Pinceles y tijeras: historias de artistas peluqueros de ayer y de hoy
Una retrospectiva de Ana Sokol inaugurada el fin de semana en Colegiales y la exposición dedicada a Juan Grela en el Macro de Rosario invitan a descubrir a pintores ocultos en el salón de belleza
En los años 30, Ana Sokol atendía una modesta peluquería en la primera cuadra de la calle 25 de Mayo. Cerca del puerto, tenía por clientes a muchos marineros. Y a caballeros como Manuel Mujica Lainez. Los primeros llegaban por necesidades prácticas; los otros, atraídos por el imán de esta ucraniana alegre y conversadora: su arte. Cortaba el pelo y en el "pequeño, abigarrado, alucinante local" -describe Manucho- pintaba pequeñas témperas naíf: animales, escenas bíblicas inventadas, parejas y ángeles.
En los años 60 y 70 gozó de cierta popularidad. Por el texto de Mujica Lainez, se sabe que había nacido en Leópolis en 1902 y que tuvo un marido herrero y dos hijos, con quienes vino a Buenos Aires en 1922. "Otras inquietudes, empero, la solicitaron en sus ratos libres. Comenzó a bordar, a tejer alfombras, a inventar flores de papel. Hace tres lustros, descubrió que podía pintar (...). Un mundo inusitado brotó de sus pinceles", cuenta en Pintura ingenua II, Editorial Viscontea, de 1966.
Paola Vega, pintora contemporánea, lleva dos años buscando las obras de Sokol para hacer una muestra -su primera retrospectiva-, que inauguró el sábado en la galería Formosa de Colegiales. "Es para mí parte de mi obra y un rescate histórico de una artista mujer, como también del arte naíf, siempre ubicado en el borde de lo legitimado. Ahora no la conoce nadie, pero sus pinturas son increíbles, muy hermosas. Fue muy difícil dar con ellas", cuenta. Nueve las había adquirido Osvaldo Giesso. Mujica Lainez tenía un Arca de Noé que su hija prestó, y los pintores Alberto Passolini e Inés González Fraga atesoran otro par que sumaron a la muestra. El artista Máximo Pedrazza dio otra, tras una puja trasnochada en una página de subastas online.
Una marchand que había estado activa hasta los años 90, María Teresa Solá, aportó las restantes hasta completar las 17 que hoy se exponen. Todas menos una: la que cuelga arriba de su cama, que es para ella un talismán. "Solá iba seguido a la peluquería a charlar con la artista y a comprarle obra. La recomendó a El Taller, una galería que dirigían tres mujeres. Después perdió contacto y por eso organizó en 1985 un concurso de arte naíf que promocionó por televisión para encontrarla. Así volvió a dar con ella, que estaba viviendo en un asilo", cuenta Vega. Solá tiene 90 años y estaba feliz en la vernissage del sábado. Pensó que jamás volvería a ver tantos Sokol juntos.
Mientras tanto, en Rosario...
Otro artista peluquero fue Juan Grela (1914-1992), que les daba el diario a sus clientes y pasaba detrás de un biombo, donde lo esperaban una paleta siempre fresca y un caballete, para pintar obras en cinco minutos. Entre el lavado y el corte. "Mi abuelo era bioquímico, Roberto Alfredo Orlando, y tenía la farmacia Progreso a tres cuadras de su salón-taller, sobre Boulevard Rondeau, en la zona norte de Rosario. Iba seguido a cortarse el pelo y le hacía preparados químicos en su laboratorio para que los óleos se secaran más lento", cuenta Lila Siegrist, que pasó por su taller.
Discípulo de Antonio Berni, José Planas Casas y Gustavo Cochet, fue maestro de tres generaciones de pintores, grabadores y dibujantes. Hoy se lo homenajea en su ciudad con dos muestras: un piso en el museo Macro dedicado a sus clases, Ejercicios. Formación, aprendizaje en el arte contemporáneo, y otra en el CCM de Villa Hortensia, sobre la Galería El Taller, que fundaron Grela y su esposa -el mismo nombre de la galería de Sokol-, curada por Nancy Rojas.
"Mis clientes sabían que si llegaban cuando yo estaba dibujando tenían que esperar. Y esperaban nomás", decía Grela en una entrevista de 1977 en La Opinión Cultural. Los lunes, cuando las peluquerías están cerradas, salía con una valijita a mostrar sus obras. Ser un trabajador común le provocaba cierto orgullo. Recién de grande Grela dejó de trabajar. "Aid Herrera, su esposa, lo impulsó a cerrar la peluquería y abrir una librería en el garaje de su casa. Vivió entonces de las clases y de la venta de obra", cuenta Rojas.
Pintora de mujeres
Hay más artistas atrincherados detrás de un peine. María Dundo es autora de pinturas de mujeres, flores y payasos que hace cada minuto que tiene libre sobre cualquier cosa que le sirva de soporte, experimentando con materiales como algas, pelos y sopletes para darles textura. Pero en el barrio de Martínez todos la conocen como Bocha, la estilista que mezcla tinturas y logra tonos únicos. Hay clientas que llevan más de 40 años contándole sus secretos, pero desconocen el fanatismo por la música clásica de esta ávida lectora y viajera. Lee los rubios o castaños según la teoría del color; las rastas son para ella esculturas vivas y el corte de caballeros, puro dibujo.
Recién ahora está descubriendo su faceta artística y en el salón de Monseñor Larumbe 101 empezó a colgar su obra. Es la primera vez que las muestra y jamás las vendió. Hija de otro pintor, Benjamín Dundo, sus dos tíos eran fileteadores y escenógrafos de Argentina Sono Films.
En 1938, Grela escribe "Pinceles y tijeras", un artículo en la revista Nuestro Mundo en el que pondera a Juan Tortá y Cayetano Aquilino, artistas y peluqueros. "Me siento orgulloso de ver que colegas míos que entre el espacio de un tijeretazo y otro saben resolver problemas tan delicados y difíciles como son los que presenta el arte de la pintura." Vale también para Sokol, Dundo y los demás artistas secretos que habitan, silenciosos, los salones de belleza.
Para agendar
Retrospectiva Ana Sokol, en Galería Formosa, Delgado 1235.
"Juan Grela: Ejercicios. Formación, aprendizaje" en el arte de contemporáneo Macro, Rosario.
Muestra sobre la Galería El Taller, en Villa Hortensia, Warnes Ignacio 1917, Rosario.
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