Surge una nueva generación de editores que apuestan al libro
Tienen entre 20 y 35 años. Vienen del mundo de la música, el modelaje, el periodismo, las lenguas extranjeras y el diseño, y un día decidieron concretar el sueño de los que aman las páginas que cuentan buenas historias y anhelan descubrir un best seller: ser editores.
Jerónimo González Montalvo y Melisa González Bouilly, de Tol Ediciones; Alejandro Guyot, Alvaro Caldelas e Ignacio Iraola, de Artylatino; Santiago Llach y Marina Mariasch, de Editorial Siesta; Sonia Budassi, de Editorial Tamarisco; Leandro Donozo, de Gourmet Musical Ediciones, y Ezequiel Badjer y Mercedes Pérez, de Editorial Vestales, que hablaron en la librería Cúspide con LA NACION, son algunos de los nuevos nombres en un mercado atiborrado de novedades editoriales, cuyo control está en pocas y muy poderosas manos.
Se los reconoce porque experimentan; son creativos; no le temen al desafío; mantienen dos trabajos; dicen que en las librerías no están los libros que quieren leer y se sumergen en blogs en busca de novedades, con la familiaridad con que los viejos editores se sumergían en manuscritos reescritos hasta el hartazgo. Y, sobre todo, se divierten con lo que hacen.
Experimentar lo nuevo
Tol Ediciones se completa con Manuel González Montalvo, el verdadero lector del sello. Su primer título fue Los guachos, un libro sobre chamanismo de Roberto Torres. "Nos gustó correr el riesgo", justifica Jerónimo González Montalvo. Su novia, longilínea y muy alta, trabaja como modelo y también en la editorial. "Desde el primer momento pensamos que el libro podía funcionar. De una tirada de 5000 ejemplares, vendimos 300", cuenta.
Además se lanzaron al mercado con la revista cultural Veo, con el apoyo de marcas de primera línea. "No somos muy lectores. Pero creemos que es interesante acercarse al lector, aun desde el lugar de no lector", dicen estos editores noveles que no se avergüenzan al admitir que les interesa "el libro como objeto y por quien lo escribe". Su plan editorial es publicar dos libros este semestre, uno de ellos sobre la ruta 40.
Alejandro Guyot y Alvaro Caldelas se decidieron por libros populares. Recrearon un viejo formato conocido como flip. Es un pequeño libro que, con el rápido recorrido de sus páginas, pone en movimiento una sucesión de imágenes que componen un cuadro vivo. "Estos libros son objetos que circulan por galerías de arte, museos, locales turísticas y quioscos. Y hasta están en el barrio de La Boca", dicen los editores.
Ya editaron 10 flips para todos los gustos: desde el gol de la "mano de Dios", que Maradona hizo en el Mundial de México, hasta un show del sempiterno Sandro, pasando por Gardel y el espectáculo de Fuerza Bruta. "Los flips nacieron con el cine y reconocen a los grandes íconos de la pantalla grande. El libro puede ser algo popular y nuestra intención fue darle irreverencia", dice Guyot.
Los flips de Artylatino tratan a los ídolos desde esa óptica. "Nuestro público son los jóvenes, los turistas." Las tiradas de los flips son de 3000 ejemplares y su venta alcanza a los 1500. En breve aparecerá otro libro sobre la ruta 40, con prólogo de Martín Caparrós.
Sonia Budassi, Hernán Vanoli, Félix Bruzzone y Violeta Gorodischer emprendieron el camino editorial con su sello Tamarisco.
Así se presentan: "Mientras en la última década la poesía extendió su producción a través de carriles disímiles y pequeños, la narrativa se replegó sobre los vehículos de siempre. Con la intención de dar lugar a nuevas voces e historias, surgió nuestra editorial independiente y artesanal".
Estos editores subrayan que su misión "es expandir la joven narrativa contemporánea". Dos de esas ediciones iniciales son la antología Hojas de Tamarisco y Toronto no, de Leonel Livchits. Con la mira puesta en hacer circular la producción literaria actual, este sello se nutre de los blogs como fuente de obras inéditas de autores jóvenes. Sus tiradas alcanzan a los 500 ejemplares.
El sueño de editar
Para Leandro Donozo, de Gourmet Musical Ediciones, su decisión surgió por no hallar en el mercado libros de musicología bibliográfica. Demoró ocho años para editar el Diccionario bibliográfico de la música argentina, un catálogo completo para especialistas y curiosos. "No sabía nada cuando me puse a editar mi libro. Pero fui conociendo de a poco. Hoy tengo mucho material de archivo para emprender otros títulos", dice Donozo. De los 500 ejemplares editados se vendieron ya 100. Y ya tiene dos nuevos títulos por publicar en su plan editorial de este año.
Para Ezequiel Badjes y Mercedes Pérez, de Editorial Vestales, la edición los encontró cuando se prodigaban en otras profesiones en las que no se sentían completos. "Yo venía de desarrollar habilidades en traducciones, idiomas, etcétera, durante 10 años", dice Ezequiel. Y Mercedes había estudiado artes y entró en el campo del libro por la puerta del diseño gráfico.
"Este es un oficio abarcativo que te permite aplicar conocimientos de distintas disciplinas. En nuestro sello publicamos libros de dos tipos: los que son como el de la bossa nova, destinados a un público más específico, y una colección de literatura romántica. Es reflejo de lo que nos gusta a nosotros", coinciden. Y agregan que el trabajo editorial permite revalorizar todos los conocimientos: "Uno siente que lo que aprendió en la vida, en esta profesión, sirve".
Marcos González Cezer y Julio Boccalatte, de Ediciones Al Arco, publican -como su nombre lo anticipa- libros de cuentos sobre fútbol. En 2001 comenzaron con una revista homónima y luego editaron libros con autores rutilantes, como Eduardo Galeano, Roberto Fontanarrosa, Juan Sasturain, Daniel Arcucci, Ariel Scher y Vicente Verdú. Entre sus títulos están De puntín, Del diario íntimo de un chico rubio y Disquisiciones sobre la habilidad.
Para Santiago Llach y Marina Mariasch, de Editorial Siesta, sello dedicado a la poesía argentina, latinoamericana y a las traducciones de poesía alemana, brasileña, francesa y en lengua inglesa, el desafío fue llegar a un nicho inexplotado.
El joven Llach dice: "Editar es un modo de conocimiento y una manera de conectar dos mundos a veces enfrentados, como la literatura y el comercio". Augura: "Las nuevas tecnologías fomentan la aparición de pequeños emprendimientos, llevados adelante por intelectuales y artistas. El desafío es complementar las viejas y las nuevas tecnologías del libro."