Ideales en conflicto
UN DESCANSO VERDADERO Por Amos Oz-(Siruela)-Trad.: Raquel García Lozano-449 páginas-($29,50)
En una historia al estilo de las de Chéjov, con esa apariencia de vida común acosada por oscuros conflictos subterráneos, irrumpe un personaje a lo Dostoyevski. Con esa alquimia se pone en marcha esta magnífica novela de Amos Oz, publicada en hebreo en 1982 y ahora en castellano por Siruela, editorial que ya había dado a conocer otras dos novelas suyas más recientes: No digas noche y Una pantera en el sótano .
La acción transcurre en Israel, a mediados de los sesenta, con dos grandes conflictos como trasfondo: la tensión con los vecinos árabes que desembocaría en la Guerra de los Seis Días, y los desencuentros entre la generación de los que forjaron el Estado de Israel -casi todos ellos, hombres y mujeres con grandes ideales, que llegaron a la tierra prometida huyendo de países donde su vida estaba en riesgo- y la de sus hijos, que se encuentran con un país ya hecho y, aunque lo defienden con las armas, parecen estar lejos de los sueños abrigados por la generación anterior.
En el kibbutz donde ocurre la mayoría de los hechos narrados, una antigua anécdota dejó un conflicto perpetuo. En tiempos del dominio británico, Eva, mujer de gran vitalidad y carácter, tuvo dos "Adanes". Uno, un ruso seductor, terminó descargando su revólver contra todas las personas en discordia, él mismo incluido, con mala puntería (todo un eco de Chéjov), y se fue a Miami, donde se hizo rico. El otro, Yolek, polaco como Eva y a la postre su marido, es un carismático dirigente laborista y secretario del kibbutz , antiguo luchador por la independencia y luego ministro, siempre ausente de sus papeles familiares. En 1939 (año del nacimiento de Oz en Jerusalén), Eva dio a luz a Yonatán, la identidad de cuyo padre quedará para siempre en la nebulosa.
Al comienzo del relato, Yonatán tiene veintiséis años y vive con Rimona, bella muchacha de maravillosa bondad o, según las malas lenguas (incluyendo la de Eva), una "retrasada" que ha perdido dos criaturas (la segunda en el parto). Yonatán se siente aplastado por su padre, sus mayores, el kibbutz , y sueña con irse adonde nadie lo conozca. Cuando está por hacerlo, aparece Azarías, joven ruso que perdió a su familia durante la Segunda Guerra y ansía establecerse en el kibbutz . El recién llegado, lector de Spinoza y visionario político lleno de ideales, enseguida establece con Yonatán una extraña relación, que pronto incluye a Rimona. Cuando finalmente Yonatán se va, dejando a Rimona con Azarías, cobra cierto protagonismo el último de esta extensa galería de personajes principales, Srulik, quien, sin ser brillante, posee una brillante sensatez tocada por el humor, y es el remplazante del ya enfermo Yolek como secretario del kibbutz .
Notable, e infrecuente en la novelística actual, es la gran cantidad de personajes principales, acompañados por otros tantos secundarios (uno de ellos, hermano de Yonatán, tiene el mismo nombre de pila que el autor), todos con personalidad propia que se manifiesta en las acciones y evoluciona con ellas, como en las grandes novelas decimonónicas.
El relato, enriquecido con oportunas dosis de un lirismo sobrio y magistral, avanza en una tercera persona que a veces se desliza hacia un nosotros genérico, como si encarnara al kibbutz a modo de voz colectiva, pero con la constante irrupción de monólogos interiores de los protagonistas. También hay encendidas cartas de Yolek que él mismo destruye sin enviar y, en la segunda mitad, largos pasajes del diario íntimo de Srulik.
El final, tras el viaje espiritual de Yonatán por el desierto, es una larga letanía, quizás un tanto demasiado dulce para lo que las pasiones en juego prometían (y acaso no se trate de dulzura sino de una trágica compasión a lo Chéjov), pero sin dejar de hacer honor a esta anagnórisis ordenadora de Srulik en su diario: "El dolor está anclado en el orden de las cosas". Esas palabras condicen con el título original de este libro, extractado de una oración hebrea por los muertos: algo así como "un descanso en paz".
Amos Oz obtuvo en 1998 el Premio Israel de Literatura, el más importante de su país, y es candidato al Nobel. Miembro del movimiento Paz ahora, en muchas de sus ficciones y ensayos abordó temas relacionados con la difícil convivencia entre árabes e israelíes.