La historia detrás del cuadro robado: Santa Catalina, la musa que acompañó a Murillo hasta su muerte
Dedicó sus últimas pinceladas a Santa Catalina, figura que también inspiró el cuadro recuperado ayer en Montevideo tras haber desaparecido durante 35 años. Bartolomé Esteban Murillo, uno de los pintores españoles más conocidos fuera de su país, trabajaba en un gran lienzo destinado al altar mayor de la iglesia de los capuchinos de Cádiz cuando resbaló de un andamio. La caída le produjo una hernia que desencadenaría su muerte poco después, en abril de 1682.
Los temas religiosos representaban entonces la principal fuente de ingresos de los pintores. No sólo por los encargos de templos y conventos sino porque no podían faltar en ningún hogar, por modesto que fuera.
Murillo había nacido en 1617 en Sevilla, la misma ciudad natal de Diego Velázquez, 18 años mayor. Este último emigró a Madrid en 1623 para seguir una brillante carrera al servicio de rey Felipe IV y de su entorno, en un ambiente internacional y muy competitivo. Viajó a Francia y llegaría a convertirse en un gran maestro de la pintura universal.
Murillo, en cambio, se quedó trabajando en Sevilla y nunca salió de España. Pintó cientos de cuadros de devoción, para uso público y privado. Fueron muy codiciados durante el Romanticismo, cuando se volvió habitual adornar los oratorios de las viviendas de la nueva clase burguesa con pintura religiosa de siglos anteriores.
Una de sus obras dedicadas a Santa Catalina, copatrona de Europa e Italia y considerada una de las grandes místicas del siglo XIV, fue robada de la iglesia de Santa Catalina de Sevilla por los franceses durante la Guerra de la Independencia española en 1811. Según revela en su sitio web la Red Digital de Colecciones de Museos de España, fue copiada por el pintor francés Eugène Delacroix cuando la descubrió en la colección del Mariscal Soult. España logró recuperarla, y hoy se exhibe en la Fundación Focus-Abengoa de Sevilla.
La obra hallada ayer en Montevideo perteneció a la colección de Odilo Estévez, un inmigrante gallego que llegó a la Argentina a los 14 años en 1884, y que hizo una fortuna con la empresa yerbatera que fundó en Rosario. Él y su mujer, Firma, compraron en 1922 una casona con fachada de mármol ubicada frente a la plaza 25 de Mayo, que donarían a la ciudad en 1964 y que aloja hoy el museo que lleva el nombre de ambos.
Allí ingresó un grupo de paramilitares el 3 de noviembre de 1983. Tras amordazar a tres empleados retiraron las telas de los marcos de cinco obras y huyeron en auto. Entre ellas se contaba una Santa Catalina firmada por Murillo, que se estima estaría valuada en tres millones de euros.
Temas
Más leídas de Cultura
Premio en España. La escritora Carolina Esses ganó el Premio Tiflos de Poesía
"Adicto a la utopía". Pintores tucumanos rinden tributo a un maestro, con cariño
“Me echaron por ser Conti”. Despidieron de la Biblioteca Nacional al hijo del escritor desaparecido, con 35 años de antigüedad y a poco de jubilarse