Milagro en el Palacio Errázuriz
Nuestro Museo Nacional de Arte Decorativo ya ha recibido las obras y está en pleno montaje de estas cuarenta y dos pinturas venidas de Italia, acertadamente bautizadas Meraviglie delle Marche ( Maravillas de Las Marcas ). "Maravillas" porque realmente lo son, ya que a pesar del extraordinario historial de exposiciones que ostenta Buenos Aires, es la primera vez -al menos hasta donde alcanzan mi memoria y las informaciones consultadas- que se presenta entre nosotros una muestra de similar cantidad y calidad sobre los seis siglos más fértiles e influyentes de la pintura italiana. "Maravillas" porque esa cuidada selección permite recorrer un jugoso itinerario artístico que decola con deliciosas tablas del Prerrenacimiento, se eleva con obras maestras del Renacimiento, atraviesa las turbulencias del manierismo y las tormentas visuales del Barroco para aterrizar, con todo su rico bagaje a cuestas, en las amplias playas académicas del siglo XIX.
"De Las Marcas" porque las obras proceden precisamente de museos, iglesias y colecciones de esa prolífica región del Adriático. Se me disculpará la analogía anatómica, muy poco académica sin duda, pero, dentro de la caleidoscópica diversidad que despliega la bota italiana, siempre he visto la silueta costera de Las Marcas como la imagen de los músculos gemelos de una pantorrilla que permanentemente ha impulsado la marcha y convocado a la acción.
Así, si bien esta selección incluye algunas pinturas de autores que nacieron y trabajaron fuera de Le Marche -Paolo Veneziano, Tiziano, Il Guercino, Del Piombo, etc.-, la gran mayoría corresponde a artistas oriundos de la región, como fueron el tardogótico Olivuccio da Ciccarello, los hermanos Zuccari, Barocci y el mismo Rafael Sanzio; Giovan Battista Salvi, más conocido con el alias de su lugar natal, Sassoferrato; Carlo Maratta, Lilli, Podesti y varios más, o pintores ilustres que trabajaron o se afincaron en esa zona, como los venecianos Carlo Crivelli y Lorenzo Lotto, el pisano Gentileschi o Melozzo da Forlì.
Para el museo que dirijo, esta exposición es una fiesta o más bien -tomando en cuenta la iconografía religiosa de gran parte de las obras y las esforzadas gestiones para concretarla en tiempo y forma- supone un milagro. En todo caso, las meraviglie que podremos disfrutar hasta fines de septiembre continúan la serie de muestras internacionales presentadas en nuestras salas, como fueron las antológicas de Dalí y Picasso en 1986, los dibujos de Ingres (1987), los tesoros antiguos del Kremlin (1988) y de diez museos de Macedonia (1996), la retrospectiva de Antoni Tàpies (1992), los bronces antiguos de China (2004), las esculturas de Rodin de la colección Slim (2008) o las de Houdon del Museo del Louvre (2008). Continuidad de un desfile de hitos del arte universal que han llegado, llegan y -ojalá- seguirán llegando a nuestro Museo Nacional de Arte Decorativo como embajadas capaces de ampliar el conocimiento, agitar las conciencias y alimentar el espíritu.
Alberto Bellucci