Entrevista con Jean-Yves Calvez. "No hay pacificación posible sin un diálogo entre las dos partes"
Esa es la única vía para cerrar las heridas de los años 70, afirmó el intelectual francés
No hay forma más efectiva para cerrar definitivamente un capítulo sombrío de la historia argentina que un acercamiento y diálogo profundo entre las partes que hicieron de los años 70 una década lacerante. "Sin este diálogo no habrá pacificación posible", dice el sacerdote jesuita Jean-Yves Calvez, reconocido filósofo y teólogo francés que desde 1985 visita regularmente la Argentina.
Presidente del Foro Ecuménico Social, autor de "Las religiones y la guerra"y "Necesidad de trabajo", entre otros libros, Calvez habló ayer frente a un nutrido auditorio en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) sobre "La creación de una nueva dirigencia y cultura política". Sostuvo que aquella idea de "que se vayan todos" siempre fue una quimera. "La historia enseña, como en la ex URSS y en China, que los dirigentes políticos y administrativos tienden a mantenerse a través de los regímenes", lamentó.
Posteriormente, en una entrevista con LA NACION, subrayó la necesidad de todo el pueblo de poder mirar el futuro alivianado de viejos rencores.
"Me parece más importante el acercamiento de estos dos grupos con una palabra intercambiada de verdad y en la voluntad de ambas partes de sincerarse ante la sociedad, que cualquier procedimiento judicial que intente cerrar heridas. Lo han dicho los obispos, pero esta idea necesita más énfasis, un mayor consenso y un reclamo generalizado de la sociedad para que finalmente se concrete. Yo insistiría mucho en esto", dijo este hombre de 76 años, en un castellano impecable con leve acento francés.
-¿Cómo evalúa aquel desencanto y apatía hacia la clase política que observaba en 2002 frente al apoyo que la ciudadanía le dispensa hoy al presidente Kirchner?
-La mentalidad detrás del que se vayan todos está todavía latente. No percibo una gran confianza en la inmensa mayoría de los políticos. Hablo con taxistas y para ellos Ibarra o Macri son lo mismo... Para un extranjero como yo, Kirchner no aparece con un perfil totalmente definido. Transmite cierta incertidumbre e imprevisibilidad. Ha tomado, sí, decisiones sorprendentes, pero aún no ha presentado un programa que permita una evaluación más cabal. Por cómo llegó a la presidencia, entiendo que actúe con gestos fuertes.
-¿Desde su mirada política y religiosa, qué lectura hace de la anulación de las leyes de perdón?
-Este tipo de cosas sucede en los países donde se ha tapado todo tanto. Aunque la iniciativa del Presidente, su forma, es un poco especial. Pasó también en Polonia y en Rusia, cuando Yeltsin declaró criminal al Partido Comunista, a través de un decreto avalado por la Corte Suprema. No creo que sea posible salir exitosamente de tales situaciones sin que las partes se junten a conversar en un diálogo sincero para reconocer mutuos errores. Si algo así sucede, el pasado siempre vuelve.
-Hay también mucha incertidumbre sobre el rumbo o el desenlace que todo esto pueda tener.
-No quiero juzgar la iniciativa del Presidente, pero una vez que se vuelve sobre el pasado, hay que ver también cómo se sale. Para Kirchner mismo será un problema, con o sin juicios. Va a necesitar del apoyo de gente que haga posible un diálogo. Es el único modo de que su gesto pueda tener algún resultado efectivo. Esto mismo hizo en Sudáfrica el reverendo Desmond Tutu, premio Nobel de la Paz, para dejar atrás las heridas del apartheid. Ruanda también lo está haciendo.
-¿El protagonismo excluyente de una persona, en este caso el del Presidente, puede impedir este diálogo?
-El presidencialismo como sistema tiene sus problemas en todas partes... No me corresponde juzgar a Kirchner, pero sus decisiones ahora deben ceder lugar, insisto, a un intercambio entre los reales protagonistas.
-¿Qué sensación le produce como francés que generales retirados hayan reconocido que fueron asistidos por militares de su país para implementar métodos de tortura?
-Los contactos no fueron con el Estado francés, sino con un sector contrainsurgente. De Gaulle nunca apoyó esa metodología. Los soldados que la implementaron fueron juzgados y condenados. Pero después también perdonados y liberados.
- ¿Frente a la realidad del terrorismo internacional y la guerra, siente que el hombre no termina de aprender de los padecimientos de la propia historia?
-No creo que haya un progreso indefinido. Pero sí grandes progresos. Y momentos que son muy significativos, como el 18 de febrero: el día en que en todo el mundo 35 millones de personas se manifestaron por la paz. No creo en la evolución constante. Ni la ciencia resuelve todo, ni la civilización avanza siempre para bien. Nos seguimos matando unos a otros sin grandes razones. Todos volvemos a cero con nuestra muerte. Eric Hobsbawm llama a la segunda mitad del siglo XX, la Edad de Oro . Y tiene razón. De hoy, no podemos decir lo mismo.
-¿Qué impresión se lleva del país en esta última visita?
-Veo una atmósfera más relajada. Evidentemente, algo ha vuelto a activarse. Y le repito: percibo bastante esperanza, pero también dudas.
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