La Guerra de Malvinas, desde una pequeña goleta histórica
Resulta apresurado afirmar que una guerra termina cuando el ejército derrotado alza la bandera blanca. En verdad, la lucha sigue viva en los fantasmas que visitan las noches insomnes de los que pelearon.
En el caso de Roberto Herrscher, la Guerra de Malvinas siguió habitándolo durante 25 años, el tiempo que le llevó conjurar la experiencia en el libro Los viajes del Penélope. La historia del barco más viejo de la Guerra de Malvinas, que acaba de publicar Tusquets, una crónica de sus días como combatiente que incluye a un tiempo historias del archipiélago y los kelpers y el reflejo de antiguas gestas aventureras que tuvieron lugar en aquellas latitudes.
El elemento que hilvana los diferentes planos del relato es la goleta del título. En esa embarcación de madera de apenas 16 metros de eslora, ocupado en tareas de rescate y transporte pasó el autor la guerra. Y esa misma goleta lo llevó por el tiempo y el espacio a la hora de escribir, movido por la intuición de que esa segunda travesía le aportaría voces e historias para iluminar mejor lo que había ocurrido en esos meses de principios de 1982 en los que su vida estuvo en peligro.
"Este libro era una asignatura pendiente. Tardé casi 25 años en sentarme a escribirlo, porque primero necesitaba aprender a escuchar y a no juzgar -dice Herrscher, licenciado en Sociología y máster en periodismo por la Universidad de Columbia-. El impulso final me lo dio el barco, cuando, en 2004, descubrí su verdadero origen. Porque ésta es mi historia, pero también la de muchos otros, e incluye cosas que van más allá de la guerra."
Herrscher vio por primera vez al Penélope en la isla Aguila (Speedwell Island) el 8 de mayo de 1982. Tenía 19 años, hacía un mes que estaba en Malvinas y era el único conscripto en un grupo de siete hombres al que se le asignó la tarea de tripular aquella goleta decomisada a los lugareños. Formado en un colegio bilingüe de San Isidro, lo habían enviado a las islas como traductor. "El barco me cayó simpático, me gustó. Prefería estar en el mar a estar metido en un pozo", dice.
Para la crónica de sus días a bordo del Penélope, Herrscher apeló a sus recuerdos y a los de sus compañeros de tripulación. Así, narra la recorrida por el estrecho de San Carlos buscando sobrevivientes del ataque al buque Isla de los Estados, el vuelo rasante de los Sea Harriers ("cuando llegabas a verlos ya no estaban"), el bombardeo de la artillería naval inglesa que los sorprende en Bahía Fox, los resplandores lejanos de la batalla de Ganso Verde, el frío, el hambre y su idea de que la muerte lo encontraría antes de que pudiera terminar de leer The heart of the matter, la novela de Graham Greene que había encontrado en la casa de un funcionario inglés en Puerto Argentino.
Un refugio
"El Penélope era el refugio que uno necesita cuando está en medio de una experiencia extrema -cuenta Herrscher, que ha colaborado en los principales diarios argentinos y en revistas como Gatopardo y Etiqueta Negra-. Fue una especie de útero, y entre los tripulantes había una relación como de familia."
Allí conoce a Finlay Ferguson, un viejo lobo de mar que capitaneó el Penélope durante 19 años y que permanece a bordo algunas jornadas para explicarles a los argentinos los secretos de la nave, apenas días después de haber usado el barco para llevar a niños isleños a un lugar seguro.
Con Ferguson ("el más lejano y al mismo tiempo el más genuino súbdito de su majestad") se volverá a encontrar Herrscher 24 años después, en agosto de 2006, cuando vuelve a Malvinas a reencontrarse con su guerra y reconstruye, sobre la base de documentos y testimonios, los 78 años que pasó allí el Penélope transportando gente, ovejas y noticias de isla en isla, hasta convertirse en uno de los barcos más emblemáticos y queridos del archipiélago. Siguiendo la estela de la goleta, el autor rescata la historia de sus sucesivos dueños, gente que ha aprendido, a través de generaciones, a vivir en la lejanía y la soledad de las islas.
La última capa de la cebolla de este relato que se abre en círculos concéntricos lleva a la figura del héroe de la Primera Guerra Mundial Gunther Plüschow, aviador y explorador alemán que hizo construir el Penélope en 1927 y zarpó del puerto de Büsum, en el Mar del Norte, rumbo a Tierra del Fuego con el objetivo de llegar donde nadie había llegado.
La vuelta
Plüschow encontrará la muerte cuatro años después, cuando su avión se estrella en El Calafate, pero dejó un libro y un documental que registran la historia de su pasión. Allí aparece el Penélope, que entonces se llamaba Feuerland, nombre que la vieja goleta -a fin de cuentas, una sobreviviente- recupera el año pasado, cuando una sugestiva vuelta del destino la devuelve a Alemania.
"El Penélope es un barco con tres identidades, o de tres banderas -dice Herrscher, que dirige en Barcelona el máster en Periodismo BCNY-. La argentina, la kelper y la alemana. Yo quería ver un mismo objeto valorado desde distintas miradas, que son también distintas culturas."
Además de saldar su asignatura pendiente, con este libro que reúne las tres versiones del Penélope y que de algún modo acerca a los protagonistas de las tres etapas de su largo viaje, el autor también termina su misión. Después de todo, como traductor, Herrscher había sido enviado a las islas para que unos y otros se entendieran.