Como beneficio secundario de una pandemia que tanto afectó la vida de todos, los chicos pudieron comprobar que aun en la distancia los lazos pueden estrecharse; la familia como equipo, los juegos y el arte, aliados del buen humor
Son muchas las cosas quelos chicos vienen perdiendo durante la cuarentena: estudiar y aprender en grupo, tiempo con amigos, ratos lejos de la fiscalización de sus padres, deporte y todo tipo de actividades extraescolares, divertidos encuentros con primos y abuelos, programas como salidas al cine y el teatro, fútbol, paseos, visitas a museos…
Pero la cuarentena les dio tiempo para descubrir otras cosas, algunas que les hacen bien aunque no siempre los entusiasman, y otras que sí les gustan. Empezando por saberse importantes y necesarios en la casa y en la familia, darse cuenta de que su ayuda vale, y pasarla bien –o no tan mal– ya sea poniendo la mesa, haciendo su cama, pelando papas, preparando una torta, ñoquis o ensalada… No creo que se sientan realizados al hacer estas tareas, pero sin duda los chicos tomaron un lugar distinto y muy respetable en los hogares, tanto para ellos mismos como para sus padres, y hoy son parte del equipo que sostiene la vida, la familia. Pasan más tiempo jugando y aprendiendo, pero sentirse útiles les hace bien.
También se descubrieron entre los hermanos para jugar y divertirse, quizás en un primer momento porque era la única opción, pero luego aprendieron a disfrutarlo, compitiendo los de edades parejas, ayudando a los más chicos, incluso dejándolos ganar, y gozando con los bebes que, en épocas de clase normal, crecían lejos de sus hermanos mayores. Disfrutable para el hermano mayor que ilumina la cara de su hermanita con su sola presencia o sus ideas para entretenerla, pero fascinante para esa hermanita que pasa a recibir múltiples miradas y estímulos de todo tipo a lo largo del día en lugar de tener a su lado una sola persona adulta para cuidarla y que tiene poco tiempo para jugar.
Los chicos encontraron, o reencontraron,el placer de pasar tiempo en familia, de almorzar todos juntos, aunque durante largos ratos cada uno tenga que hacer tareas y trabajos en muchos momentos se encuentran, conversan, se arman rituales nuevos (aunque conocidos para sus padres en su propia infancia): noches de juego de cartas, sobremesas de charla, veladas de películas y pochoclo casero. A veces papá con esfuerzo aprende a jugar al Fortnite y comparte un rato el interés de su hijo, o mamá fabrica payanas y enseña a jugar… Salir a caminar en los momentos permitidos o hacer juntos yoga, baile, meditación, origami, aprovechando algún video de YouTube. Actividades en las que a veces brillan los chicos y los grandes se esfuerzan para aprender, y otras en las que los grandes tienen un rato y ganas de enseñar, como tejer, o armar planeadores de papel o de madera balsa.
Muchos chicos descubrieron que pueden estar con sus amigos en pantallas y pasarla bien, aunque no sea lo mismo que compartir la tarde juntos. Y también se dieron cuenta de que pueden estar solos de a ratos y disfrutarlo, que son compañía interesante para ellos mismos, que pueden bucear dentro de ellos y descubrir el uso que quieren darle a su tiempo libre, con quién quieren pasarlo, qué prefieren hacer, ya sea jugar, leer, dibujar, ver televisión, dibujitos, series, jugar en las consolas, tocar un instrumento, aprender actividades nuevas…
El gran tema para sus cuidadores es ayudarlos a distinguir lo que es de verdad placentero para ellos de lo que es adictivo, es decir, cuáles actividades los ayudan a crecer y a sentirse mejor y cuáles usan para matar el tiempo, para no pensar, para evadirse de la realidad, actividades con las que nunca se satisfacen y de las que salen de mal humor. Porque una misma actividad podría servir para cualquiera de las dos cosas. La clave, como adultos, para darnos cuenta de la diferencia está en la posibilidad de disfrutar, asombrarse, entusiasmarse, saciarse y poder pasar a otro tema con relativo buen humor, y digo relativo porque a veces no es fácil tolerar que nos interrumpan cuando algo nos entusiasma.
Tiempo para ellos mismos, en familia y con sus padres es uno de los pocos regalos que la cuarentena les viene ofreciendo a nuestros chicos. Sigamos disfrutando de este beneficio secundario increíble de la pandemia, que tanto ha afectado nuestra forma de vida.
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