Palabras antiguas y ansias de renovación
ROMA.- Las cámaras de la televisión no deben de haber tenido necesidad de recurrir a los "efectos especiales" para subrayar la magnificencia de la ceremonia desarrollada en Roma durante la XV Jornada Mundial de la Juventud (de nombre y de hecho), supremo happening de este Jubileo.
Pasemos por alto detalles de organización y de orden, por lo visto impecables, del acontecimiento: hace más de siete siglos que la Iglesia los actualiza y perfecciona. Pero preguntémonos más bien qué es lo que atrae a Roma a estos nuevos Romei, como se llamaron los peregrinos del primer Jubileo, el del papa Bonifacio, llegados ahora de todas partes del mundo en todos los medios, incluso en bicicleta, y algunos directamente a pie.
Nadie faltó a la cita
La disciplina, la puntualidad, el respeto del ambiente y del orden en que se va desarrollando la concentración no excluyen el carácter festivo y veraniego. Las más de 2000 escuelas y parroquias en que han sido recibidos y alojados no faltaron a la cita. No fue necesario movilizar policía o carabineros para que la peregrinación, con toda su austeridad, en ningún caso se desvirtuara.
¿Qué es lo que esperan, sin embargo, estos jóvenes de ambos sexos pero sin promiscuidad? No ciertamente la remisión, a precio de óbolo, de sus pecados. Ni tan siquiera alguna nueva palabra de orden por la cual creer, obedecer y combatir.
El que los recibe es un hombre anciano, cuyas palabras, aun en su propia lengua, se dejan oír con dificultad, con cansancio, y para decir cosas entre las que la más moderna y actualizada tiene 2000 años de edad.
Pero creo que es esto, precisamente, lo que los jóvenes inconscientemente buscan y quieren en un mundo de lo efímero como es el mundo en que los hemos hecho nacer: algo que no tenga tiempo, porque es eterno, y que les ofrezca una condición de firmeza sobre la cual poner -y descansar- los pies.
Ideologías inanimadas
Las ideologías que esgrimieron sus padres, armados de slogan y metralleta, yacen inanimadas inexorablemente bajo sus propios escombros. Y la revolución tecnológica que ha ocupado su puesto imprime a la vida un ritmo que nos hará viejos a todos aun antes de ser maduros.
No quisiera aventurarme en cosas que están por encima de nosotros. Pero me pregunto si esta convocatoria, que se desenvuelve en el orden y la tranquilidad, no será en realidad una revuelta, o al menos una protesta, contra un estilo de vida dominado por el ansia de lo nuevo, que a la noche ha decretado decrépito ya todo lo que inventó por la mañana.
Tales son los pensamientos que me sugiere el espectáculo de esos centenares de miles de jóvenes que -provistos de aparatos que los mantienen en directa comunicación vía Internet con la Bolsa o los museos de Tokio- se arrodillan ante un papa anciano que cree en los milagros y en las visiones de Fátima.
Dichos y hechos / Oración y optimismo
Adhesión. "Estoy seguro de que llevarán el anuncio de Cristo en el nuevo milenio", dijo Juan Pablo II. Al final de su homilía, pidió a todos que al volver a casa "confirmen su adhesión a la comunidad cristiana a la que pertenecen. Desde Roma, la ciudad de Pedro y Pablo, el Papa los acompaña con su afecto y, parafraseando una expresión de Santa Catalina de Siena, les dice: ¡si son lo que tienen que ser, prenderán fuego en el mundo entero!".
* * *
Abrazó al Papa. Como ocurrió en otras oportunidades durante la XV Jornada Mundial de la Juventud, durante la misa de ayer otra vez un joven, y argentino, sorteó las imponentes medidas de seguridad, y -emocionadísimo- alcanzó al Papa, que presidía el altar. El Santo Padre lo abrazó y le dijo algo al oído.
* * *
Balance. Luego de la misa, el vocero del Juan Pablo II, Joaquín Navarro Valls, definió como "superpositivo" el encuentro. Al responder a la pregunta de los periodistas de si el Santo Padre dijo algo sobre la vigilia de anteanoche, dijo: "Sin comentarios. Esta mañana se levantó temprano y rezó mucho".