Los intelectuales del mundo y LA NACION. “Me gustaría ver el Teatro Colón abierto”, dice Michael Kaiser
Lo afirma el director del Kennedy Center
Michael Kaiser estaba listo para algo grande ya desde el apellido. Desde hace tiempo es el césar del prestigioso Kennedy Center for the Performing Arts, de los Estados Unidos. Este gurú de las artes expresa su preocupación por el largo cierre del Teatro Colón; sostiene que esa situación no se condice con la tradición cultural argentina.
Kaiser, de 54 años, enseña a instituciones culturales de todo el mundo cómo mejorar la vida de la gente mediante música, danza, teatro, poesía y espectáculos. Lo suyo es la capacitación, el asesoramiento y la planificación en instituciones culturales para que aprendan a fortalecer el marketing en sus propuestas y sepan cómo y dónde se obtienen los recursos que las sostienen.
Apenas llegado a la Argentina para participar de un encuentro en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y dictar un simposio de dos días en la Cancillería, fue recibido con honores por las autoridades del área cultural de la Nación y de la ciudad de Buenos Aires.
Mañana, Kaiser será recibido por la presidenta Cristina Kirchner en la Casa Rosada. Pasado mañana será la entrega de las medallas de oro 2008 a Martha Argerich, Daniel Barenboim, Julio Bocca, Mercedes Sosa, Paloma Herrera y Norma Aleandro. El Comité Internacional del Kennedy Center, que se reúne dos veces por año en diversas capitales del mundo, sesiona esta semana en Buenos Aires.
Kaiser es uno de los mayores managers culturales del mundo. Un confeso adicto al trabajo, capaz de volar por medio planeta un fin de semana para estar un día y medio en Ramallah, Cisjordania, y asesorar a los artistas de los territorios palestinos. "No me preocupa dónde me encuentro un fin de semana, porque siempre estoy trabajando", dijo hace unos meses a The Washington Post . Su devoción por las artes lo ha llevado, incluso, a instalar un espectáculo gratuito cada día en el Kennedy Center para que toda la gente pueda disfrutar sin pagar un centavo.
Para 2009, este hombre vivaz y gentil, de quien el dirigente político Edward Kennedy dijo que es el mejor embajador que los Estados Unidos tienen en el orbe, se ha propuesto el desafío de mostrar en el corazón de la Gran Manzana lo mejor de la cultura de los países árabes. Ese objetivo lo llevó a un simposio en El Cairo, donde se reunió con 140 gestores y administradores culturales de 17 naciones árabes con vistas a organizar el encuentro del año próximo.
Un breve ejemplo de lo que Kaiser es capaz de transmitir a las organizaciones culturales está en su paso por la Royal Opera. En 18 meses recaudó US$ 100 millones y sacó a la institución de su peligroso estado de debilidad financiera.
-¿Cuáles son sus principales inquietudes en el mapa cultural mundial?
-No creo que estén faltando bailarines ni cantantes, ni compositores, ni artistas. Lo que me preocupa es cómo se les va a dar respaldo a todos ellos, qué organizaciones culturales estarán a la altura para darles trabajo. Me inquieta el estado financiero de las artes. Quizá porque es mi especialidad. Creo que no hay una buena capacitación sobre cómo administrar bien las instituciones culturales para poder aprovechar mejor el talento de los artistas.
-¿En qué países están mejor organizadas las instituciones culturales?
-Los Estados Unidos fuimos fundados por puritanos, que pensaban que la danza y la música eran moralmente malas. Entonces no tuvimos un respaldo cultural estatal, como el que tuvo la Argentina. Tuvimos que aprender otras formas de financiamiento para las organizaciones artísticas, que no son ni mejores ni peores. Son diferentes. Lo que está ocurriendo en todo el mundo es que los gobiernos quieren que las instituciones culturales encuentren otras formas de respaldo financiero. Los gobiernos no quieren involucrarse tanto como antes. Hay que aprender, entonces, algo de lo que hemos hecho en los Estados Unidos. Hay que aplicar la imaginación para encontrar los recursos. Y hay que tener imaginación para saber cómo aplicarlos. Esto no es difícil de aprender. No es neurocirugía. Es sentido común.
