Posmoderna levedad
Un protagonista sin nombre explícito juega, al modo de Proust, con la ilusión autobiográfica. Tendrá veinte años, según surge al pasar y al correr de las páginas, en tiempos en que, también sabremos luego, el autor los tenía. Traba amistad con una pareja de edad similar y similar levedad de expectativas, de pasado, de futuro. Sobreviene el triángulo amoroso, convertido luego en cuadrado o triángulo múltiple por el agregado de un compañero mayor, que aporta financieramente a la causa sin causa. Con dinero que éste les brinda involuntariamente, la muchacha y el protagonista se mudan de París a Londres. Nuevas amistades y un nuevo amigo mayor en edad y en billetera. Hasta que la que había abandonado a su pareja inicial para huir con el protagonista repite el abandono con él.
Así han pasado dos tercios del libro, el primero en París y el segundo en Londres, con sendos catálogos de nombres de calles, barrios, plazas, cafés. En mitad del período londinense, cae en manos del protagonista un guión cinematográfico, cuya historia se asemeja a su propia vida con su por el momento compañera de ruta. Luego de verse en ese espejo deformado, comienza a construir otro por sí mismo: una novela basada, aunque no en todos sus detalles, en su propia historia con la muchachita. El abandono lo deja a solas con su proyecto e interrumpe el relato.
A esta altura se hace del todo claro que estaba recordando, treinta años después, aquella historia de principios de los 60, que queda abandonada como él. La última parte del libro narrará un par de reencuentros parisinos más o menos fortuitos con su amor juvenil. Pero, a todo esto, ¿era amor? Nada en esta novela, ni el encuentro ni los pasos de la relación, y ni siquiera el abandono, parece suficientemente importante. Algo más inquietantes resultan, sí, los reencuentros posteriores.
Patrick Modiano (París, 1945) es un novelista múltiplemente premiado y muy leído en Francia. Fue, además, coguionista de Louis Malle en Lacombe Lucien. Aunque en este libro no se advierte una estructura muy elaborada (la novela dentro de la novela no pasa de ser una sugerencia) sino más bien un deslizarse de un momento y lugar al siguiente, hay que reconocer que se lee con agrado y con cierta inquietud por lo que vendrá. Si no se lee con fascinación o pasión será porque su misma levedad no apela a tanto.
El clima es siempre de un ligero desasosiego, de una cierta extrañeza ante un presente difuso, casi sin pasado ni futuro.La contratapa define esta novela breve y leve como "una crónica del viaje posmoderno", si bien transcurre mayormente a principios de los 60 (que, dicho sea de paso, poco tienen de los happy sixties). No sé si, como propaganda, resultará favorable o desfavorable. Como descripción, pareciera bastante adecuada. (Traducción de María Fasce; 198 páginas.)
Pablo Ingberg
(c)
La Nacion