La perfección del despojo
En contraste con los planos sobrios y elegantes de sus trabajos pasados, gruesas barras de colores, muchos de ellos estridentes, invaden los cuadros recientes que Juan José Cambre expone en Vasari
Una vez que el ojo se acostumbró a ver, en los intersticios de la tela de los cuadros de Juan José Cambre, un paisaje más mental que realista, ya no lo encuentra. En la línea sustractiva en que viene trabajando las obras -quitando objetos, borrando tema, reduciendo formas y vetando pinceladas-, parece haber llegado a la perfección del despojo. La maravilla del color que logra después de atravesar el obsesivo proceso de veladura tras veladura para que, en la superficie lisa, la vista se resbale hasta los bordes y se interrumpa levemente con las franjas que pinta, para poner en funcionamiento este nuevo dispositivo. Gruesas barras de colores, muchos de ellos estridentes hasta el uso de tonalidades flúo, invaden hoy sus cuadros como un ejército dispuesto a bombardear los planos sobrios y elegantes de sus trabajos pasados.
Sobriedad y elegancia parecen ser la piedra de toque para el sentido de la serie Secesión . Por un lado, una palabra que remite directamente al corazón del modernismo austríaco, la Secesión vienesa, movimiento que impulsaron Gustav Klimt, Koloman Moser y Joseph Olbrich. Esos que a fines del siglo XIX y comienzos del XX quisieron apaciguar los restos del academicismo todavía superviviente y darle a la Casa de los artistas de Viena una nueva línea de conducción y pensamiento. Por el otro, estas cualidades, también, sirven para tomarlas un poco burlonamente. Como si Cambre se hubiera cansado de tanta "elegancia y sobriedad" y quisiera salir del encasillamiento. O mejor dicho, nunca caer en la búsqueda de la elegancia, que es una cursilería.
Lo que define el verdadero sentido del término es la simpleza. La elegancia podría comprender la parsimonia creativa y la versatilidad en la utilización de los recursos, en la manipulación de los materiales, y la eficacia en la síntesis y el análisis. Este grupo de obras discute algo de esa idea, al tiempo que la lleva a cabo. Las gruesas líneas están a centímetros de referir a una convención imaginaria muy ligada a lo ordinario, en el sentido de cotidiano, y a lo vulgar: cortinas de plástico, degradé de colores, papeles de empapelar, pantone de pinturería. En la exhibición del procedimiento está la puesta en abismo de la idea: Cambre puede correr el riesgo de asomarse a ese acantilado sin riesgo de caer. Puede darse el lujo de resignificar el lema que se deja leer en la puerta de entrada de El Repollo de Oro, el edificio paradigmático del Secesionismo vienés: "A cada tiempo su arte y a cada arte su libertad".
Laura Isola