-¿Dónde advierte mayor urgencia en dar solución a este asunto?
-En todo el mundo El arte está allí, pero no se sabe cómo tomarlo y hacerlo accesible para la gente. Si, como en el Kennedy Center, nosotros tenemos mucha gente disfrutando cada día de un espectáculo distinto, sin tener que preocuparse por el pago de una entrada, es porque antes nos hemos preocupado por reunir los fondos. En cuanto a los países pobres, mi preocupación está en aquellos que han sufrido mucho, porque el arte es una forma de sanar.
-Sobre todo en países cuya cultura ha sido destrozada por la guerra, ¿no le parece?
-Un ejemplo de este proceso de sanación por el arte es Sudáfrica. Yo trabajé mucho tiempo en Johannesburgo. Durante el apartheid había un teatro, el Market Theater, que ayudaba a la gente a expresarse sobre el escenario. La gente que sufría tanto podía ver plasmados en escena su dolor y su angustia. Esto no resolvió el problema del apartheid , pero ayudó a aliviar a las personas.
-¿Qué opinión le merece la destrucción cultural de Irak desde la guerra?
-Yo visité Irak en el otoño boreal de 2003. Y además llevé a la Orquesta de Irak al Kennedy Center. Quiero ayudar a la reconstrucción cultural de ese país, porque la cultura solía desempeñar un papel en Irak.
-¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con la cultura árabe?
-No tengo ningún papel político ni profeso ideología alguna, pero estoy convencido de que los norteamericanos tendrían que conocer mucho más de cerca a otras personas. En el Kennedy Center estamos organizando, para 2009, un Festival de la Cultura Arabe (Arab Arts Festival) en Nueva York. Todo lo que los norteamericanos leen en los periódicos son noticias políticas sobre los árabes, pero también se trata de personas, y uno puede aprender muchas cosas eficaces sobre las personas cuando aprecia su cultura. Eso ayuda a comprenderse mejor, más allá del precio del petróleo. Uno no llegará a comprender al pueblo argentino sobre la base de reuniones con sus líderes políticos. Las artes son un buen camino para conocer más a un pueblo. Creo que los proyectos transversales culturales son muy vibrantes y tienen mucha energía. La Argentina y México están dando algunos de los artistas más asombrosos del mundo, pero no están haciendo suficientes espectáculos, incluso en sus propios países. Esto me entristece. Y me interesa el debate acerca de cómo las artes se pueden utilizar como una herramienta diplomática. También me gustaría resolver el problema de algunos países que no están educando a los chicos en el arte. En el Kennedy Center trabajamos con 11 millones de chicos como parte de un programa educativo.
-¿Cuánto conoce de la Argentina y sus artistas?
-No conozco mucho, debo decirlo, pero he trabajado con muchos artistas argentinos. Bailarines clásicos, como Paloma Herrera, y cantantes de ópera. Espero encontrarme, en este viaje, un conjunto de expresiones culturales muy diversas y artistas muy apasionados con su oficio. ¡También me gustaría ver el Teatro Colón abierto! Creo que los argentinos tienen un alto nivel de calidad. Aprendo mucho en mis cursos. Trabajo con ejemplos, no tanto de Estados Unidos como de México o Paquistán, y enseño cómo en esos países lograron superar sus problemas. Siempre me encuentro con un sentimiento generalizado de frustración que transmite la gente de la cultura.
-Usted ha ayudado al fortalecimiento de organizaciones culturales étnicas en EE.UU.
-Así es, tenemos 35 organizaciones afroamericanas, latinas, asiáticas e indígenas que han trabajado con el Kennedy Center. Nuestro enfoque ha sido que en un país como el nuestro, donde hay mucha filantropía privada, estas comunidades siempre han dependido de subsidios de gobiernos y de fundaciones. Pero no de los aportes de individuos. Esas organizaciones no habían logrado forjar esas donaciones. En eso he trabajado con ellos, para que se fortalecieran las donaciones individuales. En el Kennedy Center hemos creado un programa de capacitación para organizaciones culturales étnicas específicamente.
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