Un autodidacta en la mira
Julio Lavallén exhibe sus vigorosos desnudos; los gofrados del rosarino Antonio Berni, en Suipacha
Julio Lavallén es lo que se entiende por un artista superdotado. Unicamente así puede este autodidacta nacido en Concordia, Entre Ríos, y radicado primero en Buenos Aires y más tarde en España, haber alcanzado esta maestría en el dominio del dibujo y de la forma. En esta oportunidad, sus pinturas de generoso tamaño interpretan al desnudo femenino y masculino.
Las posturas son de un cierto dinamismo, en algunos casos parecería que se trata de esfuerzos natatorios, como si el desnudo estuviese por dar una brazada. En otros casos aparecen acurrucados, pero dando también la impresión de esfuerzo que implica movimiento. En algunos casos los desnudos están envueltos por soportes plateados, en otros dorados, que recortan la figura. Parecen o bien pintados estos brillos o bien recortados de algún papel; es difícil saberlo.
En todos los casos asoma el pintor que sabe lo que hace y que no se equivoca en el factor gusto. Sabemos que Lavallén tiene ya una larga trayectoria con muchas muestras internacionales y muchas distinciones. Pese a serme conocida su labor debo decir que en mi estimación, bien que respetando sus etapas anteriores, ha logrado hoy su más feliz y contundente expresión creativa.
No creo que la preocupación primordial en Lavallén sea la estética; creo que la fuerza prima sobre la gracia. Estamos en presencia de un expresionista capaz de contenerse sin por ello dejar de transmitir la potencia de su espíritu.
(En Galería VYP, Arroyo 959, hasta el 10 de enero.)
Dibujos y grabados
Ver hoy en una galería privada dibujos y grabados de Antonio Berni es un sorpresivo lujo, ya que se trata de uno de los genios indiscutidos e indiscutibles del arte del siglo XX. Nacido en Rosario en 1905, falleció en Buenos Aires en 1981. Algunos de los trabajos aquí exhibidos incluyen los originales de la carpeta de serigrafías que tuve el honor de prologar hacia 1976. Podrá el lector imaginar mi emoción al encontrarme nuevamente con esos dibujos que incluyen un autorretrato del artista.
Como lo decía entonces y lo repito ahora, Berni pertenece a la gran tradición del dibujo lineal que alcanzó su valor de arte autónomo a partir de Pisanello y Gentile da Fabriano para culminar con el genio de Leonardo, a quien no iban en zaga Miguel Angel y Rafael. Esta tradición se diferencia del dibujo tonal porque pone su énfasis en la línea, el más intelectual de los ingredientes plásticos. Esta característica del arte clásico lo diferencia del barroco, donde el dibujo nos habla desde las luces y las sombras, una tradición que también tiene entre nosotros valiosos representantes como Guillermo Roux, mientras que Carlos Alonso es, al igual que Berni, maestro excepcional del dibujo lineal.
La línea de Berni es nerviosa como su persona; por momentos se afina y en otros se hace más gruesa, recorre su camino y salta cuando el temperamento del artista así lo exige.
No es casual que hace 40 años la Bienal de Venecia reconociese mundialmente la magnitud del logro de Berni, otorgándole un gran premio que hasta entonces, pese a que la bienal tenía más de medio siglo, jamás había sido otorgado a un artista latinoamericano. Este triunfo consagraba a Berni no solo como dibujante sino además como grabador, una disciplina que cuenta con magníficos ejemplos en esta muestra. Además de los gofrados (grabados en relieve) no falta uno de Juanito Laguna de generosas dimensiones que estuvo presente en la famosa Bienal, bien entendido que no es la misma copia.
También figura el torero policromado iluminado a mano, esta vez en rojos y dorados que muestran al torero de perfil. Tuve el honor de obsequiar otra copia del mismo grabado en colores diferentes a Jacqueline Kennedy antes de su viaje a la Argentina, poco después de la muerte alevosa del brillante presidente John F. Kennedy. Empapar la retina con la obra de Berni supone instalarse en elevada dimensión espiritual.
(En Galería Suipacha, Suipacha 1246, hasta el 15 de enero.)
Artista uruguayo
Entre las muestras que tuvimos oportunidad de ver a fines de año quiero destacar la de Martín Rodríguez, artista uruguayo que se presentó en las salas de la embajada de su país. Rodríguez desplegó una serie de terracotas y de pinturas al óleo, las más de tamaños reducidos.
Sin restarles méritos a sus pinturas, creo que su mayor talento se despliega en las terracotas y alguna madera. Sus cabezas y figuras estilizadas traen a la memoria, las primeras a algunas obras escultóricas de Modigliani y las últimas con un mismo sentido espacial a las de Giacometti. No podemos hablar aquí de masas que desplazan el espacio; en las de cuerpos alargados el artista juega con el espacio, ya sea con maderas o con mármoles. Las cabezas tienen mayor relación con la escultura tradicional, más aptas no sólo a la relación visual y táctil sino también a la háptica midiendo el peso. Los trabajos al óleo van desde un figurativismo tradicional hasta algunas incursiones en planteos caros a la Escuela de Torres García. En todo caso se trata de un artista que sabe lo que hace y que nos recuerda una vez más que del otro lado del charco con el arte no se juega.
(En la embajada de la República Oriental del Uruguay, Av. Las Heras 1907.)
Talento y oficio
Delfina Gálvez es una pintora abstracta aunque en contados casos alude a la realidad cotidiana, aclarando la alusión en los títulos: "Luna", "Monjas huyendo", "Paisaje".
Su técnica es el esmalte sobre tela, que maneja con soltura con pinceladas que responden a un buen oficio adquirido, lo que nos parece importante. Los colores de Delfina son los que responden a lo que se conoce como paleta baja: grises, rosados y algún negro.
Lo que nos interesa destacar es que Delfina Gálvez tiene talento y manteniéndose fiel a la tradición pictórica milenaria es capaz de brindarnos la impronta de su propia e intransferible personalidad. En materia de arte de eso se trata y no de escaparse por la tangente como lo intentan muchos perezosos. La visita a esta muestra bien vale la pena.
(En Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, Sala 13, hasta el 19 de enero.)
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