Una fuga a la infancia
Los recuerdos son ficciones ancladas en lo real. Cada vez que miramos hacia el pasado, lo reinventamos. Recordar es una forma de recuperar lo sucedido, pero con restos tan escasos e impuros es imposible armar el rompecabezas. Para llenar los huecos apelamos a la creatividad, y nuestro pasado cambia cada vez que lo recordamos. Por el contrario, el futuro se presenta como pura imaginación: es el territorio de lo desconocido. Proyectar es siempre perder la apuesta: el futuro jamás será como lo pensamos. El proyecto puede fracasar, perderse y hasta olvidarse, pero traza un horizonte de sentido que nos guía en la oscuridad.
En su muestra Espacialismo , Dino Bruzzone dibuja el mapa de ese territorio imposible situado entre el recuerdo y la anticipación. Después de haber fotografiado maquetas que aludían a espacios reales o a experiencias vitales, el artista deja de imaginar mundos que existen para pensar el espacio en el que sucede la ficción cuando se despega de las dos dimensiones del dibujo.
Nada es sencillo en esta exposición: todo muestra su doble faz. En una sala se ve una gran maqueta en la que espejos, objetos de formas caprichosas (esbozos en proceso) y fotografías conviven en una especie de laberinto de parque de diversiones. Es el territorio en el que se mezclan la infancia y la adolescencia, y se recuerda a los héroes del futuro (que ya son pasado).
En la otra sala se exhiben fotografías que parecen documentar o desplegar la maqueta de la primera sala, la ampliación de su esfera de irradiación. Las imágenes que produce Bruzzone muestran el otro lado del espejo: es la visión invertida del mundo ficcional, el de los recuadros de las historietas. Hay un claro diálogo con la historia del arte contemporáneo: desde Lichtenstein hasta el op art de Vasarely. Pero no se trata de una cita obsesiva. La operación de Bruzzone con la historia del arte es lúdica: juega con Lichtenstein como juega con Flash Gordon. Espacialismo descubre el revés de la trama: el recuerdo de la infancia (y la imposibilidad de recordarla tal como fue).
En esta fuga a la infancia, al territorio del futuro imaginado como viaje a las estrellas y guerras intergalácticas, surge una nueva experiencia: ser el futuro del pasado y reconstruir el pasado para poner entre paréntesis las invenciones futuras. Nada envejece más rápido que el futuro imaginado hace pocos años. Nada se parece menos al futuro que nuestro presente (posterior al "gran año del futuro", el año 2000). De allí que Espacialismo ponga en duda pero no refute (porque hay una melancolía tierna que recorre la muestra) la forma en la que vemos el futuro: la forma en la que jugamos con la imaginación.
Bruzzone se propone una tarea imposible: documentar el recuerdo para que no queden dudas de lo que fuimos, de dónde venimos. Pero el recuerdo se esfuma, el pasado se invierte, el espacio se curva, la alucinación se vuelve norma y la obra señala que hemos perdido el sentido.
No somos los mismos que fuimos. Bruzzone nos enfrenta a nuestra inestabilidad esencial. Somos lo que no sabemos y lo que sabemos no es otra cosa que la imagen invertida de un sueño.
Ficha. Espacialismo de Dino Bruzzone en Dabbah Torrejón (El Salvador 5176), hasta el 10 de noviembre