Rencores extremos
Josefina Licitra logra reflejar en Los otros, con cuidado estilo periodístico, la dura realidad suburbana
Nunca se sabrá por qué algunos casos de la crónica policial tienen más repercusión que otros. El que se narra en este libro no tuvo demasiada trascendencia en los medios, a pesar de que dice mucho, si no lo dice todo, sobre ese fenómeno tan triste que es la guerra entre pobres. El episodio ocurrió en Villa Giardino, Lanús, en 2009. Un vecino de ese barrio de clase media baja abrió fuego contra ocupantes de un predio lindero que volvían de una manifestación en la Municipalidad. Hubo tres heridos de bala y un muerto: Héctor Daniel Contreras, de 16 años.
Haber seleccionado este hecho es el primer acierto de Josefina Licitra en Los otros . Sometida por su editora al desafío de "contar el conurbano bonaerense", eligió la mejor opción, porque, con sus millones de habitantes y de historias, el Gran Buenos Aires es incontable. No hay narración ni investigación periodística, por buena que sea, que pueda abarcarlo por entero. Sin embargo, en este microcosmos que gira alrededor de un solo crimen se ve la silueta completa del monstruo, por lo menos en su perfil más feo.
Los inmigrantes italianos que se asentaron en Villa Giardino pensaron en un paisaje con pájaros y flores a la hora de bautizarla. Nunca llegaron a colmar sus sueños, pero andaban en esa dirección hasta que grupos de desposeídos astutamente guiados por un líder con experiencia en tomas y ocupaciones se asentaron en un terreno de la Asociación de Curtiembreros de Buenos Aires (Acuba). Con más "poder de fuego" que sus vecinos, los recién llegados consiguieron ciertas ventajas, y esto avivó la enemistad y la violencia latente. De un lado, los tanos, vistos como "burgueses", pero que no terminan de levantar cabeza por más que se esfuercen. Del otro, los "negros", así llamados más allá del color de su piel, para reforzar prejuicios sobre su filosofía de vida y modo de ser que, en el fondo, les niegan entidad humana. Hay, además, otros actores: los empresarios de las curtiembres, la polución, los caudillos políticos, los funcionarios de Acumar (la Asociación de la Cuenca Matanza Riachuelo), los puesteros de la feria informal de La Salada (uno de ellos es, además, el jefe indiscutido de los ocupantes).
Licitra maneja con sabiduría la rica información que tiene entre manos. Aunque es mucha y variada, nunca apabulla, jamás exagera con los datos. El periodista-escritor, orgulloso de su faena, suele transformarse en enciclopedia que aburre a los lectores con su detallismo. Sin que se pierda nada de rigor, aquí ocurre más bien lo contrario. Otro riesgo que evita Licitra es el de disfrazarse de sabueso o de príncipe valiente. Que confiese sus miedos y sus dudas cuando para avanzar en su investigación debe exponerse en zonas peligrosas a horas poco propicias es un rasgo de sentido común. Que admita errores cometidos por timidez o por exceso de amabilidad también es un respiro: nada más antipático que un narrador infalible.
La prosa excelente marca también otra diferencia a favor de Los otros . Hay variedad de recursos literarios, incluso un capítulo escrito en versos libres, y nunca resultan superfluos ni artificiales. Por momentos, se puede leer Los otros como un policial, con su cuota de suspenso y la sorpresa de su desenlace. El juicio contra el acusado, Antonio Baldassarre, terminó en abril de este año, pero debido a la relativa indiferencia con que la prensa, en general, siguió el caso, los resultados aparecieron, sobre todo, en periódicos vecinales. Otra manera de leerlo es como documento, y en este nivel valdría la pena incluirlo en la lista de lecturas didácticas. Algunos de nosotros nunca pondremos un pie en Acuba. A lo sumo llegaremos hasta Giardino, especialmente si allí vive una tía lejana y está por festejar, digamos, su cumpleaños número ochenta. No sabemos de esas zonas extremas en las que todo el mundo tiene razón y todos se equivocan, y donde el precio del error puede llegar a ser la vida. Así como los negros y los tanos son mutuamente los otros, ambos son eso para quienes vivimos en esta parte del "mundo civilizado". El libro de Licitra es una excursión inteligente por esa tierra incógnita. ¿Una excursión sin riesgos? Eso depende de nosotros, de nuestra capacidad de compasión y compromiso con el dolor ajeno.
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