El análisis de la noticia. No mezclar todo en la misma bolsa
¿Diálogo o confrontación? La relación entre la jerarquía católica y el gobierno del presidente Kirchner está desde ayer sobre el tapete en la primera reunión del año de la Comisión Permanente del Episcopado. Y al comenzar las deliberaciones y aprobar la declaración en defensa de la vida desde la concepción, los obispos ratificaron el criterio pastoral con el que crecientemente se identifican desde hace más de dos décadas.
Un estilo que busca alejarse de pasados modelos de "cristiandad", que está abierto al diálogo con una sociedad plural y diversa, se expresó articuladamente en "Iglesia y comunidad nacional" (1981) y cobró rasgos de compromiso social con el estallido de la crisis de finales de 2001.
Reconocer la autonomía de lo temporal y disponerse al diálogo con una sociedad diversa y abierta no supone esconder la propia identidad ni renegar de presentar y defender los propios principios. No podrá sorprender, entonces, que los obispos hayan reafirmado la doctrina de la Iglesia en defensa de la vida desde la concepción ni que lo hayan hecho en estas precisas circunstancias.
¿Puede eso interpretarse como una defensa corporativa del obispo castrense, monseñor Antonio Baseotto, cuya remoción, en una decisión sin precedente, fue solicitada por el presidente Kirchner a la Santa Sede? Bastará con reparar en el lenguaje empleado y registrar que el texto no hace mención alguna al entredicho reciente para despejar esa simplificación. La controversia fue originada por declaraciones periodísticas del ministro de Salud, Ginés González García, sobre la despenalización del aborto y, en especial, por la virulenta carta que le dirigió Baseotto empleando una cita evangélica que cobraba resonancias amenazantes y evocaba la tragedia argentina. Aquel estilo, el lenguaje consiguiente y esa expresiva omisión equivalen al silencio que ejercitó la conducción episcopal desde que estalló la polémica como un modo de diferenciarse ante la imprudencia. Silencio expresivo al que también se recurrió ante el reclamo inédito del Presidente, quien -fiel a su estilo- mantuvo su reacción en el nivel extremo en el que lo había colocado el obispo con su lenguaje intemperante.
La declaración no rehúye el debate social sobre un tema complejo y difícil, pero busca rescatarlo de la virulencia, del lenguaje condenatorio y de la simplificación. No es un matiz menor que no se mezcle en una misma bolsa la cuestión del aborto con la lucha contra el sida, la educación sexual y la distribución de profilácticos.
Si no es un olvido que se haya omitido toda referencia a la situación del obispo castrense, tampoco es neutro que la decisión de emitir la declaración se tomara prácticamente al inicio de la reunión y antes de que pudiera concretarse un inminente encuentro con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández; el ministro del Interior, Aníbal Fernández, y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri.
¿Ese encuentro gestionado por Oliveri será la expresión de que también el Gobierno busca el diálogo y el respeto por la autonomía antes que la confrontación? Si es así, habrá sido acertada la alusión del canciller Rafael Bielsa de respetar los tiempos de la Iglesia tras reclamar al nuncio el relevo del obispo castrense. Sería difícil compaginar como gestos de un mismo gobierno la voluntad de reunirse con la jerarquía católica mientras se amenaza con la preparación de un decreto que impida al obispo castrense ingresar a unidades militares, su jurisdicción eclesiástica, acordada por el Estado con la Santa Sede.
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