Sergio Vega, un coro de loros y los signos del paraíso y el antiparaíso en América Latina
El artista, radicado en Estados Unidos, expone por primera vez en la Argentina desde 1985, cuando se fue del país; perspectivas inéditas y rimas visuales
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“Son obras muy diversas, pero todo es parte del mismo proyecto”, dice el artista argentino residente en Estados Unidos Sergio Vega (Buenos Aires, 1959) en la planta baja de Fundación Andreani, en La Boca, donde se exhiben dos instalaciones de su autoría en la muestra El Modernismo y sus descontentos. En una de ellas, un coro de loros y “aves del paraíso” narran el Génesis bíblico con recursos del realismo mágico, apuntes sociológicos y bromas (se parlotea sobre el “Dios narcisista” que hizo al hombre a su imagen y semejanza), con un video en loop en pantallas de televisores del siglo pasado; en la otra, una serie de fotografías en blanco y negro de suburbios, favelas y asentamientos, distribuidas en paneles colgantes, registran incongruencias del orden social y económico de América Latina.
Pese a que trabajos de Vega -proyectos multimedia, documentales e instalaciones- se exhibieron en la Bienal de Gwangju, en Corea del Sur, y en la Bienal de Lyon, en Francia, y en más de cincuenta museos e instituciones artísticas de Italia, España, Estados Unidos, Alemania, Japón y Venezuela, con El Modernismo y sus descontentos expone por primera vez en la Argentina desde 1985, cuando se fue del país. Recibió con entusiasmo la invitación de Laura Buccelatto (que lo conoció en Nueva York, por intermedio de Liliana Porter). Ahora el artista reside en el sur de Estados Unidos y trabaja como profesor en la Universidad de Florida. “Estoy en una ciudad universitaria, o sea que es otro mundo, mucho más liberal e internacional que el estado de Florida”, comenta.
Antes de abocarse a la escultura, el videoarte y los proyectos multimedia, Vega pintaba paisajes tropicales y marinos. “Algo muy romántico”, recuerda. Estudió en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano y, en Nueva York, se formó en un programa del Museo Whitney y luego en la Universidad de Yale. Obtuvo las prestigiosas becas Guggenheim y de la Fundación Pollock-Krasner. Trabajó con curadores muy influyentes en el mundo del arte, como Jean-Hubert Martin, Rosa Martínez y Okwui Enwezor. “A finales de los años 90, entré en el circuito de las bienales -dice-. Estoy feliz de mostrar en Buenos Aires y me alegra que Andreani se haya animado a hacer una muestra”.
En el documental Borges en la Alhambra, que no se exhibe en La Boca, Vega reconstruyó la visita del escritor y María Kodama a Granada, en 1976, y también las percepciones de un hombre que ya no podía ver sino a través de la mirada de otra persona. “Esa obra también está basada en la idea del paraíso; los jardines de la Alhambra fueron diseñados con la idea del paraíso terrenal. Toda esa zona era muy seca y los árabes hicieron un sistema de canales que aún se usa; toda la mitología paradisíaca está presente”, observa Vega. Actualmente, el poema de Borges “Un ciego en Granada” se encuentra en la entrada de la Alhambra. “Kodama vino a la Alhambra conmigo, dimos una conferencia juntos y me trató muy bien”, acota Vega.
La primera instalación en Fundación Andreani, El paraíso en el Nuevo Mundo, se inspira en el libro homónimo del naturalista, cronista, bibliófilo y polígrafo español Antonio de León Pinelo. “Él terminó su libro aproximadamente en 1650; lo encontré de casualidad y me cambió la vida porque era una teoría que sostenía que el paraíso terrenal estaba en América del Sur, en un lugar entre Brasil y Perú, y que los loros, por su longevidad, podían haber sido testigos del paraíso adánico, donde todos los animales podían hablar -cuenta Vega-. Luego de leer y estudiar ese texto que podría considerarse el primer texto americanista, porque de algún modo estaba tratando de hablar de un valor intrínseco de América Latina a través de un mito religioso, viajé a la zona fijada por Pinelo a buscar signos del paraíso. Uno de los mitos más grandes que surgió de la conquista fue el del paraíso encontrado”.
La instalación con los videos, ruidosa como cualquier bandada de loros, brinda una imagen alternativa del paraíso, de donde sus habitantes deben emigrar a Europa como mano de obra barata. Pinelo, agrega Vega, había crecido en Tucumán, estudió con los jesuitas en el Paraguay y se graduó en Derecho en Lima. “Era un erudito”, resume el artista, que reinterpretó las ideas “algo traídas de los pelos” del cronista y viajó al Mato Grosso.
