Filosofía social: estrategias para que el "pueblo" no se confunda ni se corrompa con el "populismo"
De dos generaciones distintas, Luis Baliña y Marcos Jasminoy reflexionan sobre las condiciones del pensamiento "situado" en el aquí y el ahora
Si la filosofía social "no se hace la distraída", puede dar un importante aporte a un fenómeno que cruza toda la sociedad y urge atender: la pobreza. Lo afirman Luis Baliña y Marcos Jasminoy, de 66 y 28 años, respectivamente, representantes de dos generaciones de filósofos argentinos que comparten la pasión de poner el pensamiento al servicio de la realidad aquí y ahora. De ahí que el populismo y la grieta social no sean cuestiones ajenas a su práctica filosófica.
Hablan de lo real en un terreno intelectual copado por la dialéctica puramente discursiva. "¿De qué nos vamos a ocupar si no es de lo real? ¿Qué sentido tendría cuando hay realidades que gritan, que claman al cielo? No nos podemos pasar definiendo la esencia de no sé qué cosa; vivimos en una historia y estamos llamados a un servicio que tiene aspectos históricos", afirma Baliña, doctor en Filosofía especializado en los clásicos con una larga trayectoria académica en el país y el extranjero y creador de la cátedra de Pensamiento Latinoamericano que el viernes de la semana próxima se presentará en sociedad con una jornada en la Universidad Católica Argentina.
"La sociedad necesita, como lo necesita cada generación, que se le hagan presentes las verdades que ayudan a vivir. Y no me refiero a dar soluciones. Los argentinos somos especialistas en hablar del problema argentino, pero eso es una abstracción porque no existe «el» problema, sino «los» problemas argentinos", como la seguridad, la corrupción y una cuestión de fondo: una tercera parte de la sociedad está en condición de pobreza. La filosofía social no puede hacerse la distraída; es necesario conversar con los politólogos para ver cómo seguir", observa Baliña en un diálogo con LA NACION y con Jasminoy, uno de sus ex alumnos, licenciado en Filosofía, doctorando del Conicet y docente de metafísica.
El joven filósofo señala como una de las riquezas de quien estudia Filosofía o comparte con otros sus ideas, pensamientos o críticas la de "marcar un quiebre, una crisis que abre una grieta en la pared muchas veces sólida de nuestros prejuicios, esquemas, cositas bien ordenadas y con las que sobrevivimos en la cotidianidad. Y una vez que ese quiebre aparece ya no podemos cerrar los ojos".
Jasminoy se refiere a una experiencia personal. Lo que hoy se conoce como grieta social "no tiene nada que ver con esto; es una posición ideológica completamente estéril, porque una verdadera grieta abre a riquezas". En este caso, dice, luego de reflexionar un momento: "Quizás el rol de la filosofía sea plantear bien la pregunta", porque "muchas veces sólo se intenta sostener opiniones contrarias o se parte de creer que algo está bien planteado cuando quizá no lo esté".
Ambos pensadores también hablan con respeto y admiración del pueblo y reniegan del populismo. "Si la corrupción de lo mejor es lo peor -corruptio optimi pessima, decían los latinos- la corrupción del pueblo, que es lo mejor que tenemos, es el populismo", define Baliña.
Jasminoy piensa el pueblo "no como una categoría universal, genérica, sino con rostros cambiantes, concretos, únicos, y por eso algo dinámico que va cambiando en la historia. Si la persona se define a partir de una relación y el cuerpo y la carne en el que vivimos implican esas relaciones, la persona es verdaderamente persona cuando se abre y entra en relación, porque eso implica un encuentro y una dimensión de otro y la posibilidad de pensar un pueblo".
Coincide Baliña, para quien el pueblo es el sujeto y el objeto del bien común. "Es decir, el bien común se piensa desde el pueblo y para el pueblo; no se piensa para una masa, y mucho menos para una figura autoritaria. Pensar el populismo como corrupción de la noción de pueblo explica lo que está pasando en algunos lugares de América latina en estos días", explica. Y recuerda que, como afirmaba su colega argentino José Miguens, política sin pueblo tiene muchos nombres, todos vinculados al autoritarismo. "En ese caso, la polis queda sin el ciudadano: la masa. Y hoy el pueblo es pobre. Nos corresponde ver si esto es real, dejarnos interpelar por esta realidad para aceptarla, acompañarla y buscar en el pueblo y para el pueblo, caminos de libertad, de sentido, de realización. El nuestro es un servicio, un acompañamiento al pueblo y no un populismo. No hay que confundir la categoría pueblo con la de populismo que es un problema y no una solución".
Más leídas de Cultura
Discurso crítico. Contra “la devaluación de la cultura” y a favor de “la voz de los intelectuales”: quién es la escritora que abrirá la Feria
Día del Libro. De los debates en La Rural y la marcha por la universidad pública a los autores más buscados
Entrevista exclusiva. Alberto Manguel: “Argentina vive una pesadilla grotesca”