Recibió el Papa al más célebre teólogo rebelde
ROMA.– En un notable e inesperado gesto de reconciliación, el papa Benedicto XVI se reunió el sábado pasado con el famoso teólogo rebelde suizo Hans Küng, abanderado del ala progresista disidente de la Iglesia Católica, según informó ayer el Vaticano.
La noticia del encuentro –que Küng definió como “una buena señal” y que confirma la voluntad del nuevo pontífice de abrirse a la diversidad, pese a su fama de intransigente– fue una verdadera sorpresa. Es bien sabido que Ratzinger y Küng, dos prestigiosos teólogos que fueron colegas en la Universidad alemana de Tubinga, además de haber participado en el Concilio Vaticano II (1962-1965), desde hace tres décadas mantienen posiciones irreconciliables en varias cuestiones doctrinales.
En la reunión, una cena de dos horas en la residencia veraniega papal de Castelgandolfo, el Pontífice y el teólogo suizo decidieron no “entrar en una disputa en torno de las cuestiones doctrinales persistentes”, dijo el Vaticano en un comunicado, sino que se limitaron a analizar dos temas que “son de especial interés para Küng”: el problema de la ética mundial, y el diálogo de la razón de las ciencias naturales con la razón de la fe cristiana".
"El profesor Küng subrayó que su proyecto de ética mundial no es una construcción intelectual abstracta, sino que se resaltan los valores morales alrededor de los cuales las grandes religiones del mundo convergen, pese a las diferencias", dijo la Santa Sede. "El Papa apreció el esfuerzo del profesor Küng de contribuir a un renovado reconocimiento de los valores morales esenciales de la humanidad, a través del diálogo de las religiones y en el encuentro con la razón secular", agregó. Como ocurrió cuando se reunió con la periodista Oriana Fallaci, a fines de agosto, no hubo fotos ni filmación. Un comunicado de la sala de prensa vaticana consignó que el encuentro entre el Papa y Küng se había realizado en un "clima amistoso".
Pese a que Juan Pablo II en 1979 le había quitado el permiso para enseñar teología debido a sus posiciones progresistas, el teólogo suizo nunca se quedó callado. En distintos libros, algunos best-seller, Küng -de 77 años, que enseña teología ecuménica en la Universidad de Tubinga, Alemania- criticó duramente el dogma de la infalibilidad papal y otras doctrinas. En una reciente entrevista, comparó a Joseph Ratzinger -de 78 años, durante casi un cuarto de siglo prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio- con un "jefe de la KGB".
El 30 de marzo, cuando Juan Pablo II estaba muy mal, Küng publicó un artículo en el Corriere della Sera -reproducido por LA NACION-, en el que hacía "un sincero análisis" de la Iglesia Católica. En once puntos explicó lo que para él fueron las más grandes contradicciones del pontificado de Karol Wojtyla: un excesivo cierre de la Iglesia ante la modernidad (especialmente, en cuestiones de ética sexual) y, en consecuencia, la traición de las perspectivas abiertas por el Concilio Vaticano II. Cuando el 19 de abril, tras un cónclave relámpago resultó electo Joseph Ratzinger, Küng manifestó una "profunda decepción", aunque reconoció que podía haber esperanza en el caso de que "el Gran Inquisidor" (como también lo definía) hubiera decidido "seguir una línea de acción moderada". Como el presidente de los Estados Unidos -dijo Küng-, "así también el nuevo Papa, que se encuentra frente a una montaña de compromisos, debería tener cien días para aprender".
Más allá de las expectativas, tras salir a la luz su encuentro con el Papa, ayer Küng se mostró eufórico ante los medios de prensa. "Es una señal de esperanza", afirmó, en declaraciones a la prensa. Amén de contar a distintas agencias que fue él quien pidió la audiencia a Benedicto XVI, porque Juan Pablo II durante 25 años no había querido recibirlo, afirmó que le había escrito una carta poco después de que Ratzinger fuera elegido sucesor de Pedro, "con la esperanza de que, pese a las diversidades de posiciones, pudiera establecerse un diálogo". En esa epístola dejó en claro que su objetivo no era pedirle la restitución del permiso para enseñar. El Papa "respondió de manera rápida y muy cortés", dijo Küng, que también reveló que fue "una alegría recíproca" volver a verse. El último encuentro entre ambos había sido en 1983.
"Este no es un papa que mira al pasado, encerrado en sí mismo", dijo también Küng, satisfecho. "Al contrario, mira a la situación eclesial tal cual es, es atento y sabe escuchar", agregó.
Un analista consultado por LA NACION aseguró que si bien el encuentro no significa que la Santa Sede vaya a levantarle a Küng la prohibición de enseñar teología católica, es un "gesto importante" de Ratzinger hacia las facciones más progresistas de la Iglesia. Recordó, además, que el 29 de agosto último el Papa se reunió con otro "rebelde", pero de la derecha ultraconservadora: monseñor Bernard Fellay, superior general de la Fraternidad de San Pío X, es decir, el jefe de los lefebvrianos cismáticos.
"No es casual que Ratzinger haya elegido su nombre por Benedicto XV (1914-22), un papa que, además de trabajar para la unidad de las iglesias cristianas y la paz entre las naciones, buscó la reconciliación de los sectores ultratradicionalistas de la Iglesia Católica con los modernistas", dijo el mismo analista. "Si Ratzinger sigue en esta dirección -concluyó-, más que al mundo sorprenderá aún más a los cardenales conservadores que votaron por él en el cónclave."