Tangos cultos
La publicación del volumen colectivo Tangos cultos (Gourmet Musical) llama la atención sobre una variedad completamente singular del género: los tangos compuestos por compositores de música clásica. Se ofrecen aquí dos anticipos de ese libro, entrevistas con dos pianistas que encargaron y tocaron esas obras, ademásde una reflexión sobre los vínculos de la música popular con la clásica
En las notas que escribió sobre su Tango alemán , Mauricio Kagel señalaba una de las prescripciones para la interpretación de esa pieza: "En Europa que suene argentino; en la Argentina, protogermánico". Hay allí una distancia, mezcla de reticencia y atracción, que marca, de un modo más general, la relación de un compositor clásico con el tango. En el conjunto de ensayos reunido con el título de Tangos cultos (Gourmet Musical), Esteban Buch, el compilador del volumen, señala justamente esa singularidad: la variedad del fenómeno, que se refiere centralmente a la presencia del tango en compositores argentinos de la tradición clásica pero que puede extenderse asimismo a artistas de la música popular que utilizan recursos de la música académica, "muestra tanto el interés como el límite de la categoría ?tango culto', que pretende aquí describir ese cruce de géneros con cierta distancia irónica". Como señala Buch, la noción no es un criterio rígido.
En cualquier caso, una primera definición de "tango culto", género artificial y por demás ambiguo, consistiría sencilla y engañosamente en lo siguiente: una pieza que mantiene algún tipo de vínculo con el tango, escrita por un músico ajeno al género. La definición parece simple, pero los procedimientos pueden en cambio ser muy complejos, entre otras cosas porque no siempre ese vínculo resulta evidente.
El tango acompañó la música del siglo XX. Lo encontramos en Igor Stravinsky, en Eric Satie, en Kurt Weill, en Erwin Schulhoff ("Alla Tango Milonga" en las Cinco piezas para cuarteto de cuerdas) Alban Berg (en El vino ), Dmitri Shostakovich? la lista es extensa y podría prolongarse. Son ejemplos inarticulados que luego, ya en la segunda mitad del siglo XX, se volvieron más sistemáticos con los encargos que el pianista Yvar Mikhashoffrealizó a un centenar de compositores contemporáneos, entre ellos John Cage -autor de Perpetual Tango, pieza indeterminada que es subsidiaria del tango de Satie- y Conlon Nancarrow. Por el lado local, el paisaje se ensancha e incluye casos tan diversos como los de Carlos López Buchardo, Ernesto Drangosch, Gilardo Gilardi, Irma Urteaga, Juan Carlos Paz -imprevistamente- y avatares difíciles de definir en estos términos como los "postangos" de Gerardo Gandini, o más recientemente, los de Juan María Solare. Dos pianistas resultaron decisivas: por un lado, Estela Telerman recuperó, en los dos discos Los compositores académicos argentinos y el tango , un repertorio olvidado o postergado; por el otro, Haydée Schvartz continuó la tarea de Mikhashoff y, además de pedir "realizaciones" del Perpetual Tango de Cage para su CD New Piano Music from Europe and the Americas , encargó tangos a dieciséis compositores argentinos contemporáneos de edades y poéticas muy distintas.
El libro preparado por Buch hace un recorte: nueve estudios sobre la presencia del tango en la música argentina del siglo XX, en un arco que va de Juan José Castro y Alberto Ginastera a Pablo Ortiz pasando por Francisco Kröpfl, Gandini y Kagel. Con todo, el fenómeno, todavía abierto en la medida en que otros compositores más jóvenes suelen inclinarse también al género, podría condensarse en una categoría que Federico Monjeau usa para referirse al tango en Ortiz: lo residual o, en sus palabras, "la experiencia de una sobrevida fragmentaria o de un elemento históricamente marginal que de pronto aparece en una función impensada o en el corazón mismo de la obra". Dicho de otro modo: un recuerdo -el pasado- que vuelve. Nada, en el fondo, más ligado al tango.
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