Un autor con talento, polémico y sensible a los temas cotidianos
Harold Pinter fue entrevistado en 2004 por LA NACION para la serie de intelectuales
LONDRES.- El año último entrevisté a Harold Pinter para la serie de intelectuales que publica LA NACION. Lo imaginaba más inaccesible, pero le mandé una carta y a los dos días estaba llamándome por teléfono su secretaria para invitarme a pasar por su estudio en Holland Park.
La preciosa casita de dos pisos -ayer bloqueada por periodistas y admiradores al saberse que le había sido otorgado el Nobel- está en una calle relativamente escondida, a dos cuadras del parque que da el nombre a la zona y a otras tantas de las boutiques y restaurantes fashion de Notting Hill. Un lugar bastante acertado tomando en cuenta que Pinter -serio, amargo y militante de izquierda- resultó bastante sensible a la ropa.
No lo puse en la nota -publicada el 12 de mayo de 2004-, pero llevaba yo un tapado largo de cuero que él inmediatamente ponderó. "Puro cuero argentino, recién llegado de las pampas ¿no? ¡Me encanta! ¿Hay de hombre también?", me preguntó. Quedé paralizada. Primero, porque Pinter siempre se viste de negro, entonces no entendía para qué iba a querer un tapado marrón. Y segundo, porque, conocido su antiamericanismo y, en especial, el dirigido a las grandes corporaciones, me daba vergüenza explicarle que no había sido elaborado artesanalmente por manos gauchas en alguna provincia, sino que lo había comprado en una liquidación de Gap, el McDonald´s de la ropa americana. Pero se lo dije y se empezó a matar de risa. "Bueno, está bien, algo de bueno tenían que tener, aunque sea tu tapado", dijo, encantador. Y acto seguido me contó de su experiencia positiva en EE.UU.
"Dudo de que vuelva a ocurrir, ya que no pienso pisar Estados Unidos en un futuro cercano. Pero cierta vez volvía de Nicaragua y, para mi enorme irritación, tenía que hacer una conexión en Miami y pasar la noche allí. Llegué al aeropuerto y vi una señora enorme en la ventanilla de migraciones. Me puse en la fila y pensé: «Ahora va a abrir mi pasaporte y me va a decir ¿qué estaba usted haciendo en Nicaragua?». Y me dije a mí mismo: «Verdaderamente tengo ganas de que lo haga, porque mi respuesta va a ser, obviamente: ?No es asunto suyo´». Al llegar mi turno, la señora abrió mi pasaporte, me miró y preguntó: «¿Usted es Harold Pinter?». Totalmente anonadado, le dije que sí, y me respondió con una gran sonrisa: «Bienvenido a Estados Unidos». Esa es la otra cara de la moneda", confesó.
Razones del galardón
Entre los periodistas y en los pubs literarios la discusión más acalorada ayer era si Pinter había ganado el Nobel por sus críticas a la guerra en Irak o a pesar de ellas.
"¿Alguien leyó sus últimos poemas?", preguntaba a los gritos uno respecto de la reciente diatriba "Fútbol americano", repleta de obscenidades contra el Gran País del Norte. Y prosiguió: "Hace que el Nobel a Jelinek parezca realmente merecido".
Otros, en cambio, argumentaban que después del "horror" de Jelinek (considerada por muchos una escritora menor) la elección de Pinter les había devuelto la fe en el Nobel. "Es el hombre que revolucionó el teatro inglés de este siglo, que nos explicó la humanidad", se escuchaba por un lado.
"¡Ganó por su odio a EE.UU. y no por su talento como escritor! Si el premio hubiese sido sobre la base del mérito, se lo habrían dado años atrás: sus éxitos tempranos fueron en los años 50 y no escribe una obra de teatro desde hace cinco años!", retrucaban por el otro.
Finalmente, Pinter apareció en la puerta de su casa a saludar e hizo referencia a la polémica: "Escribo obras desde hace 50 años y estoy políticamente muy comprometido. Pero no estoy seguro de hasta qué punto ese compromiso tiene algo que ver con este premio".
"Estoy conmovido y encantado. Es algo que no esperaba", dijo el escritor. Su secretaria se lo confirmó a LA NACION: "Se enteró 15 minutos antes del anuncio oficial, está abrumado". Consultado sobre por qué creía que había sido escogido por la Academia de Suecia, Pinter respondió: "Eso me pregunto yo". El escritor contó que había celebrado la noticia con una copa de champán con su esposa, la escritora e historiadora lady Antonia Fraser. Confirmó, además, que seguirá escribiendo poesía y no teatro. "He escrito 29 piezas y creo que es suficiente", dijo.
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