Murió Pablo Suárez, un artista renovador
Participó en el Instituto Di Tella
Pablo Suárez, uno de los artistas más prestigiosos y controvertidos de la generación surgida al comenzar la década del 60, falleció ayer en Buenos Aires, donde había nacido en 1937.
Pintor y escultor autodidacto, frecuentó en su juventud los medios bulliciosos de la bohemia porteña; fue una figura reconocida en el Bar Moderno, de Maipú y Paraguay, donde la idea de un arte nuevo circulaba de mesa en mesa; también se acercaba a los desvencijados talleres donde se experimentaban lenguajes y materiales heterodoxos. Comenzaba a gestarse la idea de la contracultura.
En 1961 presentó su primera exposición individual en la Galería Lirolay; tres años más tarde, en la misma galería, exhibió las muñecas bravas, con las que comenzó su inclinación hacia el grotesco. El arte, en ese tiempo, comenzaba a ser sacudido por nuevas experiencias artísticas como el pop, las ambientaciones y el happening. En ese contexto, colaboró con Marta Minujín y Rubén Santantonín en la realización de La Menesunda, una experiencia perturbadora que se presentó en 1965, no sin escándalo, en el Instituto Torcuato Di Tella.
Las exposiciones individuales y colectivas en las que participó se reiteraron casi sin pausa; en 1965 realizó dos muestras personales en Buenos Aires y una en Córdoba; integró exhibiciones en los museos de Arte Moderno y Nacional de Bellas Artes; fue invitado a mostrar su obra en Chicago, Caracas y la Cornell University, Ithaca, Nueva York. Ese mismo año obtuvo una beca para viajar a Estados Unidos.
En 1967 fue invitado para participar en las Experiencias Visuales del Instituto Di Tella. Un año después volvió a integrar las Experiencias, pero ya se había producido un cambio significativo en el mundo cultural del país, motivado por los acontecimientos políticos. Suárez distribuyó, durante la inauguración, una carta dirigida a Jorge Romero Brest, en la que anunciaba su rechazo a integrar la muestra "por imposibilidad moral" frente a la realidad del país.
Poco después participó en el "operativo" Tucumán arde con un conjunto rosarino y algunos porteños. Luego abandono la práctica artística. Más tarde retornó a ella por la vía de una pintura realista, poblada de macetas con malvones, de baldes solitarios y de paisajes humildes. Era evidente el homenaje a Alfredo Gramajo Gutiérrez y Fortunato Lacamera.
Entre 1983 y 1985, con la serie "Adiós a Mataderos", Suárez se inclinó hacia una pintura libre y subjetiva, con deformaciones grotescas e irónicas de los personajes representados. Poco después, las pinturas, esculturas e instalaciones se poblaron de hombres desnudos y de personajes marginales sumergidos en una atmósfera kitsch. Antes de finalizar la década de los ochenta realizó las pinturas y esculturas de la serie "Los trepadores", con hombrecillos que suben pirámides escalonadas.
En las últimas dos décadas afianzó su relación con el grotesco. Se advierten referencias a artistas que admiraba, como Cándido López, Florencio Molina Campos y Antonio Berni.
En 1991, Suárez integró el envío argentino a la Bienal Internacional de San Pablo; en 1999 obtuvo el primer premio adquisición de la Fundación Eduardo F. Costantini; en 1997 participó en la Bienal del Mercosur, Porto Alegre, Brasil, en el sector Vertiente Política. En 1994 enseñó en el Taller de Barracas, auspiciado por la Fundación Antorchas.
Pablo Suárez, que ahora residía en Colonia, Uruguay, presentó en 2005 su última exhibición, con obras inéditas sobre papel, en el ciclo "El artista como curador", dirigido por Laura Batkis, en el Centro Cultural San Martín.
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