La buena mano de un chef
UNASE una intriga policial -escójase su variante negra-, en ambiente afín al de la novela gótica, con cierto saber de divulgación (receta consagrada por Eco). Pero, aunque la receta parezca garantizada, el resultado depende de la mano del chef . Y De Prada no desentonaría en un buen restaurante.
La tempestad transcurre durante cuatro días en una Venecia íntima, bien documentada y estudiada. Allí llega un profesor de arte, autor de una tesis doctoral sobre el cuadro de Giorgione que da título al libro, para ver in situ su objeto de estudio. Inmediatamente, acaso demasiado, es testigo del asesinato de un falsificador y ladrón de obras de arte, y queda mezclado en la investigación. Completan los roles protagónicos el director del museo donde se exhibe la pintura de Giorgione, un policía entre honorable y turbio, un ex pescador (irregular mano de obra del asesinado), y tres damas relacionadas con los dos primeros, todas con su toque de erotismo pero una sola con el del amor (allí no hubo concesión al impacto fácil del sexo). Se unen así tres enigmas por investigar: el homicidio, la pintura y el amor.
La intriga policial está magníficamente estructurada y dosificada, más allá de cierta locuacidad en los personajes y de varios puntos que exigen la suspensión del juicio ordinario (ejemplo: dos matones intentan un asalto, ya en sí cargado de coincidencias, que se frustra por un mordiscón de oreja). El enigma artístico, junto a una información de divulgación bien documentada, exhibe varias generalizaciones y perogrulladas en tono tajante de grandes verdades. El tema amoroso, más connatural al enfoque íntimo del narrador protagonista (lo que unifica el relato), alcanza momentos de real intensidad, al margen del esquematismo y del regodeo supuestamente poético en algunas expresiones y repeticiones que inundan casi todo.
De Prada (1970), con dos libros de relatos, una novela y notas periodísticas, había cosechado desde 1995 premios, respetables ventas y el reconocimiento de algún consagrado. Con La tempestad obtuvo en 1997 el premio Planeta de España y el consecuente impacto en la prensa. Al igual que suele suceder con la versión vernácula, el premio dio lugar a rumores. Entre ellos el de que, tras haber sido otorgado por dos años a personas vinculadas con la televisión, se trató de cambiar la imagen recurriendo a un escritor en ascenso y acusado, por así decirlo, de exceso de literatura.
Pero hablar de exceso de literatura es una contradicción inadmisible. Es que, por encima de los rumores y suspicacias que tales premios generan, lo que hace De Prada, cuanto menos, tiene que ver con la literatura. Y eso se nota sobre todo cuando, al correr de la pluma, olvida sus regodeos, divulgaciones y promulgaciones y, en lugar de exhibir efectos o rotundidades, se deja llevar por la escritura, que es una forma de pensar (para el escritor y para el lector).