Crítica de libros / Crónica. Perfiles periodísticos
Andrés Criscaut
EL DICTADOR, LOS DEMONIOS Y OTRAS CRÓNICAS
Por Jon Lee Anderson
Aunque Jon Lee Anderson nació en 1957 en California, se podría decir que su infancia como hijo de diplomático y su carrera como periodista iniciada en Perú a fines de los años 80 lo hacen un un verdadero "ciudadano del mundo". Como colaborador de The Nation , The Guardian , Life o The Washington Post , entre otros medios del Primer Mundo, Anderson ha experimentado y vivido los mayores conflictos del Tercer Mundo en Bosnia, Uganda, Palestina, Sahara Occidental, El Salvador, Venezuela o Birmania, por citar algunos escenarios. Por eso, sus trabajos fluctúan entre múltiples temas como Dentro de la Liga (1986), sobre la Liga Mundial Anticomunista, Guerrillas (1992), La tumba del león (2002), de su experiencia afgana, o La caída de Bagdad (2004). Pero el libro que lo catapultó como uno de los mejores "retratistas" del momento fue Che Guevara: Una vida revolucionaria (1997), producto de más de cuatro años de bucear directamente en la sociedad y la política cubanas. Sin embargo su última publicación, El dictador, los demonios y otras crónicas , da un panorama sesgado de su trayectoria al mostrar doce extensos textos, todos ellos publicados entre 1998 y 2009 en The New Yorker , y acotados al ámbito hispanoamericano. Mediante comentarios, apreciaciones y citas de infinidad de entrevistados, Anderson bruñe logrados "perfiles" en textos dinámicos y atractivos. Uno de los más logrados es el dedicado a Chile y Augusto Pinochet, escrito en 1998, cuando éste aún vivía, y en donde se destacan algunas pinceladas duras y cuestionables: "Si puede atribuirse a Radovan Karadzic (criminal de guerra serbobosnio) la invención de la ´limpieza étnica´, entonces habría que conceder a Pinochet el mérito de haber añadido el concepto de ´desaparecido´ a los diccionarios modernos". Siempre contorneando a sus personajes, Anderson también cuenta la admiración y los viajes de Pinochet por China comunista, de la cual dijo durante una entrevista con el autor: "Yo entendí que el comunismo chino era un comunismo patriótico". Si bien nunca queda muy definida la posición política del autor ni cuáles de todos los retratados es "el dictador" que da título al libro, Castro y Chávez son dos de las figuras recurrentes, a tal punto que se dedican casi dos capítulos a cada uno de ellos. En su artículo "La última batalla de Fidel Castro", de 2006, éste exclama: "Este país puede autodestruirse, esta revolución puede destruirse a sí misma, (los estadounidenses) no pueden destruirla, pero nosotros sí, y sería por culpa nuestra".
Por las páginas también desfilan Gabriel García Márquez y el rey Juan Carlos de España, o se invocan los espectros de Federico García Lorca, los separatistas vascos, los narcos cariocas o los golpistas panameños. Con una visión y descripción de las situaciones bien ecualizadas, Anderson no duda en el momento de ser tajante: "Los chilenos cuentan con orgullo que los consideran los ingleses de Sudamérica"; "Cada vez hay más cubanos desvinculados de la revolución"; "... en la revolución bolivariana casi todo depende de la atención personal de Hugo Chávez", o "... gracias a la guerrilla, el pueblo (de El Nula) es mucho más seguro que casi todo el resto de Venezuela". El autor matiza estas frases ágilmente con confidencias, ironías e incluso chistes oídos al pasar: "Fidel no es como todos nosotros [...]. Morirse no forma parte de sus planes", pero cuando bromean sobre su muerte, dicen que su canciller Pérez Roque exclamó: "Ya sé que está muerto; lo que no sé es cómo decírselo". A pesar de la carencia de párrafos que actualicen y encuadren las crónicas, o del exceso de autobiografía en otras, El dictador... es un logrado panorama del periodismo actual.
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