Hechos y Figuras. Mallarmé, la moda y el estilo
Odile Baron Supervielle
PARA conmemorar el centenario de la muerte de Mallarmé, el Museo d´Orsay organizó una exposición que pude visitar últimamente. Es la primera vez que se realiza una muestra de esta envergadura sobre la obra del gran poeta. Manuscritos, cuadros, fotos, videos, maquetas, todo nos acerca a Mallarmé y nos hace penetrar en su mundo literario y familiar. Sería imposible hacer una enumeración completa de lo que se puede apreciar en esta ocasión. Mencionaré sólo algunas cosas.
Una parte de la exhibición está consagrada a Mallarmé como crítico de pintura y de música. El poeta defendió a artistas atacados en su momento como Manet, Degas, Renoir, o Debussy, que se inpiró en L´ aprés midi d´un faune , de Mallarmé, para crear la partitura homónima. Gauguin, por su parte, también se inpiró en L´aprés midi... para una de sus esculturas "salvajes", realizada durante su primera estadía en Tahiti (1881-1886). El pintor se la regaló a Mallarmé como testimonio de la influencia que éste había ejercido sobre él.
Las fotos ilustran tanto la vida doméstica del escritor como las célebres reuniones literarias que se hacían todos los martes en el departamento de Mallarmé en la rue de Rome, a las que concurrían artistas y autores famosos del fin de siglo.
La pequeña propiedad de los Mallarmé en Valvins, en los alrededores de París, era una fuente de dicha para el escritor. Se ocupaba del jardín, regaba las plantas, seguía con pasión cualquier manifestación de la naturaleza. Un día, cuando paseaba con Valéry, le dijo mientras le mostraba la llanura que empezaba a dorarse: "Mire, es el primer golpe de címbalo del otoño sobre la tierra".
También están expuestos los ejemplares (ocho en total) de La dernière mode . Mallarmé era su único colaborador y firmaba con numerosos pseudónimos: Zizi, Miss Satin, Olympe, Marguerite de Ponty. La revista ofrecía todo lo que podía interesar a un ama de casa de aquellos años: gastronomía, moda, deportes, espectáculos, viajes. Esa actividad periodística, aparentemente frívola en un hombre tan refinado y profundo como Mallarmé, sorprendía y sorprende aún a muchos. Para el escritor, era, en cambio, una manera de divertirse, de dar rienda suelta a su fantasía y a sus sueños. El primero en captar el valor de esos artículos fue Rémy de Gourmond: "Esas notas son una prueba fehaciente de que con el estilo se puede dejar el sello del talento en la descripción de un vestido o de una receta de cocina". No hay una sola página de La dernière mode en la que no se descubra una pieza de antología o algún brillante juego verbal, en la que no aparezca el insólito humor mallarmeano.
Me resultó muy interesante ver las maquetas que Mallarmé realizaba, personalmente y con mucho cuidado, para sus libros. Cotejarlas permite apreciar una evolución en la manera de elaborarlas. Las indicaciones se hacen cada vez más precisas. A las correcciones hechas en los márgenes, Mallarmé agregaba anotaciones con lápiz azul o colorado para marcar las líneas en blanco.
El poeta, que dedicaba mucho esfuerzo a la presentación de sus poemas, controlaba todas las etapas de la fabricación del libro. Siempre reafirmó la necesidad de que su obra apareciera desplegada en una página amplia, espaciosa, pues deploraba que la diagramación fuera densa. "Mi manera de escribir requiere espacio y que se me lea con facilidad, que la disposición de las líneas llame la atención del ojo" -afirmó-. Para ejemplificar la importancia que Mallarmé daba a la diagramación, se puede ver en la última sala, en una gran pared blanca, su poema "Un coup de dés...".
El día en que visité la exposición, también lo hacía Paul Auster, que estaba en París, para promover su película Lulu On The Bridge . Al verlo, me acordé de su entusiasmo por Mallarmé y de lo que había dicho sobre la traducción que había hecho de Pour un tombeau d´Anatole , en un reciente reportaje. Dijo en esa oportunidad: "Siempre tuve una gran admiración por la poesía de Mallarmé. Algunos de sus poemas han sido muy importantes para mí porque me condujeron, desde el punto de vista literario y filosófico, a una concepción en la que prima la pura estructura. Casi cada frase, cada palabra, significa algo distinto del sentido que le da el diccionario. Mallarmé practica así un singular impresionismo. Fue el primero en intentar esa experiencia.
La estética de Mallarmé permite pensar que el arte puede elevarse al nivel de la religión. Por mi parte, creo que eso es un poco peligroso, es como si uno se olvidase de que la vida cuenta más que el arte. Este debe surgir de la vida, pensarla, y no a la inversa. La primacía del arte sobre la vida aparta de los primeros impulsos, y eso no es bueno. Por eso considero notable Pour un tombeau d´Anatole . Hasta que no leí ese texto veía a Mallarmé como a un hombre frío y distante, y entonces me encontré con un ser lleno de pasión. Esa obra no es exactamente un poema. Son esbozos de pensamientos que Mallarmé anotaba mientras, noche tras noche, acompañaba la agonía de su hijo Anatole. Esos textos eran para él una oración. Mallarmé, por otra parte, los consideraba un fracaso literario, lo que los hace más conmovedores. A pesar de que la lectura de esas páginas fue para mí de vital importancia, nunca tuve la sensación de que un libro podía resolver problemas. Escribir es formularse preguntas y tratar de encontrarles una respuesta. Pero las soluciones siempre se escapan. A lo mejor, por eso, los escritores siguen escribiendo:no son científicos que resuelven ecuaciones. Nunca dan ninguna respuesta y aun menos cuando muere un hijo de ocho años".
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