Ensayo. Rostros de la perversión
Nuestro lado oscuro
Por Élisabeth Roudinesco
"¿Dónde empieza la perversión y quiénes son los perversos?" Tal es la pregunta de la que parte Élisabeth Roudinesco en su último libro, Nuestro lado oscuro . La reconocida historiadora y psicoanalista francesa (autora de libros que han hecho época como La batalla de los cien años: historia del psicoanálisis en Francia o la biografía de Jacques Lacan) irá respondiendo el interrogante a través de un desglose histórico que culminará con la siguiente conclusión: "La perversión constituye un fenómeno sexual, político, social, psíquico, transhistórico, estructural, presente en todas las sociedades humanas."
Ya sea definida como goce del mal, relacionada al daño o como anomalía sexual, la perversión fue una cuestión que siempre despertó interés. En sintonía con el enfoque freudiano, Roudinesco la considera un fenómeno connatural al hombre, principalmente porque supone la existencia del habla. Según la especialista, el animal no puede ser un perverso, tampoco criminal o incestuoso, esencialmente porque no tiene desarrollado un sistema lingüístico complejo que posibilite la conciencia de sí y de los otros y, por lo tanto, la posibilidad de gozar con el agravio o con la transgresión.
Partiendo de esta base, y descartando cierta mitología que asimila la "bestia interna" o el lado oscuro del hombre al animal, la autora comenzará su recorrido histórico por la única perversión posible: la de los seres humanos. Desde los místicos de la Edad Media que sacrificaban su cuerpo como acto purificador, pasando por las prácticas sadomasoquistas de los flagelantes o los crímenes de Gilles de Rais, hasta la epifanía del libertinaje nacida en los albores del siglo XVIII -con el marqués de Sade a la delantera-, Roudinesco se pasea por el sinfín de personajes que sellaron la historia occidental de la perversión.
Con su característica mirada indagadora y con un tono por momentos acusatorio, la autora propone un recorrido profusamente documentado. A mitad de camino, se explayará acerca de las tres principales figuras que los sexólogos y la psiquiatría del siglo XIX (en su afán por medicalizar las pasiones humanas) catalogaron como las más perversas: el niño masturbador, el homosexual y la mujer histérica. Paralelamente, irá desglosando la incursión del Estado moderno en las prácticas sexuales de la época.
Roudinesco detalla minuciosamente cada período histórico pero dedica especial atención a uno de los sistemas más crueles creado por el hombre: el nazismo. En el capítulo que dedica al tema, la psicoanalista realiza una fundamentada crítica a las teorías conductistas que avalaron, en cierta forma, uno de los períodos más abyectos de la historia.
A pesar de las zonas sombrías que explora, la psicoanalista nunca pierde el optimismo y mantiene -para sorpresa del lector- un justo equilibrio entre moralismo y apología de la desviación. No ocurre lo mismo, en cambio, en el último capítulo, dedicado a la actualidad. Roudinesco tiene una versión pesimista de la sociedad democrática posmoderna porque ésta persigue como utopía la erradicación del mal y, según la autora, todo proyecto que quiera borrar la parte maldita de las sociedades -tan necesaria para Freud- corre el riego de que aparezcan nuevas formas de perversión. De allí que no sin razón critique la decisión de la comunidad psiquiátrica estadounidense de anular en su Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales el término "perversión". Lo que no se nombra, en definitiva, puede reaparecer bajo otra forma.
Nuestro lado oscuro , a través de un lenguaje preciso y fluido, cumple con su objetivo: comprender mejor el grado de perversión que -como afirma la autora- todos llevamos dentro para, una vez asumido esto y en concordancia con las ideas de Freud, saber que "todo depende de lo que cada sujeto haga" con él.
© LA NACION
lanacionar