
Libro recomendado. Corazones estallados, un ensayo sobre posthumanismo
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Allá por el siglo XIV, un poeta italiano llamado Petrarca escalaba un monte con un libro bajo el brazo. La metáfora de la elevación espiritual en consonancia con el esfuerzo que se desprendía de ese acto inauguraba el movimiento humanista, con la mirada puesta en la exploración de lo humano. Convencidos de que el conocimiento no es tarea fácil e inmediata, sus herederos contemporáneos, con los cuales a J. P. Zooey le gustaría tomarse una lata –o varias– de cerveza, deberán renunciar al uso de redes sociales y al consumo compulsivo de series de Netflix.
Estas dos últimas cosas son propias de lo que J. P. Zooey (y sus referentes, Houellebecq entre ellos) entiende –y fundamentalmente critica– como posthumanismo: "En la sociedad posthumanista, la comunidad no la realizan los cánones literarios, la fraternidad hacia los libres, el cultivo de una interioridad o la búsqueda de la igualdad entre humanos, sino alergias emocionales que se expanden y contagian a través de grandes medios y vehículos de viralización como las redes sociales".
Pero la contraposición detallada que expone Zooey entre ambos modelos de sociedad y conocimiento humanos en este libro deja clara su condición de excusa para hablar del poder político que los sustenta: las políticas de derecha y, más específicamente, su versión local, una forma política posthumanista que entiende lo público, la democracia representativa y el Estado como "escollos para el libre funcionamiento del flujo informativo y comercial". Los posthumanos con poca libido óptica hacia los libros y una lectoescritura plagada de "corazones" y "jajajás" que lo eligieron buscaban "un presidente psicopático, antipolítico, que se burle de la representación política", escribe.
Nacido en Buenos Aires en 1973, J. P. Zooey estudió Periodismo en la UBA, casa de estudios en la que actualmente es profesor de Ciencias de la Comunicación. Publicó varios libros de ficción: Los electrocutados (2011), Sol artificial (2009) y Te quiero (2014) son algunos. Hasta hace un tiempo, no se conocían fotos suyas, y "J. P. Zooey" es, por supuesto, un seudónimo (se llama Juan Pablo Ringelheim). Pero ¿cómo se autodefine J. P. Zooey? ¿Se autopercibe él también, como los primeros humanistas, por encima de "la tontera clase media posthumana"? En principio, tiene Facebook, Twitter e Instagram. Aunque, a su favor, argumenta: "Creo que produzco poco".

Corazones estallados. La política del posthumanismo es un libro de ensayos que contiene su propio making of, en este caso una entrevista al autor, en la que nos enteramos de que, por ejemplo, el consumo etílico tuvo un rol no menor dentro de sus condiciones de producción, a tono con el contexto socioeconómico en que se escribió ("Durante el gobierno de Macri, el único comercio que prosperó fue el de las cervecerías").
En los momentos en que se empiezan a extrañar las continuidades entre el humanismo y el posthumanismo (después de todo, están implícitas en el mismo prefijo "post"), Zooey repara la falta: "El humanismo, que ubicó al hombre en el centro del mundo para dominar científica y técnicamente a la naturaleza, creó también las condiciones para su autodestrucción bajo el devenir posthumanista".
Y nos recuerda, con una urgencia nunca antes tan necesaria, que cuando la empatía se clausura desaparece cualquier límite ético, y esto deriva en el desastre: "A quienes están abajo, el posthumano los arroja aún más abajo, a las vías, a las ruedas. Y goza con eso".




