Una estética de la provocación
El "shock art", como en un espejo, muestra el mundo tal como es, sin utopías, con sus traumas y obsesiones.
lanacionarDesde hace algunos años, en la escena internacional del arte existe una vía decididamente inclinada hacia la provocación (denominada "shock art"), que busca por todos los medios la polémica "massmediática".
La situación adquirió popularidad en 1997, cuando el grupo de Young British Artists se reunió en el contexto de Sensation, una exposición presentada en la Royal Academy of Arts de Londres.
La muestra tenía como eje fundamental la idea de que el arte ya no podía ser concebido en términos de asepsia formal, sino como un lugar en el que los artistas se enfrentaban con el sexo, la agresividad y la muerte. Según Norman Rosenthal, curador de la exposición, al contemplador, que se suponía interesado en el arte y en la vida, se le ofrecía un espejo en el que reflejaban nítidamente sus problemas y obsesiones.
Las obras presentadas, resueltas con multiplicidad de medios y soportes, tendían a "provocar", remitiendo a situaciones traumáticas del tiempo presente.
En este registro operaban, entre otras, las obras de Damien Hirst (animales partidos por la mitad conservados en formol) y Jake & Dinos Chapman (delirantes figuras de niñas adolescentes con sexos masculinos emergiendo de todo su cuerpo). Tres años después, la Royal Academy londinense, hasta hace poco una venerable institución de 237 años, dedicada al estudio, conservación y exhibición de obras de arte, presentó otra muestra polémica y audaz: Apocalipsis. Belleza y horror en el arte contemporáneo.
La exposición, también curada por Rosenthal, con la colaboración de Max Wigram, se basaba en el inquietante Libro de las Revelaciones, de San Juan, y buscaba que los artistas interpretaran las inseguridades que acechan en el fin del milenio. El sexo, la tortura y el Holocausto eran los temas recurrentes en las obras de los trece artistas invitados, alemanes, belgas, norteamericanos, italianos y británicos, cuyas edades oscilaban entre los 29 y los 50 años.
La obra más polémica y apocalíptica de la muestra era la del italiano Maurizio Cattelan (Padova, 1960), titulada Hora novena.
La figura en escala real del papa Juan Pablo II, modelada en cera, aparecía tumbada sobre la alfombra roja, derribada por un enorme meteorito caído a través de la claraboya esparciendo fragmentos de cristal. La instalación representaba un evento tan catastrófico e irreverente como posible e irónico.
Crudo realismo
Como señaló oportunamente el crítico italiano Germano Celant (creador de la expresión Arte povera) "la relación entre escándalo e investigación es necesaria hoy para crear el mito del arte. Un mito que cada vez más se basa en el crudo realismo de una corporalidad que engloba vida y muerte, sexo y perversión". Esta opción estética pone en crisis la visión idealista y romántica del arte, en favor de una tan ascética y desencantada como anárquica y transgresora. En ésta línea, Sarah Lucas (Londres, 1962), una de las tres "chicas malas" del arte británico (las otras son Tracey Emin y Gillian Wearing), expuso recientemente armarios, colchones y artefactos sanitarios obsoletos. Algunos de esos objetos, junto con alimentos y artículos de la vida corriente dispuestos en forma de naturalezas muertas, adquieren connotaciones sexuales irónicas o divertidas. La obra más recordada de esta serie es Al natural, instalación compuesta por un colchón sobre el que reposan un pepino y dos naranjas (lo masculino) y un balde de chapa abollado con dos melones (lo femenino).
En la misma vía, el trabajo más emblemático del norteamericano David Wojnarowicz (Nueva Jersey, 1954) es una fotografía que muestra a un rebaño de búfalos que se precipita por un acantilado. Otro trabajo incluye un retrato de él mismo cuando niño, rodeado de un texto que explica el resultado de un test en el que se descubre su homosexualidad. Con la crisis provocada por el sida, el análisis y la crítica social se volvieron más agudos en su obra. Comenzó a utilizar su propio diagnóstico para dar énfasis a su discurso.
Algunos artistas recurren al exhibicionismo, centrándose en el cuerpo y mostrando la intimidad propia y ajena. El norteamericano Doningan Cumming (Virginia, 1947) realizó una suerte de crónica de la suprema degradación humana, en la persona de una modelo que se deja fotografiar en su extrema vejez, en la antesala de la muerte. Merry Alpren (Nueva York, 1955) filma con una cámara oculta los baños de un gimnasio de Wall Street. La japonesa Yuri Nagashima (1973) se autorretrata junto con toda su familia desnuda.
Latinoamericanos
La misma intención de inquietar al espectador aparece en la obra de algunos latinoamericanos, como el mexicano Gabriel Orozco (Veracruz, México, 1962). Con tono poético, incesantemente, turba la noción de arte con asociaciones inesperadas y relaciones conceptuales sutiles. Su trabajo más conocido es La D.S (La Diosa), un Citro‘n cortado longitudinalmente en tres partes, para después retirar el tercio central y unir las otras dos. El automóvil, de esta manera, adquirió un gran aerodinamismo. Su forma es más elegante, más bella y equilibrada, más seductora, pero en lugar de ganar velocidad, no funciona. La obra es un comentario irónico sobre un objeto mítico de Francia, sobre una época (los treinta) y sobre la fe en el progreso tecnológico de esos años.
Los materiales centrales en la obra del cubano Alexis Leiva Machado, conocido como Kcho (Isla de la Juventud, 1970), son los deshechos rescatados del mar: madera desgastada por el agua y el salitre, cámaras de camión, cuerdas y remos de náufragos (compatriotas exiliados). Con estos materiales construye botes, un medio de transporte común para un cubano, que se convierten en metáforas del aislamiento físico y del exilio. Similares intenciones poseen las obras del tailandés Rirkrit Tirvanija (1961), nacido en Buenos Aires y residente en Nueva York. Con sus instalaciones intenta eliminar la actitud pasiva del espectador de exposiciones. Alguna vez expuso una batería en un museo invitando a los visitantes a utilizarla. El ejemplo más conocido de las prácticas de la provocación en la preproducción de la Gioconda, de Leonardo, a la que Duchamp le agregó bigotes. Al "shock art" lo caracteriza, en defintiva, la inmersión en el mundo sin respeto ni devoción alguna. Posiblemente éste es el verdadero escándalo que recorre toda la cartografía del mundo del arte.
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