"No somos un país, sino dos países distintos"
"Con admirable tesón, la Argentina sigue construyendo dos países distintos", dice Bernardo Fain, abogado, escritor y destacado estudioso del federalismo.
Porteño, de 78 años, Fain se interesó por el tema desde que se mudó a Neuquén, donde vivió 14 años. Militó en el Movimiento Popular Neuquino, fue asesor de la gobernación, fiscal de Estado y presidente del Tribunal de Cuentas provincial.
En su reciente libro El interior se revela, bajo la "v" puede distinguirse claramente una "b", que expresa el doble sentido del título. A la luz de los más recientes acontecimientos que tuvieron como protagonistas a los hombres de campo, la obra cobra una estricta actualidad. Fain cree que vivimos una escenificación del federalismo, que se ha quedado enla cáscara y ha sido adulterado en su esencia.
Entre 1978 y 1983, Fain fue un activo operador político de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). Entre sus logros se cuenta la admisión por el Estado Mayor Conjunto, durante la Guerra de las Malvinas, de tres rabinos como capellanes para la asistencia espiritual de los conscriptos de fe judía afectados al conflicto. Cercano a las actividades del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, durante más de una década participó de sus ruedas de análisis político.
-¿No somos un país federal?
-No hay un país, sino dos países en uno, dos realidades paralelas, distintas. La integración nacional sigue siendo nuestra asignatura pendiente. Hace décadas que el interior se encuentra fuera de las metas macropolíticas, concentradas en planificar el desarrollo del eje porteño-bonaerense y que son la variable de ajuste del nuevo orden nacional. En los años 90, esta realidad tomó forma desembozada con el sustancioso regalo que las provincias debían hacerle todos los años a la megaprovincia de Buenos Aires bajo el título de Fondo de Reparación Histórica. El presupuesto 2007 destinó al interior, donde vive el 54 por ciento de los argentinos, sólo el 41 por ciento de los recursos...
-¿El prolongado conflicto por las retenciones fue una rebelión debida, en el fondo, a esto?
-Más allá de la controversia sobre el monto del tributo, su relativa incidencia en el presupuesto nacional y su eventual naturaleza confiscatoria, la dimensión revolucionaria del conflicto pasó por su efecto develador de un potencial provinciano que crecía a ojos vista. Esto conmovió los cimientos de una sociedad convencida de que la dupla megaprovincia-ciudad autónoma era el súmmum de la abundancia nacional, si no su misma esencia. Históricamente, el interior fue el pariente pobre al que las dos Buenos Aires de hoy, ramas de un mismo tronco, menospreciaban culturalmente. Si lo sostenían, era en homenaje a la desmesura del país. Nicolás Anchorena, el acaudalado socio de Rosas, concibió la expresión "trece miserables ranchos" para aludir a las provincias.
-¿Cómo se expresa hoy ese desbalance?
-El tándem megaprovincia-ciudad autónoma le cuesta caro al interior. El 25 de marzo se firmó un convenio entre Agua y Saneamientos Argentinos, AySA, y ocho municipios del conurbano para la provisión de cloacas y agua corriente. AySA es un organismo nacional que sólo atiende las necesidades de porteños y bonaerenses. En el interior, cada provincia se las arregla por sí sola. Los provincianos también les pagan la seguridad a los porteños, y su administración de justicia. Por si fuera poco, los porteños viajan barato ayudados por los provincianos, que viajan caro.
-¿Qué ocurre con la representación institucional?
-Tomemos un solo caso: de los 21 jueces que tuvo la Corte Suprema de Justicia entre 1983 y la actualidad sólo cuatro vinieron, en su acepción literal, del interior. Los 17 restantes fueron de la ciudad autónoma o de su inmediata cercanía. Cabe recordar que la primera Corte, formada en 1862 por el presidente Mitre, tuvo diversidad en su composición, con un cordobés, un sanjuanino, un mendocino y un porteño, a los que en 1865 se agregó un santiagueño.
-Con la reforma de 1994 se pasó de dos a tres senadores elegidos por el voto popular, dos por la mayoría y uno por la minoría. ¿No amplía este sistema la re-presentación provincial?
-El Senado es una asamblea muy distinta de la Cámara de Diputados. Hasta 1994 eran las legislaturas las que elegían a los senadores. Ahora, con el artilugio del tercer senador por la oposición, la institución se ha desnaturalizado, convirtiéndose en una minicámara de Diputados donde representantes de una misma provincia debaten entre sí.
-¿Por qué no se logra avanzar en la pendiente ley de coparticipación federal de impuestos?
-La coparticipación debilitó el federalismo real. La alternativa es que las provincias sean las que perciban los fondos coparticipables y giren a la Secretaría de Hacienda la parte que le corresponde.
-¿Hay unitarismo de hecho?
-Vivimos una escenificación del federalismo. Con el federalismo argentino ocurre lo que con los anuncios publicitarios cuando los resultados del producto poco tienen que ver con las expectativas: federal sólo es el packaging . Se impone reconstituir, retejer, el tejido federal.
-Algunos economistas han llegado a afirmar que hay provincias inviables. ¿Qué piensa al respecto?
-No existen provincias inviables, a menos que se las someta a una inviabilidad deliberada desde el poder central. Es cierto que determinadas provincias se ven degradadas en su actividad económica ante el raquitismo de ideas que exhibe el poder central para convertirlas en seductores polos de atracción de inversiones. La que sí es inviable en tanto estructura político-social es la provincia de Buenos Aires. En todo caso, ingobernable.