Las jugadas para el bicentenario
Ojalá que junto a los festejos del Bicentenario de la Patria en 2010, el ajedrez, una actividad que se practica en el país desde hace algo más de tres siglos, y cuya imagen transmite responsabilidad, inteligencia y planificación reciba de una buena vez una señal de coherencia y madurez de quienes lo conducen.
Acaso 2009 no se trató de un año para atesorar con los mejores recuerdos del ajedrez vernáculo; apenas sobresalen las conquistas de las medallas doradas en el Panamericano Femenino (Uruguay) y en el Zonal Sudamericano de mujeres (Paraguay) en medio de tantas frustraciones. Hace 17 años que la Argentina no suma un logro relevante entre las más importantes pruebas del calendario de la FIDE; el último fue Pablo Zarnicki, cuando obtuvo el Mundial Juvenil en 1992. En el camino quedan otras actuaciones menores, como el 1er. puesto en el Mundial por equipos Sub 26 (Chaco, en 1997) y el subcampeonato mundial Sub 16 por Diego Flores (España, 1998).
Es que una vez más la asistencia a los jóvenes talentos, el trabajo con los ajedrecistas de elite domésticos y la creación de nuevas vías de promoción del juego para retroalimentar su caudal de adeptos quedaron relegados ante el egoísmo personal por sostenerse al frente de un cargo o sillón. Parecería que a la conducción de la Federación Argentina de Ajedrez (FADA), cuyos dirigentes llevan una década al frente de su función, sólo les preocupa el armado de viejos artilugios legales para sostenerse a perpetuidad en el poder (enfrentan algunas causas ante la justicia por el resultado de sus re-elecciones) y. en segundo término, descubrir nuevas vías para incrementar los ingresos.
Así, día a día el ajedrez argentino se desangra de sus mejores estrellas. Los jóvenes talentos, Anton Kovalyov, 17 años, y Damián Lemos, 19, hartos de estar hartos, de tantos manoseos, amenazas e hipocresías están más cerca de convertirse en representantes oficiales de otro país. Ni lerdos ni perezosos, pero con el viejo estigma del castigo al "perro del Ortelano", la FADA lanzó una circular en la que establece que el pase de un jugador argentino a una federación extranjera equivale a 30 mil euros. Todo un disparate, como el de la obligatoriedad del uso de credenciales -válidas para ciclos anuales- con la intención de sumar nuevos aportes. Así, a partir de 2010, cada jugador deberá abonar un promedio de $ 200; los árbitros, $ 300; los organizadores, $ 1500; los entrenadores, $ 250; las federaciones, $ 500, y por el pase de ajedrecistas entre federaciones locales, honorarios que van desde los $ 1000 hasta los $ 50.000.
Este afán recaudador, una resolución inédita en el mundo del deporte amateur argentino, acaso sea una nueva muestra de la impericia de la actual conducción del ajedrez vernáculo que roza hasta límite inconstitucional -atenta contra la libertad de trabajo de los maestros y aficionados- y, acaso, se transforme en nuevo golpe al vapuleado ajedrez argentino.
De esa manera, el tren de las oportunidades parece continuar su marcha sin detenciones por esta zona del planeta y cientos de jóvenes acompañados de sus padres ven escurrírseles el futuro entre sus manos. Es hora de concertar, de convocar a los más idóneos de cada área; a maestros, profesores, árbitros y dirigentes, y encauzar el barco que naufraga hacia el olvido.
Saber reaccionar a tiempo tal vez sea una jugada de grandeza, aunque para algunos sólo se trate de un movimiento castigado por el reglamento: "jugada imposible". Ojalá que no lo sea, al menos por esta vez. Acaso, la última oportunidad.