Instantáneas. La princesa sin corona
ENTRE las infinitas variedades de individuos que se dan en el mundo, hay dos clases bien diferenciadas: los que trabajan a tiempo completo y asumen con eficiente entusiasmo toda clase de responsabilidades y tareas, y aquellos otros que hacen sólo lo necesario para sobrevivir. A la primera de las clases citadas pertenece María Rosa Lojo. Esta linda e inteligente mujercita, joven todavía, es doctora en Filosofía y Letras e investigadora del Conicet, ha publicado una docena de libros, coordina ediciones para la Unesco, dicta cursos fuera y dentro del país, concurre a congresos de literatura (así, de pronto, pasa tres días en Ecuador o dos en Venezuela o cinco en Viena), ejerce la crítica literaria y, por último pero muy importante, maneja con igual eficacia su casa poblada por un marido y tres hijos. No obstante, mientras toma una taza de té, tiene el desatino de comentar: "¡Te fijaste qué cortos son los días; no alcanzan para nada!" Ahora, acaban de aparecer tres libros suyos: un sesudo ensayo, El símbolo . Poéticas, teorías, metatextos , publicado por la Universidad Autónoma de México; otro de poesía, Esperan la mañana verde , editado por El Francotirador, y una novela con Planeta, La princesa federal . Y si bien María Rosa comenta entusiasmada sus tres libros, a la novela se refiere con pasión:
-El personaje protagónico es Manuelita Rosas, una suerte de princesa sin corona por la posición que ocupó durante algo más de una década en el Río de la Plata.
-Entonces se trata de una novela histórica.
-Diría de reinvención histórica: no es una colección de anécdotas sino un trabajo de creación verbal y poética, como debe ser toda literatura.
-¿Qué período has tomado de la vida de Manuelita?
-Se trata de una retrospectiva general. La ubico en Londres, ya mujer anciana, a la que va a visitar un médico joven, descendiente de Bernardo Victorica, que fue el jefe de la policía rosista. Este joven tiene poco que ver con su abuelo. Ha ido a Londres a hacer unos seminarios y luego quiere ir a Viena a conocer a Sigmund Freud. Ya en Londres, desea ver a Manuela a raíz de haber encontrado entre las pertenencias de su padre un diario de un intelectual de la época rosista, Pedro de Angelis, hombre enigmático y contradictorio.
-Pepita Sabor escribió sobre De Angelis un libro magnífico.
-¡Ah, sí, me fue muy útil! Agradezco haberlo encontrado. Lo mismo que Las mujeres de Rosas , de María Sáenz Quesada. Este diario de mi invención, adjudicado a De Angelis, retrata a Manuela y al régimen de Rosas de manera tan incitante y provocativa, que lleva al joven médico a conocer a quien ejerció el poder al lado de su padre. Las grandes preguntas son: ¿quién fue ella realmente? ¿Qué papel desempeñó? ¿Víctima o cómplice? ¿Disfrutó del poder? Manuela se movió con gran destreza y diplomacia, sobre todo en los años difíciles de los bloqueos. Despertó pasiones que supo manejar. Pero es probable que siempre estuviera enamorada de Terrero, con el que finalmente se casó.
-¿Por qué la llamás Manuela en vez de Manuelita como todo el mundo?
-No sé. Quizá para romper el mito de la eterna niña, nacido de la compleja relación con el padre, que debió de incidir bastante en la edad, casi provecta para la época (treinta y seis años), en que se casó. En este asunto, como en los relacionados con el poder, elijo el juego de la ambigüedad, el más rico y el más ajustado a la realidad compleja y con claroscuros que fue esa realidad política argentina. En la conversación con Victorica, Manuela cuenta su pasado y habla de todos: de los padres, de Quiroga, de la traición de los Maza padre e hijo, de los años del bloqueo, y su relato se enfrenta y contrasta con el de De Angelis. La novela es un contrapunto de voces que van destejiendo un enigma. Además, esto es importante, trabaja la relación entre el erotismo, el poder y la seducción. Hay una mirada sobre el erotismo tanto femenino, desde el ángulo de Manuela, como masculino, desde el de De Angelis. Sin confundir lo erótico, que es la magia del deseo, con lo obsceno.
-Como suele hacerse a menudo ¿Queda bien o mal parada tu heroína?
-Mi Manuela tomó en determinado momento gran fuerza propia. Creció y me desbordó. Es una mujer inteligente que puede llegar al cinismo.
-Como muchos inteligentes.
-Sí, por supuesto. Es una mujer que acumuló una gran experiencia de vida. Es un ser complejo y humano que, como tal, hizo buenas y malas cosas. Tuvo una gran lealtad hacia aquello en que creyó y la tuvo hacia su padre, que no le hizo la vida amable después de que ella se casó.
-¿Cómo definirías tu libro?
-Como un texto de invención poética, de invención del lenguaje y de imaginación narrativa. Eso es lo que he querido hacer. No busco revelar secretos terribles sino iluminar ese mundo, que conocemos desde la época escolar, con una luz nueva y diferente. He tratado de que mi Manuela fuera un personaje cautivante. ¡Ojalá lo haya conseguido!.
María Esther Vázquez
(c)
La Nacion
lanacionar