Obras en construcción
Dos jóvenes artistas convierten los espacios expositivos de galerías porteñas en campos de experimentación y reflexión sobre lo sagrado y lo profano
Con seis obras que le llevaron más de un año de trabajo, Amaya Bouquet transforma el espacio de Miau Miau -literal: tabicó una ventana y erigió una pequeña capilla iluminada con luz tenue- en un entramado de técnicas, citas pictóricas y elementos religiosos. En Vanitas , la gran vitrina similar a un sarcófago, se yuxtaponen objetos diversos que Bouquet colecciona desde la infancia: una piedra del Muro de los Lamentos, dos cálices, un mecanismo de relojería que perteneció a Horacio Quiroga, la muda de una serpiente... Dispuestos en una simetría imperfecta, esos fetiches, reliquias y exvotos activan el carácter de Thelema . El nombre de la muestra evoca un concepto místico, con raíces en la obra de Rabelais, y define una energía que, a través de la acción humana, se vuelve creación.
Nadia , la imponente burka de malla metálica tejida y cosida sobre terciopelo, presenta una vestimenta saturada de prejuicios (y argumentos plausibles) occidentales de una manera diferente, sensual y lujosa. El oro titilante de la prenda de origen musulmán se extiende en las alas de Arcángel Gabriel , efigie en cristal grabado a mano y dorado a la hoja sobre laca negra con una capa de brea. Dos íconos, uno de ellos un autorretrato, otro ( Cristo animal y santos cara de roca ), sobre chapa de bronce con aplicaciones de perlas, piedras preciosas y pelo, acercan la sacralidad bizantina a formas contemporáneas, resaltadas de manera litúrgica o biográfica, como el anillo de plata con piedras engarzadas titulado Estoy sometido a tus ojos . Pintura al óleo, joyería, orfebrería, artes aplicadas y una dramaturgia silente, procesadas por una sensibilidad en formación, indican un cambio de rumbo en la producción de la artista nacida en Buenos Aires en 1979.
Aguafuertes porteñas en tinta china, vistas de una ciudad fantasmal a fuerza de demoliciones y desalojos, envés de las fantasías que prometen relax y sosiego,
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, la instalación de Elisa O'Farrell (Buenos Aires, 1981) en Fiebre ensaya una arqueología del presente. La galería, convertida en un local inmobiliario, reúne dos series:
Tenemos tu casa
, dibujos elaborados a partir de publicaciones y promociones comerciales en los que han quedado sólo las figuras humanas flotando en el vacío, y
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, carpeta de tintas aguadas de edificios en construcción, solares en venta y casas del casco histórico tapiadas que se conjugan con textos de carteles, grafitis y marcas. Apoyada en una mesa-escultura invertida (que tal vez encierre la acepción oculta y siniestra de la palabra "inversor"), la carpeta de dibujos muestra el panorama de la ciudad a través del filtro de capas de tinta grisácea, como si una neblina espesa empañara lo que de hecho está presente en cualquier recorrido.
A la ambición del mercado inmobiliario, apoyada en una efectiva ausencia de política habitacional y de patrimonio urbano, O'Farrell opone una melancolía irónica: el cartel del film Qué pasó ayer 3 no oculta las ruinas de una casa derrumbada para erigir otra torre con amenities y solariums (léxico que ya merece un capítulo del Diccionario del argentino exquisito ); los grafitis de vecinos ("¿Y las diez mil viviendas por año?") interpelan especulaciones en marcha. En esa relación entre imagen y texto incluso la palabra "obra" adquiere aquí un sentido dinámico, crítico y colectivo. Reflexivos y delicados, los dibujos de O'Farrell -también editados en un fanzine que completa la propuesta- se despegan del referente y encuentran, donde otros ven sólo negocios rentables, poesía visual y activismo.