, el peronismo comenzó a verse cada vez más identificado entre los sectores empresarios con una vocación autoritaria y burocrática que ya venía siendo resistida antes de 1943. Hasta el comienzo de la indisputable hegemonía estadounidense, tras la Guerra de Corea, la experiencia peronista demostró ser una respuesta eficaz, dice el autor, a tendencias mundiales que le demostraban su capacidad de estimular la diversificación económica y la justicia social necesarias para la prosecución de un modelo argentino fundado en cierto equilibrio entre poder político, gestión burocrática y acumulación capitalista.
Sidicaro se esfuerza por demostrar de qué manera las crisis vividas, resueltas y asumidas por el movimiento peronista después de su caída en 1955 han corrido de manera paralela con los profundos cambios operados en el desarrollo del capitalismo y con la disolución del papel del Estado, que en la Argentina ha adquirido, en su opinión, matices verdaderamente trágicos durante la experiencia menemista de 1989-1999.
Es en esta crisis casi sin fin de la capacidad de negociación del Estado con los grandes sectores del capital donde Sidicaro encuentra la clave de las cambiantes coyunturas peronistas de 1973-1976 y de 1989-1999. En esas variables, conflictivas y casi siempre autodestructivas relaciones entre el poder político y el poder económico, el autor cree advertir los motivos del fracaso de la hegemonía sindical durante la tercera presidencia de Perón y el paradójico éxito de Menen, quien consolidó el éxito del modelo al costo de disolver -es cierto que tras el manifiesto fracaso de la experiencia alfosinista- los últimos restos de la capacidad de gestión, negociación y conducción política y económica que el Estado seguía reteniendo bajo su esfera de autoridad.
En su análisis de la década menemista, Sidicaro sintetiza con eficacia los matices locales de la globalización, abriendo camino a una compresión de la historia reciente que, aunque ya delineada en buena medida por intelectuales y políticos del período, viene a adquirir aquí una cristalización y una sistematización que deben anotarse entre los aportes del libro.
Es también en el estudio de la presidencia de Menen donde Sidicaro explora los cambios catastróficos operados a escala global por el fin de la Guerra Fría, por el "pensamiento único" y por la creciente privatización de los intereses y los objetivos de las políticas antaño consideradas públicas, y donde traza, entonces, un panorama más amplio para comprender el menemismo como parte de un período específico del desarrollo capitalista mundial. Y pese a sus esfuerzos de interpretación y de síntesis, no deja de llamar la atención del lector que tales esquemas interpretativos puedan aplicarse -con toda pericia en este caso- a un fenómeno que se creía tan singular y tan argentino como la experiencia fundada por Juan Domingo Perón.
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