Fin de jornada
La rubia promociona lencería y es centro, eje e imán de la foto. A su alrededor está Lisboa, casi un sinónimo de melancolía, ciudad amable de negocios –aquí lo vemos– que cierran sus puertas apenas comienzan a menguar las luces del día. Hecha de mar, fados y poemas del desasosiego, Lisboa también es una ciudad de rutinas, habitada por seres que quizás jamás leyeron a Pessoa pero igual encarnan un resto de poesía a mano de quien lo quiera ver. Por eso la chica de la publicidad brilla en medio de una fachada más triste que anticuada. Son algo así como una anomalía ella, el gesto atrevido que sabe no volverse vulgar, la chispa aniñada, el guiño apenitas perverso. Hacia allí parece dirigirse la mirada del hombre de piloto y camisa azul. Y el dato informativo –las medidas contra el Covid se vienen relajando en Portugal– se convierte en mero detalle.