Fondos, modos y modas
Instalado como una prioridad en la agenda de algunos políticos, economistas y operadores, el proyecto de ley de mecenazgo, que ha ganado centimetraje mediático en las últimas semanas, no cambiará demasiado las cosas en los números, porque el porcentaje de exención impositiva es mínimo. Lo que puede modificarse sensiblemente, si encuentra luz verde en el camino legislativo, es la actitud.
El apoyo privado a proyectos culturales de interés público, cuando todos sabemos que las arcas están vacías, es una buena noticia, pero exigirá de inmediato reflexionar acerca del modelo que queremos, aunque esa palabra venga con su propia carga.
En la página opuesta se exhiben dos maneras de hacer las cosas. El modelo norteamericano, con una larga tradición filantrópica cuya mejor síntesis podría ser el aporte de Paul Mellon a la National Gallery de Washington, o el de los Rockefeller al MoMA, sienta sus bases en el más absoluto pragmatismo, aunque a veces las relaciones con el dinero de los sponsors tense la cuerda al máximo, como ha ocurrido con la exposición de Armani en el Guggenheim analizada por el colega de The New York Times.
En la vereda de enfrente, el sistema francés, sin ignorar las posibilidades que acerca el mecenazgo, deja en manos del Estado la toma de decisiones que sirvan para definir políticas y acepta el dinero de las empresas sin que esto signifique de ninguna manera desligarse de sus responsabilidades en cuestiones importantísimas como lo es el patrimonio.
La preservación de éste es un área más sensible, porque en muchos casos suele ser un obstáculo para la realización de grandes proyectos inmobiliarios, tema candente a propósito de la iniciación de las obras en la Estación Retiro. Casualmente, Francia hace muchos años tomó una decisión de peso cuando frenó la demolición de la Gare d´Orsay , donde pensaba construirse un hotel cinco estrellas, para destinar la formidable estructura a un museo del siglo XIX.
A Thomas Krens, director del Museo Guggenheim de Nueva York y campeón del marketing, no le ha temblado el pulso al aprobar la exposición de Armani que dejará 15 millones de dólares para futuros proyectos. Tampoco dudó al firmar un convenio con el Museo Hermitage para disponer libremente de las colecciones del museo a cambio de los dólares necesarios para arreglar las desvencijadas salas, tras setenta años de abandono.
En pocos meses más, millones de turistas con bermudas disfrutarán en el lobby de un hotel de Las Vegas de las pinturas francesas del museo ruso, previo pago del ticket de entrada para la caja de Krens.
aarteaga@lanacion.com.ar