Si la Feria no existiera, habría que inventarla

"Querida, ¡la Feria del Libro es el mal!", decía hace años, por lo bajo y en tono socarrón, una beldad pintoresca del mundillo editorial, harta ya de estar de pie sobre sus tacones y un poco picada de tanto aperitivo mentolado que se ofrecía gratuitamente en los pasillos del pabellón.

Ocurre que escritores, editores, encargados de prensa y periodistas suelen llegar exhaustos a los tramos finales de la gran fiesta del libro. Presentaciones, conferencias, charlas, firmas de ejemplares se combinan en un frenesí tal que, al cabo de tres semanas, termina con las fuerzas del más entusiasta. Sin embargo, el rito se renueva cada año y estos días, cuando la feria se encamina hacia su último fin de semana (con dos acontecimientos de alto interés para el público: las presentaciones de Arturo Pérez-Reverte y Leonardo Padura, el sábado), los organizadores ya trabajan en la edición 2014 que, según está previsto, se hará en La Rural, del 24 de abril al 12 de mayo. También anunciaron que esperan consolidar como una tradición la acertada iniciativa que tuvieron este año al recibir como invitada de honor a la ciudad de Ámsterdam. El año próximo será San Pablo y, con ella, la literatura brasileña (¿reemplazarán las cervezas que hacían tan amable el intercambio con los escritores holandeses por caipirinhas ?).

Con menos visitantes que otros años (se siente en los pasillos, en la comodidad con que se puede hojear a gusto novedades y rarezas en los puestos), campea en las amplias salas el espíritu bullicioso y un poco festivo de toda feria. Sin embargo, entre las paredes de madera clara que albergan al Café Ámsterdam, reina el silencio. Concentrado, el público sigue con atención las palabras de Cees Nootebom. El escritor ha venido a hablar de su literatura y muy especialmente de su poesía, menos conocida por los lectores argentinos. Ha traído con él un ejemplar de su antología Luz por todas partes , en la hermosa edición colombiana publicada por Casa de Poesía Silva. Y lamenta que la obra no llegue al país ("Yo puedo entender lo de Repsol -dice- pero ¿en qué puede perjudicar a la economía argentina que se traigan libros de poesía que de otra manera no serían publicados aquí?"). Lee en castellano poemas dedicados a su amigo belga Hugo Claus, a Juarroz y a Borges. Cuando termina, muchos de quienes lo han estado escuchando forman una fila prolija y esperan pacientemente su turno para recibir una firma o expresar un agradecimiento. Son discretos. Parecen conmovidos. A un costado, la mujer de los tacones observa la escena con indolencia felina. "¿Me vas decir que si la Feria no existiera habría que inventarla?", lanza en un aparte, como una Marlene Dietrich de vuelta de todo. "Y, sí, querida, la verdad que sí", se concede a sí misma por toda respuesta.