Nota de tapa / Tiempo de homenajes. Hay que seguir mirándolo
Por Félix Bruzzone
La obra de Borges fue para mí un catalizador. Uno la lee y, si no le molesta o puede dejar a un lado esa irritación que suele producir su lengua, entiende rápido muchos de los mecanismos de la literatura: sus problemas de representación, sus posibilidades de operar sobre lo real, sus formas de apropiación y de producción. Leer unos pocos cuentos es entender todo eso. Es una obra literariamente explícita.
No sé si hoy tiene la misma fuerza que antes del encumbramiento de la obra de Puig, por ejemplo, que me resulta igual de didáctica y mucho más acorde con los problemas reales y literarios del siglo XXI. La vigencia de la obra de Borges quizás esté en esa capacidad de concentrar: su peso es el de un agujero negro, infinitamente denso, que se come todo. Ése sería para mí el movimiento. Y su contracara son las novelas de Puig, que más que concentrar hacen explotar todas las líneas.
Creo que hoy lo más interesante es rebuscar entre los restos de esa explosión; aunque, como se trata claramente de una explosión deudora de aquella concentración, a Borges hay que seguir mirándolo.
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