Una biografía judicial
El nuevo libro del periodista Daniel Santoro se centra en la discutida figura del juez Norberto Oyarbide
Sr. Juez
"Es inevitable que haya escándalos; pero ¡ay de quien los provoca!" La máxima, del 21 de abril de 1997, no podría cuadrar mejor con su autor, Norberto Oyarbide, acaso el juez más conocido del país y, sin duda, el que arrastra más escándalos, videos explosivos y denuncias en su contra durante los últimos 15 años.
Sobreviviente de mil batallas -siempre gracias al poder político de turno a cambio de posteriores favores judiciales incofesables-, Oyarbide ejemplifica cuán surrealista puede ser el Poder Judicial argentino, donde tantas veces valen más los contactos y el dinero que cualquier ideario de justicia.
Daniel Santoro así lo expone en Sr. Juez. Una biografía judicial de Norberto Oyarbide . Con un ritmo ágil y preciso, el laureado editor y periodista de investigación del diario Clarín relata los orígenes humildes del "señor juez", su paulatino ascenso en los tribunales y sus oscuras alianzas con proxenetas, policías, políticos y espías para amasar dinero, contactos y poder. En suma, impunidad. Santoro lo logra tras sortear un escollo considerable a la hora de redactar la biografía de Oyarbide, como es su homosexualidad, lo que podría haberle reportado acusaciones de homofobia. Pero no es el caso del autor, que disipa ese riesgo al repudiar toda visión "cavernícola" al respecto, como calificó el comentario denigrante vertido por un ex funcionario de los años 90. Para eso, Santoro también se apoya en las palabras y las acciones de Oyarbide, quien varias veces expuso a la luz lo más íntimo de su vida privada y, a diferencia de la mayoría de sus colegas, se ubicó a sí mismo en situaciones de extrema debilidad y dependencia de terceros que luego cobraron sus favores en su juzgado de Comodoro Py.
El libro permite conocer detalles desconocidos u olvidados de su trayectoria. Entre ellos, cómo dio protección a cambio de dinero, según testimonios judiciales, a varios proxenetas desde que era secretario de un juzgado correccional en el que tramitaban las investigaciones que los afectaban. O cómo amenazó en público al recepcionista de un restaurante. O de cómo lo salvaron los senadores justicialistas del juicio político la noche del 11 de septiembre de 2001, mientras el resto del mundo contemplaba azorado los restos humeantes de las Torres Gemelas.
Apadrinado por la Policía Federal, impulsado por Jorge y Hugo Anzorreguy -este último, jefe de la SIDE durante el menemismo-, y protegido una y otra vez por el menemismo y el kirchnerismo en los 43 juicios políticos iniciados en su contra, el libro muestra cómo la trayectoria de Oyarbide se opone de manera dramática a la dignidad del entonces fiscal general Norberto Quantín, que combatió desde la institución contra la corrupción judicial.
Santoro aprovecha ese contraste entre Oyarbide y Quantín y sus colaboradores -conocidos como "los centauros"- para potenciar su relato. Y lo logra, con creces. Como cuando desnuda las dos velocidades que, una y otra vez, el juez le imprime a sus pesquisas, según le convenga a ciertos intereses u operadores, como el auditor general de la AGN, Javier Fernández.
Acaso la "biografía judicial" de Oyarbide pudo ahondar más sobre una de sus facetas más censurables: su notoria evolución patrimonial. Santoro avanza por esa senda, pero no termina de profundizar, más allá de rescatar testimonios valiosos, como el del dueño de Spartacus, que acusó al juez de cobrar no menos de 40.000 dólares por mes de distintos proxenetas, además de otros 250.000 dólares del dueño del Hard Rock Café de Recoleta. Testimonio que concluyó, vale aclarar, en otra vía muerta judicial.
Respetado por su enorme capacidad de trabajo y querido por su equipo, Santoro también cita a un camarista que destaca la "excelente" labor de Oyarbide cuando se trata de expedientes "comunes" o de drogas. "El problema para él es el diez por ciento de las causas que involucran a gobiernos. Ahí está su talón de Aquiles", planteó su superior.
En rigor, ése es el flanco débil de la mayoría de los jueces y fiscales que trabaja en Comodoro Py. Es una debilidad sistémica de la Justicia argentina. La única diferencia es que esa mayoría es menos llamativa, más silenciosa -más hipócrita- que Oyarbide, pero también menos vulnerable.
"Oyarbide -evaluó Quantín ante la consulta para el libro- es parte de un sistema perverso que funciona entre jueces y políticos que se van debiendo favores recíprocos y eso evita, a la larga que se haga justicia." Eso, en suma, es lo que Santoro deja en evidencia. Oyarbide es apenas el ejemplo más manifiesto de ese sistema.