Punta del Este tendrá su museo consagrado al arte latinoamericano
PUNTA DEL ESTE.- El balneario esteño más famoso del mundo no es solo fiesta, playa y marketing. Ahora tendrá un museo de gran calado consagrado al arte latinoamericano con obras de Le Parc, Cruz Diez, Jesús Soto y muchos más. El proyecto estaba en las gateras, pero fue hecho público el sábado último en el auditorio de la Fundación Atchugarry con la plana mayor de la cultura uruguaya en el estrado y mucho público, entre amigos, coleccionistas, artistas y galeristas.
En diciembre de 2020, si todo sale como está previsto, será inaugurado el museo construido por encargo del escultor Pablo Atchugarry, según un proyecto de Carlos Ott, uno de los arquitectos más conocidos del Uruguay, en el corazón de un parque de esculturas custodiado por la Fundación Atchugarry. Allí estaban la ministra de Cultura, María Julia Muñoz; el director del Museo de Bellas Artes de Montevideo, Enrique Aguerre, y el arquitecto Carlos Ott. Auditorio fresco en una noche cálida para recibir la iniciativa que suma al balneario uruguayo un ancla cultural empujada por el motor imparable del escultor, capaz de transformar un bloque de mármol de Carrara en una esbelta escultura de infinitos pliegues.
¿Por qué Punta del Este? "Porque es un balneario internacional y será la oportunidad de colocar nuestros artistas en el mapa, dentro de un contexto latinoamericano. Como un Malba, pero en la playa", dice Pablo Atchugarry, emocionado con la presentación, o, en todo caso, con hacer realidad un viejo sueño. Su lugar en el mundo se parece bastante al de un profeta de lo imposible. Cuatro toneladas de mármol cruzando el océano para llegar a Manantiales y ser "domadas" por este hombrón de 63 años, con una moladora en la mano, una remera llena de polvo y siempre la sonrisa de "qué bueno verte".
Su hermano Alejandro Atchugarry (1952-2017) fue también un domador, pero de tempestades económicas, cuando le tocó enfrentar la crisis de 2002 como ministro de Hacienda del entonces presidente Batlle. A él está dedicado el libro de la fundación, firmado por el escritor y periodista Pablo Cohen. El tercer hermano, Marcos, es médico psiquiatra. Una familia bien uruguaya con el ADN del arte, señal de identidad en este país chico de grandes artistas. Basta con nombrar tres: Torres García, Barradas y Figari.
Tras graduarse de arquitecto, Carlos Ott (72 años) se fue a los 24 de Montevideo a Canadá, con una beca Fullbright. Ha recorrido un camino de éxitos, cuyo mojón principal fue la Ópera de la Bastilla, en París. Proyectó el National Bank de Dubai, el Museo de Artes y Ciencias de Ontario y el Aeropuerto de Ushuaia, entre muchos otros edificios.
Se lo ve contento de estar de vuelta en Uruguay con un proyecto "soñado". Tiene su propio libreto de esta historia. "Comenzó en París frente a un plato de ostras con dos comensales, Pablo y yo. Él comió dos docenas, yo una. Allí supe que tenía por delante un gran proyecto y una buena razón para volver al Uruguay. El museo será como la quilla de un barco enclavado en la loma, con vistas abiertas al parque de esculturas, a la laguna y a la puesta de sol. Más de 2000 metros de salas y una enorme terraza voladiza para disfrutar el diálogo entre arte y naturaleza", explica Ott.
El prólogo de este anuncio fue la inauguración, semanas atrás, de Esfera naranja, escultura móvil de Le Parc, que ya está instalada en el acceso a las salas de exhibición de la fundación, donde Atchugarry ha reunido el conjunto más importante del premiado geométrico oriental José Pedro Costigliolo (1902-1985). Con la invalorable colaboración de Silvana Neme, su mujer, y de su hijo Piero, el escultor ha ido concretando proyectos que tienen la medida de su talla.
Nació en 1954, su primera escultura es de los 70, cuando era un flaco de barba y pelo largo. Entonces ya frecuentaba las canteras de Carrara en busca del bloque al que podría contarle sus secretos de artista. Desde entonces no ha parado de conquistar premios y clientes. Seis meses en su taller de Lecco, Italia, y seis meses en Uruguay. Tiene encargos para los próximos cincos años; esculturas complejas con destino público (Bélgica, Italia y Mónaco) y obras en las colecciones Alejandro Roemmers, Jorge Pérez, Michael Douglas y el Príncipe de Qatar, entre otras.
En mayo, en coincidencia con la Bienal de Venecia (en la que representó a Uruguay en 2003), mostrará su obra en la galería Contini de la Serenísima, vecina de la Piazza Santa Maria del Griglio, donde exponen Botero y Manolo Valdés.
El artista emprendedor no quiere hablar del monto de la inversión, que se supone millonaria en dólares, pero sabe que sumará su acervo personal y donaciones privadas a las obras de los cinéticos latinoamericanos y esculturas de Iommi Penalba, Podestá y los 20 artistas cuyas obras integran el parque de esculturas sobre una pradera de 25 hectáreas en la ruta 104.
No deja de ser una grata sorpresa que Punta del Este sea noticia por la construcción de un museo y no por un megaproyecto inmobiliario de torres, otro más en la lista de excepciones que confirman la regla. Ese furor constructivo -no precisamente en el sentido de Torres García- transformó el balneario de alpargatas y techos de paja en una sofisticada sucesión de "complejos con amenities".
Ahora es el turno del arte.