“Fui a buscar el lugar donde se separan las aguas de los cuatro ríos del paraíso y de donde viene esa fuente común, que está en la región cercana al Pantanal, el humedal más grande del mundo -dice-. Hice las trazadas que delimitan lo que vendría a ser la región del Paraíso Terrenal, viajé allí a buscar señales del paraíso, a ver qué encontraba, como un viajero que trata de demostrar o negar una hipótesis”. Al llegar, se encontró con escenas del Brasil actual, “pero con una cultura muy fuerte, porque es una región muy poblada por indígenas, y a su vez es una región que tiene una mitología paradisíaca muy fuerte, eso existe en la cultura popular aún hoy”.
La irónica obra entrecruza citas de la Biblia con comentarios de los loros cronistas, “en una especie de coreografía latinoamericana” que alude a la condición de los habitantes. “Y al hecho de no haber integrado a las poblaciones indígenas al proyecto de las naciones y el modernismo -resume Vega-. En América Latina, la gente marginal sigue siendo de origen indígena o africano”. Se interroga además sobre los imaginarios de felicidad que dependen de la recuperación (o la destrucción) del paraíso natural.
La segunda instalación es más reciente y tuvo versiones que se mostraron en museos internacionales. “Hay fotos del mismo lugar exacto del paraíso de Pinelo, pero decidí incluir fotos de la Argentina, para ver si se puede establecer un paralelo con lo que estoy argumentando”, dice el artista.
Tomó tres puntos de referencia. “Una es la muestra que el fotógrafo Edward Steichen inauguró en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1955, La familia del hombre, la primera instalación de fotografías que se hizo con un enfoque de fotografía humanista, con aquello que es común a todos los seres humanos: el amor, el trabajo, la muerte, la música, la búsqueda del conocimiento. Nunca se volvió a hacer algo así. Me interesaba profundizar en el argumento humanista. La otra referencia es una instalación del brasileño Hélio Oiticica, Núcleos, en la cual él quería proyectar la pintura al espacio, que saliera del bastidor y las paredes y creara su propio espacio con unos paneles”. En la obra de Vega, los paneles funcionan de otro modo, como soporte de las fotos y conductos elegantes de un laberinto interactivo que permite que los espectadores perciban la obra al recorrerla. “Y la tercera referencia es el argumento del filósofo Jacques Derrida sobre la deconstrucción -afirma-. Él decía que esta se manifiesta en sus acciones y que siempre se posiciona de manera excéntrica; lo que deconstruye es el centro hegemónico desde los márgenes. Me pareció una analogía muy peculiar sobre las villas miseria y las favelas, que deconstruyen la ciudad y están hechas de los desechos reciclados. Es aquello que las clases medias prefieren no ver”.
Como un etnógrafo interesado en los imaginarios y efectos de la colonización, Vega examina el choque entre el purismo modernista y las formaciones urbanas a partir de los años 1960. El contraste formal entre el estilo de los paneles y el de las imágenes (que tienden a la escena áspera, los encuadres fragmentados, los contrastes disparatados) reproducen esa contradicción. “Hay muchas rimas de formas, y se pueden ver contenidos dentro de otros”, dice el artista mientras recorre la obra.
Actualmente, Vega trabaja en la idea del “antiparaíso” latinoamericano según la perspectiva europea, apuntalada por el conde de Buffon y de donde provendría el mote de subdesarrollo para la región que habitamos. “Decían que el continente americano había sido el último en crearse y que no se habían desarrollado por completo -apunta-. Fijate de dónde viene lo del subdesarrollo: de las ciencias naturales. Se manifestaba en que los animales en América eran más pequeños, con leones sin melena, indígenas petisos y sin barba, caimanes chicos comparados con los cocodrilos del Nilo”.
El título de la muestra recrea -también irónicamente- el título de una obra de Sigmund Freud, La civilización y sus descontentos, publicada cuando el nazismo llegaba al poder en Alemania. “En todo el mundo hay una tendencia al fascismo -dice Vega-. Facilitada por la tecnología y por el modo de identificación de la gente, que llega a votar en contra de sus propios intereses de vida para apoyar a un bando u otro. Muchos se han aprovechado de eso”. El paraíso puede seguir esperando.
Para agendar
El Modernismo y sus descontentos, en la Fundación Andreani, Av. Pedro de Mendoza 1981. La muestra se puede visitar hasta los primeros días de marzo de 2025, de miércoles a domingo, de 12 a 19.
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